Con base en Yibuti, un país irreal que para los inexpertos puede resultar imposible de localizar en un mapa, y más aún de situar dentro del marco de la Política Europea de Seguridad y Defensa, la «operación Atalanta» es, desde el pasado 8 de diciembre, la encargada de contribuir a la disuasión, prevención y represión de los actos de piratería y robos a mano armada en aguas somalíes.
Una guardia pretoriana que, en abril pasado, quedó a las órdenes del capitán de navío español Juan Manuel Garat Caramé, y a la que se le ha otorgado la casi quijotesca misión de acabar con la piratería somalí, uno de los males endémicos del Cuerno de África.
«En ocasiones no sabemos lo que hacemos aquí, tan alejados del verdadero problema», señala a ABC uno de los militares españoles que componen esta misión.
Un «problema» que, aunque contradiga al pensamiento único, no trata de dar respuesta tan sólo a la piratería como consecuencia, sino también a sus causas:
- la miseria y el caos institucional que sufre el país.
- la miseria y el caos institucional que sufre el país.
Escasez de medios
Estas ideas, aunque negadas en público, no son excepcionales en el sentir de la tropa. Pero los militares sólo las admiten en privado. «Aunque estén atrapados en la pobreza absoluta, los piratas no son tontos y conocen nuestros movimientos. Además, nuestro radio operativo -más de 3.000 kilómetros de las costas que se extienden desde el Golfo de Adén hasta las islas Seychelles- es demasiado elevado para que pueda cubrirse de forma correcta sólo con los hombres de los que disponemos», asegura uno de los soldados.
Desde enero, España participa en la misión contra la piratería en estas aguas con
- un avión P-3 Orión de patrulla marítima y con 70 militares;
- una fragata con helicóptero embarcado y 196 tripulantes; además de
- 11 oficiales en los diferentes cuarteles generales, a los que se les unieron en abril otros
- 118 soldados más.
Entre los «éxitos» más notables de la dotación española destaca la captura, realizada en abril por el buque de reabastecimiento «Marqués de la Ensenada», de 14 de estos bucaneros del siglo XXI. Un arresto que se realizó disparar un tiro y, por lo tanto, sin que se produjeran heridos.
Dado este paupérrimo resultado y tal como afirma uno de los miembros suecos de la operación, quizá «la táctica de Estados Unidos -en recuerdo a la muerte de tres piratas durante el rescate del capitán Richard Phillips- podría resultar en un futuro más eficaz».
El «Cortefiel de Yibuti»
Pero al margen de las clásicas historias de capitanes, bucaneros y tesoros en islas imaginarias, el devenir de estos marinos destinados al purgatorio de Yibuti oscila entre el tedio y el más soberano aburrimiento.
«Este lugar está bastante bien para pasar unos meses, pero no es demasiado bueno acostumbrarse al canto de los cuervos», afirma resignado uno de los efectivos españoles, mientras regatea en el «Cortefiel de Yibuti», un pequeño supermercado que contribuye a aligerar el paso del tiempo en esta prisión de carceleros.
Estas ideas, aunque negadas en público, no son excepcionales en el sentir de la tropa. Pero los militares sólo las admiten en privado. «Aunque estén atrapados en la pobreza absoluta, los piratas no son tontos y conocen nuestros movimientos. Además, nuestro radio operativo -más de 3.000 kilómetros de las costas que se extienden desde el Golfo de Adén hasta las islas Seychelles- es demasiado elevado para que pueda cubrirse de forma correcta sólo con los hombres de los que disponemos», asegura uno de los soldados.
Desde enero, España participa en la misión contra la piratería en estas aguas con
- un avión P-3 Orión de patrulla marítima y con 70 militares;
- una fragata con helicóptero embarcado y 196 tripulantes; además de
- 11 oficiales en los diferentes cuarteles generales, a los que se les unieron en abril otros
- 118 soldados más.
Entre los «éxitos» más notables de la dotación española destaca la captura, realizada en abril por el buque de reabastecimiento «Marqués de la Ensenada», de 14 de estos bucaneros del siglo XXI. Un arresto que se realizó disparar un tiro y, por lo tanto, sin que se produjeran heridos.
Dado este paupérrimo resultado y tal como afirma uno de los miembros suecos de la operación, quizá «la táctica de Estados Unidos -en recuerdo a la muerte de tres piratas durante el rescate del capitán Richard Phillips- podría resultar en un futuro más eficaz».
El «Cortefiel de Yibuti»
Pero al margen de las clásicas historias de capitanes, bucaneros y tesoros en islas imaginarias, el devenir de estos marinos destinados al purgatorio de Yibuti oscila entre el tedio y el más soberano aburrimiento.
«Este lugar está bastante bien para pasar unos meses, pero no es demasiado bueno acostumbrarse al canto de los cuervos», afirma resignado uno de los efectivos españoles, mientras regatea en el «Cortefiel de Yibuti», un pequeño supermercado que contribuye a aligerar el paso del tiempo en esta prisión de carceleros.
Durante las compras, la población local saluda animadamente a cada soldado, convirtiendo su tránsito, en ocasiones, en casi imposible.
Ante las dudas expresadas por la razón de tan festivo trato a nuestros militares -en África, no son las flores, sino las piedras las que suelen recibir a las tropas extranjeras-, uno de los jóvenes somalíes nos saca del pasmo.
«Estos hombres son héroes, van a echar de nuestras costas a los delincuentes somalíes, y nuestro país al fin recibirá el dinero que robaron los piratas».
Una respuesta demasiado optimista para alguien que va descalzo.
«Estos hombres son héroes, van a echar de nuestras costas a los delincuentes somalíes, y nuestro país al fin recibirá el dinero que robaron los piratas».
Una respuesta demasiado optimista para alguien que va descalzo.
EDUARDO S. MOLANO - "ABC" - Madrid - 23-Jul-2009
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