- Lo primero, como es lógico, son los principios.
- Casi a la vez son los valores en que se fundamentan los principios.
- Después son las ideas que, engarzadas entre sí, conforman la ideología.
- Y ya, por fin, la táctica y la estrategia.
El ejercicio de la política debería estructurarse en base a estos conceptos, sin embargo, se percibe cada vez con mayor evidencia que los principios y los valores ya no son condición obligatoria para adscribirse a una u otra formación política y que la ideología se supedita constantemente a las tácticas y estrategias, siempre cortoplacistas, porque el objetivo es tan poco ambicioso como la mera consecución del poder a cualquier precio para que no lo ostente otro, aunque se tenga pensado hacer lo mismo que ese otro. La cúspide de esta pirámide de reflexión es la ideología, es decir, el tratado de las ideas,
- el conjunto de ellas predestinado a lograr una sociedad mejor,
- apoyada en valores y principios de significado y alcance universales.
¿Está nuestro mundo dirigido por las ideas o lo está por los intereses?
Resulta sobrecogedor que actualmente hayan sucumbido, víctimas de su propio capricho, la mayoría de las formaciones tradicionales de la izquierda. Ya no hay otro sistema vigente que el capitalismo, aunque a lo largo del tiempo haya mostrado carencias insalvables que han desembocado en una sociedad desequilibrada, con una elite escasa en número de opulentos, una clase media muy amplia pero difícil de definir y una clase baja demasiado numerosa que vive de la generosidad de las políticas que desarrollan las instituciones.
El socialismo ha decaído tras su reclusión en el ámbito capitalista, en cuyo seno se ha convertido en una actitud ética mucho más que en un agente de cambio social.
La socialdemocracia se viene comportando como una especie de cuerpo de bomberos que acude siempre que es necesario para apagar los fuegos provocados por el capitalismo voraz.
La economía de mercado, que es ya una doctrina aceptada por todos, tiene la prioridad de preservar el mercado mucho más que preservar la economía haciéndola servicial para todos los ciudadanos.
Las últimas elecciones europeas han sido esclarecedoras. Los resultados claramente favorables a la derecha pero, sobre todo, infructuosos para la izquierda, son la muestra indeleble de
- el ocaso de las ideologías,
- la inanidad de las ideas frente a los intereses y las estrategias.
- ¿Cómo ha sido posible el triunfo de la derecha en una Europa atribulada por la crisis financiera que han provocado los poderes económicos y financieros adscritos a la derecha?
- ¿Cómo ha sido posible la victoria de los defensores de la economía de mercado cuando ha sido el mercado atroz, infectado de avaricia y desmesura, el que ha provocado por ejemplo que las hipotecas lejos de ser instrumentos de ayuda para los ciudadanos se hayan convertido en sus más brutales aprietos?
Haríamos mal las izquierdas si no hiciéramos un diagnóstico atinado y certero, desprovisto de autocomplacencias sobre lo que ha acontecido. Es curioso que todas las valoraciones hechas desde la izquierda europea se hayan quedado en alertar del riesgo de la aparición de la ultraderecha en el Parlamento Europeo con cierta virulencia, o que haya irrumpido con fuerza la formación de Daniel Cohn-Bendit, con un partido que se llama Ecología Europea, como alternativa al socialismo francés, otrora potente, que vive hoy en una descomposición galopante. En realidad está calando en los ciudadanos, incluidos los más humildes, la peregrina idea de que
- se vive mejor en un sistema desequilibrado que ofrece migajas a los desheredados que
- en un sistema que canalice las ambiciones desmedidas de los avaros hacia una sociología igualitaria y justa.
¡He ahí el riesgo, la tristeza y la miseria! Urge por tanto poner en marcha un proceso de reflexión que apuntale los valores y los principios de la izquierda. Serán obviedades algunas afirmaciones, pero es evidente que
- la igualdad es mejor que la desigualdad y
- lo justo es igualmente mejor y más útil que lo injusto.
Pero la ideología ha de ser actualizada y, abandonando las quimeras de las lucha por el poder en el seno de las formaciones nacionales, articular las políticas necesarias para responder a los retos que actualmente están planteados, sin olvidar el irrenunciable empeño inherente a la izquierda que es la lucha contra la desigualdad y la pobreza. No es ninguna boutade la afirmación de que
- la razón (y consecuencia a la vez) de que haya pobres es que hay gente demasiado rica.
Por tanto, la lucha contra la pobreza que aqueja a los pobres implica necesariamente la lucha contra la riqueza que disfrutan los demasiado ricos. Ello me lleva a
- rebatir con fuerza a quienes consideran que la riqueza ha de ser generada antes de ser repartida o redistribuida,
- porque considero que generar riqueza y distribuirla son dos cosas que pueden compaginarse,
- pero sobre todo porque estoy convencido de que en la economía de mercado el tiempo de generar riqueza nunca cede su lugar al tiempo de su redistribución,
- porque la avaricia y la codicia están en el principio de la generación de riqueza y se muestran inexpugnables a la solidaridad y la generosidad que tienen que abrirse paso en el tiempo de la redistribución.
La complejidad del proceso reflexivo impide acuerdos solventes basados en la solidaridad que, por cierto, no serán posibles mientras la derecha sea mayoritaria. Por eso la izquierda tiene que reaccionar con rapidez. Ya han surgido voces desde la socialdemocracia que llaman a cortar el paso a los euroescépticos -entre los que incluyen tanto a los grupos fascistas como a otros grupos de extrema izquierda u algunos grupos verdes- como la encomienda más urgente.
Sin embargo, creo que la redefinición de Europa es uno de los asuntos pendientes del socialismo. En Europa se produjeron todos los procesos evolutivos o regresivos que llevaron al socialismo a diferentes posiciones a lo largo de su Historia. Incluso, en su seno se produjo la evolución hacia la Economía de Estado que dividió Europa.
También la posterior Perestroika que ha permitido borrar de forma casi definitiva algunas fronteras que parecían infranqueables.
Lo urgente, para la izquierda europea, es
- recuperar su espacio de forma constructiva,
- es decir, educando y formando a los europeos en principios y valores
- para fortalecer la ideología y
- facilitar a las tácticas y estrategias el logro de los instrumentos del poder.
Uno de los problemas más acuciantes en nuestra Europa huérfana es
- "el exceso de visiones de las derechas", en buena medida
- como "consecuencia de las crisis de las izquierdas".
Josu Montalbán - Diputado PSE - PSOE por Bizkaia - DEIA - Bilba0 - 20-Jul-2009
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