A medida que la contaminación del aire gana importancia en la agenda política global, aumenta la presión sobre una creciente y casi invisible fuente de emisiones peligrosas: la industria naviera. Los grandes barcos, el verdadero sistema circulatorio de la economía global, transportan más de 90% de la mercadería mundial por volumen. La cantidad de toneladas de carga transportada por los buques se ha triplicado desde 1970. Aun así, el combustible que los alimenta es
- barato,
- sucio y
- produce escapes especialmente nocivos.
Los barcos emiten más dióxido sulfúrico, un químico negruzco y contaminante vinculado a la lluvia ácida, que todos los automóviles, autobuses y camiones de todo el planeta sumados, según un estudio del Consejo Internacional sobre Transporte Limpio. El informe dice también que los buques de carga produjeron en 2005 alrededor de 27% de todas las emisiones contaminantes de óxido de nitrógeno.
La industria naviera, al mismo tiempo, está trabada en una disputa interna sobre cómo resolver el problema de las emisiones, sin poder elaborar estrategias sencillas para regular el tránsito por mar abierto. De todas maneras, la demanda por soluciones se está intensificando. Algunos gobiernos y un grupo de puertos con poder comercial están demostrando que las acciones locales pueden repercutir en el ámbito internacional. Desde el 1 de enero de este año, el estado de California exige a los barcos que se acerquen a menos de 24 millas de sus costas que usen combustibles limpios en sus motores auxiliares. La medida, similar a otra aprobada por la Unión Europea para el Mar Báltico, restringe el acceso a los puertos de Los Angeles y Long Beach, los dos más grandes de Estados Unidos. Aquellos que no cumplan con las normas se arriesgan a ser multados o incautados. La industria naviera está preocupada por la posibilidad de que gobiernos de todo el mundo adopten estándares distintos sobre combustibles y emisiones. Por razones comerciales, la mayoría de los dueños y operadores navieros prefieren usar el combustible más barato, aunque sea más sucio, cuando están en áreas no protegidas. Y el proceso para cambiar de un combustible a otro es complicado y potencialmente peligroso. Límite global Es por eso que algunos de los mayores jugadores de la industria están haciendo una propuesta sin precedentes para establecer un límite único y estricto a las emisiones en todos los océanos. "La población general del mundo debería pagar uno o dos centavos más por sus cervezas, pero se solucionaría el problema de las emisiones (de sulfuro)", dice Pradeep Chawla, ejecutivo de Anglo-Eastern Ship Management Ltd., una empresa de Hong Kong. En otros frentes, el fiscal general de California, Edmund G. Brown Jr., pidió el mes pasado a la Agencia Reguladora del Medio Ambiente de EE.UU. que limite el dióxido de carbono emitido por los barcos de carga. El mes próximo, las emisiones de los grandes buques y los aviones estará sobre la mesa de negociaciones cuando un grupo de líderes mundiales se reúna en Bali, Indonesia, para empezar a conversar sobre el acuerdo de cambio climático que reemplazará el Protocolo de Kioto. Sin embargo, el intenso apetito de los consumidores de EE.UU. y otros países por los productos importados crece tan rápido, que recortes marginales en las emisiones podrían no tener ningún efecto real. Un descenso de hasta el 30% en las emisiones de los barcos se vería cancelado por el creciente tamaño de la flota mundial, según Russell Long, vicepresidente del grupo ambientalista Amigos de la Tierra, de reconocida autoridad sobre el asunto.
Bruce Stanley - "Wall Street Journal" para "La Nación" - Buenos Aires - 28-Nov-2007
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