domingo, 30 de diciembre de 2012
¿Se ha terminado el crecimiento?
De las perspectivas para una prosperidad a largo plazo sabemos menos de lo que pensamos
La mayor parte de los comentarios económicos que se leen en la prensa se centran en el corto plazo:
- los efectos del precipicio fiscal sobre la recuperación
estadounidense,
- las tensiones a las que se ve sometido el euro y
- el último intento de Japón de salir de la deflación.
Esta atención es comprensible, dado que
- una depresión mundial te puede arruinar todo un día.
Pero nuestros apuros actuales se acabarán con el tiempo.
- ¿Qué sabemos de las perspectivas para
- una prosperidad a largo plazo?
- La respuesta es: menos de lo que pensamos.
Las proyecciones a largo plazo realizadas por los organismos oficiales, como la Oficina Presupuestaria del Congreso, por lo general dan por sentado dos cosas importantes.
Una es que
- el crecimiento económico a lo largo de las próximas
décadas
- se parecerá al crecimiento a lo largo de las últimas
décadas.
En concreto,
- se prevé que la productividad,
- el principal impulsor del crecimiento,
- aumente a un ritmo no muy diferente del de
- su crecimiento medio desde la década de 1970.
Por otro lado, sin embargo, estas proyecciones por lo general dan por sentado que
- la desigualdad de ingresos, que se disparó
- a lo largo de las tres últimas décadas,
- solo aumentará con moderación en el futuro.
- No resulta difícil entender por qué
- los organismos dan esto por sentado.
Teniendo en cuenta lo poco que sabemos sobre el crecimiento a largo plazo, dar por hecho simplemente que
- el futuro se parecerá al pasado
- es una suposición natural.
Por otra parte,
- si la desigualdad de ingresos
- sigue aumentando vertiginosamente,
- estamos ante un futuro distópico en el que
- se producirá una guerra de clases, y
- no es algo que los organismos gubernamentales
- quieran plantearse.
Así y todo, es muy probable que
- esta opinión generalizada se equivoque
- en uno o en ambos aspectos.
Recientemente, Robert Gordon, de la Northwestern University, provocó un revuelo al sostener que
- es probable que
- el crecimiento económico
- disminuya drásticamente y,
- de hecho, es muy posible que
- la época de crecimiento
- que se inició en el siglo XVIII
- esté tocando a su fin.
Gordon señala que
- el crecimiento económico a largo plazo
- no ha sido un proceso continuo:
- ha sido impulsado por
- varias “revoluciones industriales” específicas,
- cada una de las cuales estaba basada
- en un conjunto concreto de tecnologías.
La primera revolución industrial,
- basada en gran medida en
- la máquina de vapor,
- impulsó el crecimiento a finales del siglo XVIII y
- a principios del XIX.
La segunda,
- que resultó posible, en gran parte, por
- la aplicación de
- la ciencia a tecnologías como
- la electrificación, el motor de combustión interna y
la ingeniería química,
- empezó en torno a 1870 e impulsó el crecimiento
- hasta la década de 1960.
La tercera,
- centrada en torno a
- la tecnología de la información,
- define nuestra época actual.
Y, como señala Gordon correctamente,
- los beneficios, hasta ahora,
- de la tercera revolución industrial, aunque son reales,
- han sido mucho menos importantes q
- que los de la segunda.
- La electrificación, por ejemplo,
- fue un invento mucho más importante que
- Internet.
Es una tesis interesante y un contrapeso útil frente a toda la sorprendente glorificación de la última tecnología.
Y aunque no creo que tenga razón, la forma en la que probablemente se equivoca tiene implicaciones igual de destructivas para la opinión generalizada.
- El argumento en contra de
- el tecnopesimismo de Gordon reside en
- gran parte en la suposición de que
- los grandes beneficios de
- la tecnología de la información,
- que solo acaban de empezar,
- provendrán del desarrollo de
- máquinas inteligentes.
Si siguen estas cosas, saben que
- el campo de la inteligencia artificial lleva décadas
- rindiendo por debajo de sus posibilidades,
- lo cual es frustrante, ya que a los ordenadores
- les resulta increíblemente difícil
- hacer cosas que a todos los seres humanos
- les parecen fáciles, como
- entender palabras normales y corrientes o
- reconocer objetos diferentes en una foto.
Últimamente, sin embargo, parece que se han derribado las barreras y
- no porque hayamos aprendido a
- reproducir el entendimiento humano, sino porque
- los ordenadores pueden ofrecer hoy día
- resultados aparentemente inteligentes
- buscando mediante patrones
- en enormes bases de datos.
Es verdad que el reconocimiento del lenguaje todavía no es perfecto; según el programa, una persona que llamó indignada me dijo que estaba “totalmente equivocado”.
Pero eso es mucho mejor de lo que estaba hace solo unos años, y ya se ha convertido en una herramienta tremendamente útil.
El reconocimiento de objetos está un poco rezagado: sigue produciendo emoción el hecho de que una red de ordenadores alimentada con imágenes de YouTube aprendiese espontáneamente a identificar a los gatos.
Pero no hay un gran trecho desde esto hasta un sinfín de aplicaciones económicamente importantes.
Por eso puede que
- las máquinas estén listas
- dentro de poco para
- realizar tareas que
- actualmente requieren
- una gran cantidad
- de trabajo humano.
Esto se traducirá por
- un rápido aumento de
- la productividad y, por tanto, por
- un crecimiento económico general
elevado.
Pero —y esta es la cuestión fundamental—
- ¿Quién se beneficiará
- de ese crecimiento?
Por desgracia, es muy fácil sostener el argumento de que la mayoría de los estadounidenses se quedarán atrás, porque
- las máquinas inteligentes acabarán devaluando
- la contribución de los trabajadores,incluidos
- los trabajadores cualificados, cuyas habilidades
- se volverán superfluas repentinamente.
La cuestión es que existen buenas razones para pensar que
- la opinión generalizada reflejada
- en las proyecciones presupuestarias a largo plazo —
- unas proyecciones que determinan
- todos los aspectos de la actual discusión política—
- es totalmente errónea.
- ¿Cuáles son, entonces, las consecuencias
- de esta visión alternativa para la política?
Bueno, es un tema que tendré que abordar en una futura columna.
Paul Krugman - El País - Madrid - 30-12-2012
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