Somos un "país todo agricultor...". Lo dijo el licenciado Manuel Belgrano, nuestro primer estadista y precursor de la generación del 37.
Su obra fue premonitoria del apotegma del ingeniero Eduardo Olivera en 1866, al fundarse la Sociedad Rural Argentina: "Cultivar el suelo es servir a la Patria".
En sus Memorias como secretario del Real Consulado de Buenos Aires y en su periódico Correo de Comercio , entre 1794 y 1811, sentó las bases para el desarrollo de este país, por medio de
- la educación,
- el cultivo del suelo,
- el impulso a la ganadería,
- el comercio y
- la industria,
persuadido de sus ideas de
- libertad,
- igualdad,
- seguridad,
- propiedad y
- rechazo de la tiranía.
Creemos conveniente recordar algunas de las orientaciones de Belgrano en ocasión de que en nuestro país la producción del campo y la exportación agropecuaria experimentan serios cuestionamientos y medidas que los afectan y cuando se padece grave corrupción, temas de consideración principal por parte de Belgrano hace 200 años, pero que tienen actualidad.
Fundador de la escuela pública argentina, Belgrano insistía en que los países que progresan lo hacen sobre la base de la educación. Obsesionado por el desarrollo del país, busca promover la enseñanza en todos los niveles y para ello señala la necesidad de
- escuelas de agricultura,
- escuelas gratuitas para niños y niñas,
- una escuela de dibujo,
- escuelas de hilazas de lana y de algodón,
- de comercio y
- de enseñanza para curtidores.
En 1813, al recibir un premio de 40.000 pesos por sus victorias en Tucumán y Salta, lo dona para la dotación de cuatro escuelas públicas "en que se enseñe a leer y escribir y los primeros rudimentos de los derechos y obligaciones del hombre".
Imbuido de las ideas "fisiocráticas" de François Quesnay, según las cuales la riqueza provenía de la producción del suelo, e influenciado por Adam Smith, Belgrano asistió al comienzo del conflicto entre el proteccionismo y el libre comercio.
Dice que "la agricultura es el verdadero destino del hombre" y que todo depende y resulta del cultivo de las tierras.
Belgrano sostiene: "En un país todo agricultor, como es el que habitamos, el cultivo de las tierras bien o mal dirigido decide la riqueza o indigencia no sólo de los labradores, sino también en general de todas las clases".
Insiste en la agricultura, diciendo: "Ya no queda duda alguna, después de que los hombres han vagado de opinión en opinión, de que la agricultura debe ser preferentemente favorecida. Hasta que la tierra no se haya poblado completamente de vegetales útiles y hasta que los hombres no hayan establecido un método de agricultura, y de labor, sostenido y firme, no debe pensarse en darse exclusiva protección a otro ramo alguno, por ser éste el arte vivificador y que más cimenta de un modo duradero y permanente la felicidad indestructible de los pueblos. Persuadámonos de que en esta provincia la verdadera mina es la tierra bien cultivada, y de que mientras no se la atienda nunca seremos felices".
No olvida la ayuda al sector y propone "el establecimiento de un fondo con destino a socorrer al labrador, ya al tiempo de las siembras como al de la recolección de frutos". Explica que su intención es que la clase productiva de la sociedad no viva en la miseria y desnudez consiguiente de los manejos de los grandes monopolios que sólo aspiran a su interés particular.
Con respecto al comercio, dice: "Es tal la dependencia mutua que tienen entre sí la agricultura y el comercio, que uno sin otro no pueden florecer. Este país, sin comercio, será un país miserable y desgraciado".
Explica que la agricultura sólo florece con el consumo, y se pregunta cómo podría haberlo en un país aislado y sin comercio.
"Los productos de las cosechas exceden en los años regulares al consumo de los habitantes, con lo que, no buscando en otra parte su venta, vendrá a suceder la carestía en lugar de la abundancia, porque si no hay consumo el labrador abandona el cultivo, y vése ahí la escasez."
Añade Belgrano: "Muchos creen que si se concede entera libertad para la exportación de frutos, el país quedará pobre y miserable y todo vendrá a ser caro". Dice que no es así y pide que no se impida el comercio exterior de los frutos y que se dé entera libertad al comercio, "pues la policía al comercio interior y exterior más segura, exacta y provechosa a la Nación y al Estado consiste en la plena libertad de la concurrencia".
Para Belgrano, era vital la rápida multiplicación del ganado bovino. El insta a mejorar la preparación de curtidos para exportar cueros que compitan en el mercado mundial.
Se refiere a la relación de propietarios y arrendatarios, a la guarda de granos y a la desconfianza por temor de que la autoridad pueda abrir los graneros.
Quiere facilitar la circulación de mercaderías por caminos seguros y practicables y canales y ríos navegables bien sostenidos, que animen al labrador.
Clama por despertar al país de la inacción. Lucha incansablemente por la libertad de empresa y comercio, contra el contrabando y el aislacionismo.
Rechaza el concepto de costumbre, porque con él se cubría el de corruptela y dice:
"Desengañémonos: jamás han podido existir los Estados después de que la corrupción ha llegado a pesar de las leyes y se falta a todos los respetos. Es un principio inconcuso que en tal situación todo es ruina y desolación".
V. Guillermo Arnaud - "La Nación" - Buenos Aires - 26-Oct-2009
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