¿Pueden los mercados energéticos liberalizados reducir las emisiones de carbono?.
Gran Bretaña está empezando a dudarlo.
Para muchos izquierdistas, la crisis crediticia fue una prueba de que los mercados no siempre lo saben todo. El casi colapso del sistema bancario del mundo muestra de una vez por todas, sostienen, que una industria tan importante como las finanzas no se puede dejar a los caprichos de la mano invisible.
Sin embargo, a pesar de todas las peroratas de los políticos que atacan a los banqueros, tales puntos de vista no parecen haberse afianzado. Las gratificaciones están de vuelta en varios salones de negocios de la City y el viejo debate contra la regulación -que alejaría a las empresas de Gran Bretaña y empobrecería al país- se está oyendo de nuevo.
Lejos de los focos, no obstante, otra industria está enfrentando su propia crisis de confianza en el liberalismo de la no intervención.
- El cambio climático,
- la posibilidad de una escasez de electricidad y
- la inquietud por los riesgos de depender de energía importada
están haciendo que muchos duden si los mercados energéticos liberalizados están a la altura de la tarea.
La andanada más reciente fue disparada el 12 de octubre, cuando el Comité para el Cambio Climático (CCC), presidido por Lord Turner (quien es también regulador financiero), publicó su primer informe.
El CCC se formó para que aconsejara al gobierno sobre cómo cumplir sus objetivos para las emisiones de gases de invernadero, los que estipulan una reducción del 80% para 2050. Concluyó que se estaba haciendo poquísimo. Aunque la recesión está deteniendo las emisiones, éstas están bajando a un índice promedio anual menor al 1%, en vez de los 2 a 3% necesarios.
El diagnóstico del comité fue severo:
- el mercado, que opera según sus propios mecanismos, no está cumpliendo.
- Los consumidores no están comprando electrodomésticos que hagan un uso eficiente de la energía ni están aislando sus casas,
- los fabricantes de autos no están bajando las emisiones y
- las compañías de electricidad todavía prefieren combustibles fósiles a las alternativas más verdes.
Se prescribió una dosis fortificante de una nueva regulación:
- el CCC sugiere límites de emisiones obligatorios para los autos,
- tarifas preferenciales para ayudar a los productores de energía verde y
- un precio mínimo de carbono impuesto por el Estado para estimular las centrales de energía a carbón "limpio" y nucleares.
David Kennedy, jefe ejecutivo del comité, lo expuso claramente:
- "Hemos permanecido con el mercado un largo tiempo", señaló.
- "No creemos que podamos seguir así por más tiempo".
Dudas similares sobre la sensatez de los mercados se pueden encontrar en todo el sector energético, desde académicos y analistas hasta administradores en algunas de sus mayores compañías.
Lord Browne, ex jefe de BP, opinó públicamente este año que se debería obligar a los bancos estatales a prestar dinero a los proyectos de energía renovable.
Sam Laidlaw, jefe de Centrica, una gran empresa generadora, ha reconocido que la energía nuclear y renovable se abrirá paso con dificultad bajo las actuales disposiciones.
Superficialmente, este repentino entusiasmo por la mano firme del gobierno parece extraño.
Los mercados de Gran Bretaña, liberados por un gobierno conservador a mediados de la década de 1990, están entre los más liberales del mundo.
- Las inversiones en las centrales de energía se hacen sobre bases puramente comerciales;
- media docena de firmas importantes compiten por vender energía a los consumidores.
- Los controles de precios son desconocidos y
- la propiedad estatal está confinada a un par de viejas y desvencijadas plantas de energía nuclear.
Los políticos solían jactarse de que los británicos pagaban menos por su electricidad y gas que el resto de Europa, y Gran Bretaña ha estado presionando duramente para que otros países europeos sigan su ejemplo.
Una dosis de dirigismo
Hay 3 cosas que están provocando dudas sobre el enfoque de libre mercado.
- La primera es el cambio climático. El CCC cree -como también los ministros- que
- una gran expansión de energía renovable y
- la construcción de plantas de carbón que capturen carbono y
- de nuevas centrales de energía nuclear
es la forma de descarbonizar la generación de electricidad.
Pero esto no está sucediendo: a pesar del gasto de 872 millones de libras (US$ 1.400 millones) en el año financiero hasta marzo de 2008 en subsidios, Gran Bretaña genera muchísimo menos energía renovable, como una proporción del total, que la mayoría de sus vecinos europeos.
Se han prometido nuevos reactores nucleares, pero muchos dudan que tales proyectos de larga vida y alto costo puedan funcionar en un mercado impredecible, confuso, sin garantías de precios.
Al mismo tiempo, y
- segunda cosa, las empresas de energía tienen que reemplazar alrededor de un tercio de la capacidad de generación de energía de Gran Bretaña durante la próxima década.
Sin embargo, a pesar de todas las peroratas de los políticos que atacan a los banqueros, tales puntos de vista no parecen haberse afianzado. Las gratificaciones están de vuelta en varios salones de negocios de la City y el viejo debate contra la regulación -que alejaría a las empresas de Gran Bretaña y empobrecería al país- se está oyendo de nuevo.
Lejos de los focos, no obstante, otra industria está enfrentando su propia crisis de confianza en el liberalismo de la no intervención.
- El cambio climático,
- la posibilidad de una escasez de electricidad y
- la inquietud por los riesgos de depender de energía importada
están haciendo que muchos duden si los mercados energéticos liberalizados están a la altura de la tarea.
La andanada más reciente fue disparada el 12 de octubre, cuando el Comité para el Cambio Climático (CCC), presidido por Lord Turner (quien es también regulador financiero), publicó su primer informe.
El CCC se formó para que aconsejara al gobierno sobre cómo cumplir sus objetivos para las emisiones de gases de invernadero, los que estipulan una reducción del 80% para 2050. Concluyó que se estaba haciendo poquísimo. Aunque la recesión está deteniendo las emisiones, éstas están bajando a un índice promedio anual menor al 1%, en vez de los 2 a 3% necesarios.
El diagnóstico del comité fue severo:
- el mercado, que opera según sus propios mecanismos, no está cumpliendo.
- Los consumidores no están comprando electrodomésticos que hagan un uso eficiente de la energía ni están aislando sus casas,
- los fabricantes de autos no están bajando las emisiones y
- las compañías de electricidad todavía prefieren combustibles fósiles a las alternativas más verdes.
Se prescribió una dosis fortificante de una nueva regulación:
- el CCC sugiere límites de emisiones obligatorios para los autos,
- tarifas preferenciales para ayudar a los productores de energía verde y
- un precio mínimo de carbono impuesto por el Estado para estimular las centrales de energía a carbón "limpio" y nucleares.
David Kennedy, jefe ejecutivo del comité, lo expuso claramente:
- "Hemos permanecido con el mercado un largo tiempo", señaló.
- "No creemos que podamos seguir así por más tiempo".
Dudas similares sobre la sensatez de los mercados se pueden encontrar en todo el sector energético, desde académicos y analistas hasta administradores en algunas de sus mayores compañías.
Lord Browne, ex jefe de BP, opinó públicamente este año que se debería obligar a los bancos estatales a prestar dinero a los proyectos de energía renovable.
Sam Laidlaw, jefe de Centrica, una gran empresa generadora, ha reconocido que la energía nuclear y renovable se abrirá paso con dificultad bajo las actuales disposiciones.
Superficialmente, este repentino entusiasmo por la mano firme del gobierno parece extraño.
Los mercados de Gran Bretaña, liberados por un gobierno conservador a mediados de la década de 1990, están entre los más liberales del mundo.
- Las inversiones en las centrales de energía se hacen sobre bases puramente comerciales;
- media docena de firmas importantes compiten por vender energía a los consumidores.
- Los controles de precios son desconocidos y
- la propiedad estatal está confinada a un par de viejas y desvencijadas plantas de energía nuclear.
Los políticos solían jactarse de que los británicos pagaban menos por su electricidad y gas que el resto de Europa, y Gran Bretaña ha estado presionando duramente para que otros países europeos sigan su ejemplo.
Una dosis de dirigismo
Hay 3 cosas que están provocando dudas sobre el enfoque de libre mercado.
- La primera es el cambio climático. El CCC cree -como también los ministros- que
- una gran expansión de energía renovable y
- la construcción de plantas de carbón que capturen carbono y
- de nuevas centrales de energía nuclear
es la forma de descarbonizar la generación de electricidad.
Pero esto no está sucediendo: a pesar del gasto de 872 millones de libras (US$ 1.400 millones) en el año financiero hasta marzo de 2008 en subsidios, Gran Bretaña genera muchísimo menos energía renovable, como una proporción del total, que la mayoría de sus vecinos europeos.
Se han prometido nuevos reactores nucleares, pero muchos dudan que tales proyectos de larga vida y alto costo puedan funcionar en un mercado impredecible, confuso, sin garantías de precios.
Al mismo tiempo, y
- segunda cosa, las empresas de energía tienen que reemplazar alrededor de un tercio de la capacidad de generación de energía de Gran Bretaña durante la próxima década.
Decenas de antiguas plantas de energía nuclear y a carbón tienen que cerrar. Llenar el vacío será caro: Ofgem, el regulador de la industria, estimaba el 8 de octubre que la cuenta total podría estar entre 90 mil millones y 200 mil millones de libras, lo que haría subir las cuentas de las familias en un 60% aproximadamente.
Finalmente, gran parte de las nuevas centrales de energía que se están construyendo funcionan a gas. Puesto que el 40% de la energía de Gran Bretaña ya proviene del gas, eso está produciendo gran preocupación por la dependencia exagerada de un solo combustible, en especial desde que las reservas decrecientes del Mar del Norte forzaran a importar más gas del extranjero.
Sin embargo, a pesar de la rehabilitación del caso en pro de la regulación, los políticos tal vez encuentren que es difícil tener cierto control.
Una industria desregulada es útil:
- los ministros pueden estar contentos con el beneficio de los precios bajos mientras desvían la culpa por las alzas de precios hacia los rapaces gigantes energéticos.
- Volver a imponer el control central en una época en que las cuentas están subiendo para pagar por las nuevas centrales de energía y otras obras de infraestructura corre el riesgo de atraer el odio de una ciudadanía muy presionada.
Finalmente, gran parte de las nuevas centrales de energía que se están construyendo funcionan a gas. Puesto que el 40% de la energía de Gran Bretaña ya proviene del gas, eso está produciendo gran preocupación por la dependencia exagerada de un solo combustible, en especial desde que las reservas decrecientes del Mar del Norte forzaran a importar más gas del extranjero.
Sin embargo, a pesar de la rehabilitación del caso en pro de la regulación, los políticos tal vez encuentren que es difícil tener cierto control.
Una industria desregulada es útil:
- los ministros pueden estar contentos con el beneficio de los precios bajos mientras desvían la culpa por las alzas de precios hacia los rapaces gigantes energéticos.
- Volver a imponer el control central en una época en que las cuentas están subiendo para pagar por las nuevas centrales de energía y otras obras de infraestructura corre el riesgo de atraer el odio de una ciudadanía muy presionada.
Análisis Editorial - "El Mercurio" - Sgo. de Chile - 17-Oct-2009
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