El capitalismo está gestando una nueva
mutación que actuará como un
tsunami
Se suele atribuir
al gran economista Ronald Coase la acuñación del
concepto de
-
costes de transacción
- como
aquellos necesarios para que funcionen los intercambios en el mercado.
Entre los mismos
se incluyen los costes de
-
negociación de los contratos,
-
administración de los mercados y
-
ejecución de las obligaciones.
Sus seguidores
fueron engrosando su catalogación e incluyeron, entre otros,
- una cierta dosis de
corrupción.
La idea es que
- el
mercado necesita un marco de libertad para su funcionamiento.
Algunos de los
actores aprovechan ese marco de libertad para
-
abusar de la confianza de los demás, enriqueciéndose
ilícitamente.
Cuando
los abusos son excesivamente frecuentes es
preciso introducir
- medidas
administrativas para su prevención y
- normas
punitivas para su castigo.
Pero, nos dicen
los economistas liberales,
- una
excesiva regulación atenaza al mercado y resulta a la postre
- más
ineficiente que la aceptación de un cierto grado de
transgresión.
Este es uno de
los pilares que sustentó la arquitectura ideológica neoliberal imperante en el
mundo desde la subida al poder de Margaret Thatcher y Ronald
Reagan.
En
ese marco de referencia, que influyó en
todo el espectro político y en todos los estamentos de nuestro
mundo económico,
- se
extendió la tolerancia hacia un cierto grado de deslealtad y abuso.
Se
aceptaba la existencia de
-
paraísos fiscales y cuentas opacas en Suiza como
-
un mal necesario para el funcionamiento de los mercados
financieros internacionales.
Se admitía que
- los
directivos de las grandes empresas persiguieran su propio beneficio
- aun
cuando chocara con los intereses de sus accionistas.
Se toleraban
-
prácticas financieras agresivas
- aun
cuando pudieran redundar en pérdidas graves para los ahorradores.
Y se miraba hacia
otro lado cuando
- el
sistema político utilizaba de forma sistemática
- medios
ilegales para financiar partidos y sindicatos e incluso
- para
enriquecer a sus líderes.
Todo ello
- se
consideraba indeseable cuando se hacía demasiado patente, pero
- se
toleraba de forma generalizada como un conjunto de costes
necesarios para
- el
funcionamiento de una sociedad
próspera.
Stephen Zweig nos describió,
en un maravilloso libro del que trae causa el título de este artículo, el mundo
del imperio austrohúngaro anterior a la I Guerra Mundial.
El horror de la
guerra transmutó radicalmente ese escenario en el que la sociedad burguesa vivía
plácidamente bajo la mirada benefactora del paternalista emperador.
Todo ese mundo se
vino abajo y los que no supieron adaptarse fueron abatidos por la ola de la
historia. - El mundo occidental no ha sufrido una nueva guerra,
pero
-
sí una crisis que, de forma definitiva, cuestiona
-
el dominio mundial ejercido por Europa y Estados Unidos desde hace
200 años.
En el marco de
este profundo movimiento tectónico
-
se está produciendo un cambio de paradigma.
Lo que hasta 2007
se consideraba indeseable, pero necesario para el funcionamiento del sistema, ha
dejado de ser tolerable cuando el engranaje ha dejado de funcionar.
- El capitalismo, siempre capaz de reinventarse,
- está generando una nueva mutación con efectos
particularmente severos
- en los
eslabones más débiles de la cadena, que hoy por hoy son
- los de la periferia europea y, particularmente, España.
En
este nuevo contexto,
-
las instituciones que no sean capaces de entender que
-
las reglas del juego han cambiado serán arrolladas por el
tsunami.
Ninguna debe sentirse inmune,
-
desde las más altas instancias del Estado
-
hasta los partidos y sindicatos de todos los colores y adscripciones
nacionales.
La
catarsis afectará a
- todas
nuestras élites, también del mundo empresarial y profesional,
-
todas ellas actores de ese mundo de ayer.
Sin duda, ello
deberá llevar aparejado un cambio generacional.
- Se
necesitan nuevos líderes no contaminados por
- las
redes de complicidades y silencios que envolvían ese
mundo.
Pero no creamos
que el cambio nos llevará necesariamente a un mundo
purificado.
Italia nos da el ejemplo de
una crisis institucional mal resuelta.
El escándalo de
Tangentópolis
- se
llevó por delante el sistema de partidos imperante desde el final de la
II Guerra Mundial
- y en
lugar de metamorfosearse en una versión más sana, fue
capturado por
- el
populismo de Berlusconi, bajo cuya égida el país ha sufrido
-
un proceso de empobrecimiento económico y moral sin
precedentes.
Hagamos
votos pues para que nuestras instituciones sepan regenerarse.
Contamos con
gente honesta y buenos profesionales. Lejos de dejarnos llevar por el fatalismo
que parece perseguir a nuestro país de manera inexorable, tenemos que depurar
las prácticas que corrompen nuestras instituciones.
La madera de los
nuevos líderes la tenemos allí.
Si sabemos
promover de forma decidida la transparencia, al tiempo que damos paso a la nueva
generación, nuestros hijos se enorgullecerán de nosotros.
En caso
contrario,
-
la ola pasará por encima y es probable que
-
se lleve consigo la paja y el grano, dando lugar a
- un nuevo escenario desolado en el que se maldecirá nuestra
memoria.
Miguel Trías Sagnier - El País - Madrid - 10-Jul-2013
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