Si los grandes acuerdos de comercio e
inversión se cierran, a largo plazo podrían significar sustanciales
aumentos en la renta ‘per capita’: de
- el 13%
para EE UU,
- el 5%
para la UE, y
- el 10%
para Reino Unido
Oculto bajo marañas de siglas y bosques de detalles, se
ha entablado en todo el mundo un nuevo Gran Juego.
Algunos lo llaman
geoeconomía, pero también
es geopolítica.
La
partida actual consiste en
- un
número extraordinario de países que se han sentado a
-
negociar de forma simultánea grandes acuerdos comerciales y de
inversión.
Una forma de
verlo es como la Gran Red de Occidente, aunque
- una
definición de Occidente que engloba Japón, Perú, Brunei y Vietnam
es muy grande,
sin duda.
Otro posible
nombre sería
-
TMC: Todo el mundo menos China.
La más importante
de estas negociaciones comenzó la semana pasada, cuando una delegación de la
Comisión Europea se sentó con sus homólogos
de Estados Unidos en el Centro de Conferencias de la
Casa Blanca en Washington DC.
- El
acuerdo al que están tratando de llegar se llama por ahora TTIP,
- las
siglas correspondientes al nombre en inglés de
- Partenariado Transatlántico para el Comercio y la
Inversión.
Unas siglas
terribles, sin duda (¿alguien va a querer estar en el TTIP?).
Lo primero que
deberían hacer los negociadores es cambiar el nombre.
Una alternativa
mucho mejor es
- TAP, de
Partenariado Trans-Atlántico.
El TAP sería un
buen complemento para
- el TPP,
de Partenariado Trans-Pacífico,
- el otro
gran espectáculo geoeconómico del momento.
Se calcula que
el comercio y las inversiones de la zona atlántica
ascienden a
- un
total de 4,7 billones de dólares.
La región
propuesta para el TPP, un grupo muy variado de países que está previsto que
incluya a Estados Unidos, Canadá, México, Australia y
Japón, además de esas grandes democracias de mercado que son
Vietnam y Brunei, representa
aproximadamente un tercio del comercio mundial. También están
en marcha negociaciones entre la UE y Canadá y entre la UE y
Japón, y, por otra parte, tanto Estados Unidos como la
UE están tratando de intensificar sus relaciones comerciales e
inversoras con países como India y
Brasil.
Con un espléndido
e inagotable optimismo típicamente norteamericano, la Casa Blanca ha descrito su
campaña para que Estados Unidos se incorpore al TTIP
—que, en serio, espero que pronto pase a llamarse TAP— como un trabajo para el
que no necesitan más que “un depósito de gasolina”. Eso equivale, al parecer, al
periodo que va hasta las elecciones legislativas de mitad de mandato en
2014.
La
historia reciente de este tipo de negociaciones ha consistido en conversaciones
estancadas
La verdad es que
en América tienen unos depósitos enormes, aunque
también hay que decir que, igual que pasa con sus todoterrenos, al Congreso
estadounidense le cunde muy poco el combustible.
Del lado europeo,
ese periodo nos llevaría hasta el final de la Comisión Europea y el Parlamento
actuales. Casi todas las demás negociaciones,
incluidas las relativas al TPP, y las conversaciones entre la UE y Canadá y la
UE y Japón, también apuntan a 2014.
Es muy
posible que nunca se hagan realidad. La historia reciente de las
negociaciones comerciales ha consistido en conversaciones estancadas o que, para
seguir con la metáfora del Gobierno de Obama, se quedaban sin gasolina.
El hecho de que
la mayoría de los países participantes sean democracias lo hace aún más difícil.
Con el funcionamiento de las democracias actuales, su máxima especialidad es ir
agregando las necesidades especiales de grupos de intereses, tanto los del
dinero (empresas, grupos de presión sectoriales) como los que tienen importancia
electoral, por ejemplo los agricultores.
Y la propia UE es
una suma de 28 sumas nacionales de ese tipo.
No es casualidad
que Bruselas rivalice con Washington en ser el nirvana de
los lobbistas.
Pero imaginemos
que, con unos políticos clarividentes debido a los años de recesión mundial y el
ascenso de China, todo saliera bien.
- Sería
un acontecimiento increíble en dos sentidos:
- un
posible resultado tremendamente beneficioso para la economía
mundial y
-
un reto gigantesco para China.
Para señalar el
100º aniversario de 1914,
-
recuperaríamos algo similar al mundo del libre comercio que
teníamos antes de esa fecha,
-
pero a mayor escala, con menos
colonialismo formal y
- con
formas más complejas y profundas de
interconexión.
- No todo
el mundo saldría ganando, ni siquiera dentro de la Gran Red de
Occidente,
- pero
los posibles beneficios son inmensos.
Siempre conviene
recibir las proyecciones de los economistas con cautela, pero, por tener una
idea: según un estudio encargado por la fundación
Bertelsmann, el TAP —o TTIP, si se
empeñan— podría significar a largo plazo
- un
aumento de más del 13% en el PIB per capita para Estados Unidos y
- un
aumento medio real del 5% en la renta per capita para la UE,
-
incluido un mínimo del 10% per
capita para Reino Unido.
La
Comisión Europea calcula que
- un
acuerdo entre la UE y Japón podría generar 400.000 puestos de trabajo.
Dado que la Unión
Europea tiene casi 6 millones de jóvenes en paro, no es ninguna tontería.
Si
se hace bien,
- la
expansión del libre comercio y las libres inversiones será
- lo más
parecido a una situación ventajosa para todos.
De modo que
vayamos a por el TAP.
Nuestro
objetivo supremo en este nuevo gran juego no puede ser la exclusión de
China
Ahora bien, no
hay que olvidar que este es también
- un
reto geopolítico para el Partido Comunista Chino.
Porque,
en la geopolítica del libre comercio, el
doctor Pangloss de Voltaire coincide con
Maquiavelo. - Los estadounidenses lo
saben, es una de las cosas que más les gusta a algunos del
acuerdo.
-
Irwin Stelzer escribe que el comercio “es política
y guerra con otras armas”.
- Los
europeos lo saben.
- Los
japoneses lo saben, el primer ministro, Shinzo Abe, dice que
-
incorporarse al TTP contribuirá a la “seguridad” de
Japón.
- Y
los chinos lo saben.
Un artículo
escrito en el Washington
Quarterly por
Guoyou Song, de la Universidad Fudan de Shanghái, y
Wen Jin Yuan, de la Universidad de Maryland, dice que
- hay
“una fuerte corriente en los círculos académicos y políticos chinos” que dice
que
- el TTIP
es un instrumento estadounidense para contener el ascenso de
China.
Pero
la conclusión de su serio análisis de los numerosos intereses y
grupos de presión que influyen en la política china es interesante:
- “Merece
la pena señalar que China no ha cerrado la puerta a la posibilidad de
-
incorporarse también al TTP.
- Si el
Gobierno chino piensa que las ventajas de adherirse son mayores que los costes,
- es muy
posible que China lo solicite”.
Aquí es donde
el Pangloss económico y el Maquiavelo
político podrían combinarse de una manera
—si los comunistas me perdonan una expresión tan anticuada—
dialéctica.
- La Gran
Red de Occidente es un reto para China, pero también un incentivo.
Si
China decidiera unirse a una red de zonas de auténtico libre
comercio e inversión, y respetar de verdad las reglas, y le
dijéramos que no,
-
estaríamos comportándonos de forma casi tan irresponsable como
- los
líderes europeos en 1914.
- Nuestro
objetivo supremo en este nuevo gran juego no puede ser la
exclusión de China.
Estas zonas de
libre comercio deberían ser
- los
ladrillos de un orden liberal internacional que incluyera a los
chinos.
Entonces,
China
- tendría
derecho a tratar de transformar ese orden, igual que las
potencias occidentales,
- pero
su participación también acabaría ayudando a convertirlo en
-
un país más abierto, pluralista y respetuoso del Estado de derecho,
- tal
como desean cada vez más de sus ciudadanos.
-
Bienvenidos a la dialéctica del TAP y el TPP.
Timothy Garton Ash - Oxford University - El País - Madrid - 15-Jul-2013
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