La curva muestra en abcisas
los tipos impositivos posibles
(t) y muestra en ordenadas la recaudación
fiscal (T) que se consigue a ese tipo impositivo. El máximo
aparece en el centro por cuestiones de claridad, en una curva real podría estar
desplazado a la derecha o a la izquierda. Aunque más posiblemente a la
derecha
La Curva de
Laffer ha vuelto a la controversia económica y al debate
político. Arthur Laffer fue el economista estadounidense que
en 1980 cautivó al presidente Ronald Reagan cuando sobre una servilleta de papel
garabateó una gráfica según la cual, y a partir de un determinado
nivel de tipos impositivos, la recaudación tributaria no
crece, sino que desciende, a
medida que aumentan los gravámenes de los impuestos. La tesis de Laffer fue
asumida por las corrientes neoliberales a partir de los años 80 y también por
las reformulaciones teóricas y pragmáticas de la socialdemocracia ante el empuje
arrollador de las tesis conservadoras entre 1979 y 2008.
Las críticas
lanzadas por los dirigentes del PP Esperanza
Aguirre el 1 de mayo, José María Aznar
veinte días después y de nuevo este martes la fundación FAES
contra las 37 subidas de impuestos
que -en contra de todos sus discursos y
promesas precedentes- aprobó su correligionario Mariano Rajoy en
solo año y medio de Gobierno han reabierto el debate sobre
cuál es la estrategia tributaria más acorde con las
circunstancias económicas del país.
Los epígonos de Laffer, y con
frecuencia él mismo, se quedan siempre sólo con la mitad de la propuesta del
economista estadounidense. La tesis dice que a partir de un nivel
dado de tasa impositiva, todo aumento adicional de impuestos no recauda más,
sino menos, porque drena recursos a la
iniciativa privada, deprime más la economía, hace caer la actividad y reduce las
bases imponibles de los impuestos.
De ello se deduce que,
a la inversa, toda rebaja impositiva, en tanto
que libera recursos en manos de empresas y familias, incentiva la
inversión, el consumo y el ahorro, y, en consecuencia, la actividad económica,
lo que a la postre conduce a una mayor recaudación
fiscal.
Pero Laffer no trazó sobre
la servilleta un recta diagonal y descendente -lo que se
correspondería con la creencia de que toda rebaja de impuestos acrecienta la
recaudación del fisco, y todo aumento, su minoración-, sino que dibujó una curva
que se puede representar en forma de "U" invertida. De modo que, según la propia
tesis de Laffer, la recaudación también cae cuando se reducen los
impuestos por debajo del punto óptimo, que es
aquél en el que se obtiene el máximo rendimiento con el menor
esfuerzo. O, como dijo Jean Baptiste
Colbert, ministro de Finanzas de Luis XIV, aquel en
el que es posible "desplumar al ganso consiguiendo la mayor cantidad de plumas
con el menor número de graznidos".
Ésta es la otra
enseñanza de la teoría de Laffer. La que nunca se
menciona. Los ingresos del Estado se reducen a
medida que nos alejamos del punto óptimo, sea en un sentido o en el
contrario. Es más, se suele hablar de "zona prohibida" de la
curva para referirse sólo a la caída de recaudación inducida por un aumento
impositivo por encima de un determinado nivel de esfuerzo fiscal, pero no se
censura con el mismo empeño ese mismo efecto de merma recaudatoria cuando se
origina por la política inversa mediante la reducción de tipos o la supresión de
figuras fiscales.
Que a partir de una determinada
reducción impositiva, todo descenso adicional de impuestos no genera más
recaudación sino menos concuerda con la evidencia empírica de que si los
tributos se redujesen a cero, la recaudación tributaria también caería a cero.
De aquí que sea deseable que los defensores de las rebajas
tributarias permanentes determinen dónde establecen el suelo y el punto de
llegada para saber de qué se está discutiendo. Prometer rebajas
infinitas y continuas es vacuo. Benjamin Franklin ya
dijo en 1789 que "sólo hay dos cosas seguras: la muerte y los
impuestos".
Determinar dónde está en cada momento,
y según las circunstancias y rasgos específicos de cada economía, el nivel
neutral ya sea de la política monetaria o de la fiscal -aquel que permite
maximizar los rendimientos con la menor imposición y los menores efectos
secundarios posibles- es una tarea ardua y compleja, como bien saben los
banqueros centrales, y en ocasiones roza más el arte que la
ciencia.
Tampoco existe plena certeza del
efecto de estímulo de la política tributaria, del mismo modo que no la hay en el
caso de los recortes de los tipos de interés, como se ha visto en esta crisis,
en la que tasas oficiales cercanas a cero no han revertido aún la situación.
Ambas medidas pueden ser condición necesaria pero no suficiente. "No
toda bajada de impuestos reanima la economía", dijo en 2009 en
Oviedo Rodrigo Rato, el padre de las rebajas fiscales
en los Gobiernos de Aznar.
Los impuestos tienden a
comportarse igual que los precios. Todo tendero sabe que
bajándolos podría aumentar ventas e incrementar sus ganancias pero
nunca podrá tener de antemano la certeza plena de que eso vaya a
ocurrir ni con qué intensidad. Por el contrario, sí tiene
constancia de que existe un umbral por debajo del cual todo
abaratamiento adicional le generará pérdidas.
La teoría de bajar
impuestos para recaudar más ha funcionado a veces y ha fracasado
otras. Reagan, su impulsor en 1980, triplicó el
déficit fiscal de EE UU. Y los estudios del Banco de Noruega,
el Banco de Basilea y el FMI son coincidentes en que la deuda
pública cayó en las economías avanzadas entre 1945 y 1980 y en que
se disparó con el neoliberalismo a partir de 1980 hasta alcanzar niveles récord
ya antes de la crisis de 2008. El catedrático Victoriano Martín
acaba de recordar estos días que el ministro español de Hacienda
Laureano Figuerola también fracasó
en 1868 cuando intentó recaudar más cobrando
menos.
Aznar postula que la fórmula funcionó
a partir de su llegada al Gobierno en 1996, pero el ministro de Hacienda,
Cristóbal Montoro -que también lo fue con Aznar- le replicó que las rebajas
fiscales se postergaron hasta 1998, una vez enderezada la economía. En realidad,
la economía española llevaba creciendo desde 1994 y cuando la
economía crece -que es lo que ahora no ocurre- casi todo
funciona. A marea llena, todos los barcos
flotan.
Recaudar más, incluso bajando
impuestos, es muy factible en medio de una etapa de prosperidad internacional y
con una economía nacional sobrecalentada y especulativa. Pero no es tan evidente
para el supuesto contrario, y más cuando las empresas y las familias están tan
endeudadas como las españolas, en cuyo caso es previsible que el aumento de
renta disponible que les permitiese una rebaja fiscal no la dirigiría de forma
preferente al aumento del consumo y la inversión sino a reducir
débitos.
Todo ello lo confirma la
experiencia de que mientras las políticas contractivas (tanto tributarias
como monetarias) tienen los efectos esperados porque son coactivas, las
medidas expansivas quedan siempre al albur de lo que hagan los agentes
económicos, que pueden reaccionar o no al estímulo en la forma pretendida
porque para ellos son optativas.
De hecho, hasta 2010-2011 España
mantuvo niveles bajos de impuestos en términos comparados y fue el decimoséptimo
país de la UE por ingresos fiscales en relación su riqueza, con una recaudación
de 8 puntos de PIB (80.000 millones de euros) por debajo de la media
europea.
Pero es evidente que, como
aseguran Aguirre, Aznar y FAES, subir impuestos, y con
la intensidad y abundancia con que se ha hecho en el último año medio, tiene
efectos depresivos en plena recesión. El PP (Rajoy, Montoro,
Cospedal y otros dirigentes del partido) habían proclamado antes de llegar al
Gobierno que "nunca se salió de una crisis sin bajar
impuestos".
El problema reside en la
anemia del Estado por el derrumbe de sus ingresos desde 2008 y el
aumento disparatado de los gastos en cobertura de desempleo, intereses
de la deuda por la crisis de las primas de riesgo, rescate de la banca a causa
de la elevadísima deuda privada y últimamente el déficit de la Seguridad Social
por la caída de cotizantes. Aunque España aún tiene un gasto público 10
puntos de PIB inferior a la media de la UE y un tamaño del sector estatal
inferior al de los países comparables -lo acaba de reconocer en junio, por vez
primera, el Gobierno del PP-, su déficit se ha
disparado.
Javier Cuartas - Faro de Vigo - Vigo - 7-Jul-2013
Curva de Laffer - Wikipedia
La curva de
Laffer representa la
relación existente entre los ingresos fiscales y los tipos impositivos,
mostrando cómo varía la recaudación fiscal al modificar los tipos
impositivos. Fue difundida por el economista Arthur Laffer, aunque cinco siglos antes el economista
nor-africano Ibn
Jaldún ya
había teorizado sobre la relación entre los tipos impositivos y la recaudación,
y también John Maynard
Keynes unos pocos años antes.
Explicación
Al
representar los ingresos fiscales en relación con el tipo impositivo. Si el tipo
impositivo es cero, los ingresos fiscales serán también nulos. Si
por el contrario los tipos impositivos son del 100% los ingresos fiscales
también se anularán, nadie ofrecería ni demandaría el bien en
cuestión. Según Laffer, entre estos dos puntos extremos, los ingresos en función
del tipo primero aumentarán para a continuación disminuir hasta llegar a cero.
El fundamento matemático es el teorema de
Rolle, en virtud del cual si el ingreso
fiscal es una función continua del tipo impositivo, entonces tiene (al menos)
un máximo (ya que se trata de una función siempre positiva) en un punto
intermedio del intervalo, pero no necesariamente en el centro.
La
curva de Laffer muestra que el incremento de los tipos
impositivos no siempre conlleva un aumento de la recaudación
fiscal. La característica más importante de esta curva reside
en que indica que cuando el tipo impositivo es suficiente
alto (t* en la gráfica adjunta), si se sube aún
más, los ingresos recaudados pueden terminar disminuyendo. La
disminución de la oferta del bien reduce hasta tal punto los ingresos fiscales
que la subida del tipo impositivo no compensa la disminución de la oferta. Este
fenómeno se denomina efecto Laffer, en honor al
economista Arthur
Laffer que hizo este gráfico a
principio de la década de 1980.
Opiniones de
Economistas
Según Paul
Samuelson los ingresos fiscales disminuyeron
considerablemente en relación con la tendencia observada tras las reducciones de
los impuestos en la era Reagan.
John Kenneth
Galbraith ha criticado duramente la curva de
Laffer: «Partiendo de la circunstancia indiscutible de que si no se
imponían gravámenes no se recogería ningún ingreso público y de que si los
impuestos absorbían todos los recursos no se produciría ninguna renta, el
profesor Laffer unió estas dos verdades indiscutibles con una curva
a mano alzada que mostraba que, aumentando los tipos impositivos,
el total de los recursos públicos primero aumentaría y luego
caería. (...) En un ejercicio posterior de imaginación,
el profesor Laffer pasó a sostener que la presión fiscal había
superado en Estados Unidos el punto óptimo, obtenido, como ya dijimos, a mano
alzada. (...) Es evidente que nadie en su sano juicio
se tomó en serio la curva y las conclusiones del profesor Laffer.
Hay que otorgarle, sin embargo, el mérito de haber demostrado que
una manipulación justificativa, aunque evidente, podía ser de gran utilidad
práctica. La reducción impositiva de la década de los ochenta fue,
en no escasa medida, producto de la invención de Laffer.»4
Por su parte Milton
Friedman afirmó que «If a tax cut
increases government revenues, you haven't cut taxes enough»
(Si una reducción de impuestos aumenta los ingresos del
gobierno, es que no se han reducido los impuestos lo
suficiente
No hay comentarios:
Publicar un comentario