El antídoto noruego contra los ciclos
económicos de subidas y bajadas, propio de los países latinos, tal vez resida en
que
- descubrió la democracia un siglo antes que el
petróleo
- El
modelo exportador del siglo 19,
- la
industrialización sustitutiva de mitad del siglo 20,
- la
privatización y la apertura después de la crisis de la deuda en los
ochenta, y
- el
boom de las commodities del siglo 21
- son, a
grandes rasgos, las fases distintivas del desarrollo de América Latina.
No obstante, y
más allá de los evidentes contrastes, un rasgo se ha mantenido constante en la
historia económica de la región:
- la
política económica ha sido generalmente pro-cíclica, es decir
- que
reproduce y refuerza los ciclos de auge y caída;
-
“boom and bust”, como dicen los
economistas.
Este dato es
importante a la hora de pensar los desafíos de la región en el año que recién
comienza y hacia el futuro.
La propensión a
implementar políticas pro-cíclicas significa que
- la
economía crece rápidamente cuando los precios internacionales son favorables,
- pero a
menudo colapsa dramáticamente cuando esos precios cambian.
Ya sea por
-
shocks positivos en los sectores energético, minero y agrícola, o bien por
-
tasas de interés internacionales que incentivan el endeudamiento externo,
- se
reproducen así los conocidos síntomas de la “enfermedad
holandesa”.
La
rasgos estilizados de esta experiencia son
- una
expansión económica ocasionada por el creciente ingreso de
divisas externas, pero
- la
apreciación del tipo de cambio real afecta paulatinamente
l
- a
competitividad del sector industrial e induce
- el
desplazamiento de la inversión hacia
-
recursos naturales o
-
intermediación financiera.
En este contexto,
- la
renta exportadora y el endeudamiento comienzan a ser usados para
-
financiar las importaciones.
Típicamente, ello
invita políticas fiscales inconsistentes en el mediano plazo, sumando otro
desequilibrio: de presupuesto.
La
sustentabilidad de esta estrategia se torna así problemática,
desacelerando el crecimiento de la economía.
- Si el
déficit fiscal se financia con emisión,
- ello
tendrá consecuencias inflacionarias,
- lo cual
pondrá presión en el tipo de cambio,
- siendo
que los actores buscan proteger el valor real de sus ingresos.
Anticipándose a
una mayor inflación y una posible corrida monetaria, el gobierno evita devaluar
por medio de dos mecanismos, contradictorios entre sí:
-
intervenir para mantener la paridad, perdiendo reservas, o
- imponer
controles en el mercado de divisas y en las importaciones,
g
-
generando insatisfacción social y desabastecimiento.
La incertidumbre
generalizada puede producir
- una
devaluación aún más pronunciada y
- su
concomitante fuga de capitales.
La historia
económica de la región continua siendo una historia de
divisas:
-
demasiadas cuando no hacen falta, y
-
muy pocas cuando más se necesitan.
La
desaceleración de la demanda y los precios
de las exportaciones desde 2011, y sus efectos
macroeconómicos—déficit fiscal, inflación y presión sobre el tipo de
cambio—sugiere que
-
algunos países ya están en el cambio de ciclo,
-
a la puerta de la crisis.
Más allá de los
casos particulares, esto ilustra que persiste en América Latina
- la
incapacidad de diseñar e implementar políticas contra-cíclicas, es decir,
-
estrategias de ahorro fiscal destinadas a moderar
- los
efectos de la inestabilidad de precios internacionales.
Algo tan básico y
antiguo como el mundo, alcanzaría con la metáfora bíblica para entenderlo: siete
años de vacas gordas son seguidas por siete años de vacas flacas.
El gran reto para
la región es dilucidar el porqué de esta incapacidad y
corregirla.
Una buena parte
de la explicación pasa por
- la
interacción entre la economía y la política bajo estos ciclos,
- los
cuales por sí mismos exacerban el corto plazo.
Este escenario es
conducente a
-
sistemas de dominación neo-patrimonialistas, donde
-
diferentes facciones se disputan el control de las rentas en divisa extranjera,
-
básicamente para distribuir los beneficios entre clientes políticos.
Un corolario de
ello es un aparato estatal de tenue densidad institucional, propicio para que un
jefe del ejecutivo con autoridad discrecional sobre la política económica
aproveche la fase positiva del ciclo, eludiendo los controles de las otras ramas
del estado y concentrando poder en sus manos.
Esto conforma con
lo que varios especialistas han llamado un régimen
“híper-presidencialista”.
El problema es
que cuando el ciclo cambia, y el crecimiento se convierte en
recesión,
- la
propia naturaleza cortoplacista de la estrategia pro-cíclica
- en
combinación con una baja densidad estatal transforman
- las
dificultades económicas en crisis políticas.
No es casual que
estos ciclos de auge y caída se reproduzcan con mayor virulencia en sistemas con
partidos políticos débiles, fragmentados o en crisis.
Aquí entra
la democracia en esta historia.
Un sistema de
partidos vigoroso otorga precisamente la densidad estatal que favorece
- la
creación de mecanismos e instituciones contra-cíclicas, donde
- se
crece menos durante la fase positiva, precisamente para
-
suavizar el efecto de la caída ante un cambio de los precios internacionales.
Un sistema donde
los horizontes temporales se alargan—por la propia dinámica de negociación entre
partidos—y gobernar deja de ser el mero reflejo los ciclos económicos—con
- poder
ilimitado durante las vacas gordas y
- con
disolución de autoridad durante las vacas flacas.
Los economistas
siempre hablan de Noruega en estas discusiones.
Un país en el que
dos tercios de sus exportaciones están basadas en petróleo y sus derivados, una
economía estructuralmente vulnerable a la enfermedad
holandesa, pero que ha sido capaz de eludir el “boom
and bust,” implementando políticas contra-cíclicas por medio de
- el
ahorro fiscal y acumulando
- esos
ahorros en el sistema de seguridad social.
Es
decir, una economía capaz de crear instituciones que,
por definición,
- alargan
el horizonte temporal.
- Noruega
debería ser un espejo para América Latina, agregan.
Tienen mucha
razón y, de hecho, algunos países de la región han incorporado esas lecciones.
Pero los
politólogos, sin embargo, siempre les recordamos que
- el secreto tal vez resida
en la secuencia histórica. No en vano,
- Noruega descubrió la
democracia casi un siglo antes de descubrir
petróleo.
Héctor Schamis - El País - Madrid - 12-1-2014
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