Revisar los altibajos
que la economía chilena ha observado en la última década aporta
importantes pistas sobre los desafíos que vienen.
Este análisis requiere
enfocarse en los determinantes internos y externos del ciclo, factores
que tienen muy poco que ver con los períodos presidenciales.
La debilidad por
comparar determinados indicadores a través de dichos períodos oculta tanto la
dinámica como las lecciones que dejan estos diez años.
Desde el segundo trimestre de 2004
hasta el primer trimestre de 2008, nuestra economía creció a un ritmo promedio
de 6,1% anual, transformándose en los mejores
cuatro años consecutivos de la última década.
Este buen desempeño fue apoyado por
- una alta expansión del producto y del comercio
mundial, con
- China
acelerándose hasta crecer 14% en 2007;
- un mejoramiento sostenido en los términos
de intercambio.
- La libra
de cobre pasó de US$ 1 a más de US$ 3,5; y
- mercados financieros que vivían una
expansión sin precedentes.
En esos años, las
autoridades
- reaccionaron con cautela ante la
prosperidad económica,
- aumentando el ahorro público
y
- generando un superávit en la
cuenta corriente.
Sin embargo,
la bonanza
- provocó que las expectativas de la
población crecieran exponencialmente,
- incubando las bases del
movimiento social y político que posteriormente
se instaló en el
país.
Luego vinieron
- dos años marcados por la crisis financiera
internacional y
- el terremoto de 2010.
Si bien ambos eventos
pueden considerarse catastróficos,
- las holguras disponibles en las
finanzas públicas permitieron
enfrentarlos sin sobresaltos.
Pasamos así de
- un superávit a un déficit estructural, aunque
- la tendencia ha sido el gradual retorno al
equilibrio presupuestario.
Pronto
- el escenario internacional se volvió
nuevamente favorable, por
- el crecimiento de China y otros
países emergentes,
- el nuevo boom de los precios de las
materias primas y
- la política de tasas bajas en el
mundo desarrollado.
- Así, alcanzamos un crecimiento promedio de
6,0%
- desde mediados de 2010 hasta comienzos de
2013.
En esta oportunidad, el
gobierno
- no logró contener las expectativas de la
gente,
- lo que aceleró el ascenso y la
influencia de los movimientos sociales,
- fenómeno carente de mecanismos
formales y reconocidos de negociación
con el mundo
político.
A mediados de 2013,
- la tendencia apunta a la normalización
de las condiciones externas:
- China crece a tasas moderadas,
- los precios de las materias primas
retroceden y
- los flujos de capitales se
reducen.
Todo ello ha llevado a un
crecimiento en torno a un 4%,
- mediocre para el anhelo de
alcanzar el desarrollo.
Estos años dejan
lecciones que
- convienen repasar para identificar los desafíos del
período que viene.
Primero
- Las buenas políticas macroeconómicas
a través de toda la década
- son un activo
transversal,
- mantenido por los tres gobiernos del
período.
- El balance estructural y la flotación
cambiaria han servido como
- poderosos amortiguadores del
ciclo.
- La próxima reforma tributaria debe
ayudar a
- un pronto retorno al equilibrio
estructural de las cuentas públicas,
- mientras la depreciación cambiaria
en el nuevo escenario servirá para
- alentar numerosas
actividades transables.
Segundo
- El crecimiento de la década
ha estado más influido
- por factores de demanda que de oferta y
- se ha logrado a pesar del
rezago en
- inversiones y
- reformas clave.
Sin embargo, estas
circunstancias
- son difíciles de sostener en el tiempo y más
temprano que tarde
- el país deberá enfrentar las consecuencias.
- El cuello de botella más
serio es el de la energía;
- Chile ya tiene precios superiores a
los de los países desarrollados y
- más que duplica el de los países
vecinos, lo que solo se tiende a
agravar.
Otro factor clave
- para proyectar el crecimiento es la infraestructura.
- El costo del trasporte y la logística
en Chile alcanzan a
- un 18% del precio de venta de los
productos, mientras que
- en países como Singapur y Estados
Unidos llega a 9% o 10%.
- El actual escenario de conflictividad
en estos sectores augura que
- esta brecha será difícil de
reducir.
También es relevante la
incertidumbre institucional en los sectores regulados, que se
agrava por el rezago en la modernización del Estado,
frente a movimientos sociales fortalecidos y a mecanismos de solución de
conflictos muy débiles.
La combinación de estos elementos
- se puede convertir en otro cuello de
botella para la inversión.
- Chile todavía está a tiempo de evitar que
estos temas se conviertan en
- barreras insalvables en su tránsito
al desarrollo, pero se trata de
- materias que es indispensable
atender.
Tercero
En la última década
- se ha tendido a perder la indispensable
armonía
- entre la economía y la política.
- Si bien es inevitable enfrentar
los desafíos que plantea esta,
- es imposible hacerlo en una ambiente
que excluya el crecimiento.
Esta lección ya fue
observada a mediados del siglo pasado, cuando Aníbal Pinto Santa
Cruz advirtió que en Chile se estaba agudizando
- una brecha entre el lento avance de la
economía y
- el rápido progreso en el plano
político, que concuerda con
- el planteamiento de Gunnar Myrdal,
Nobel de Economía en 1974, en el sentido de que
- el desarrollo es un movimiento ascendente de
todo el sistema social,
- incluyendo los factores
económicos y no económicos.
La
gobernabilidad de la Concertación fue muy estricta en esta
materia, porque era uno de los aprendizajes adquiridos luego de largos años de
reflexión.
La
interlocución con los actores sociales permitía
- negociar la gradualidad y el alcance de sus
expectativas.
En cambio ahora, que
- dicho trabajo de diálogo se perdió, el
Gobierno solo administra conflictos.
- Restablecer una gobernabilidad que integre
política y economía,
- definiendo los horizontes en que es posible
alcanzar los compromisos y
- asumiendo los sacrificios que será necesario
hacer para lograr
los objetivos
- es el desafío más complejo del período que
viene.
En
síntesis
- La economía está en una trayectoria de crecimiento
en torno
al 4% anual, pero
- el desafío es superar
prontamente esta cifra.
Para lograrlo,
resulta determinante
- mantener una política macroeconómica
sólida,
- enfrentar los cuellos de
botella que se han generado y
- restablecer la armonía entre la
política y la
economía.
Jorge Marshall - Economista - Ph.D. Harvard - El Mercurio - Sgo. de Chile - 21-Ene-2014
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