Alrededor
de 2006 o 2007, el Gobierno adoptó dos iniciativas que tuvieron
carácter estratégico y que explican buena parte de la
situación económica y social actual:
- en primer lugar, se tomó la decisión de
inflacionar la economía;
- en segundo lugar, la de limitar las
inversiones en petróleo y gas.
La
inflación se gestionó a través de políticas
expansivas en materia fiscal, monetaria y de
ingresos:
se
aumentantaron
-
el gasto público,
-
la cantidad de dinero en circulación y
-
los salarios.
Tomada esa
decisión, se usaron tres procedimientos
-
para evitar que la inflación se descontrolara:
1- mentir en los índices estadísticos del Indec,
2- preservar el dólar relativamente quieto y
3- mantener los precios del transporte, la energía y otros manejados
por
el Estado por debajo de la
inflación.
En el
curso de los años siguientes, los economistas percibimos la
inconsistencia de esta política.
Se parecía
a pisar una "mina antipersonal", de esas que no explotan en el momento de
pisarlas, sino cuando se levanta el pie.
Cada día
que pasaba, la bomba se hacía más grande y letal,
porque
-
cada vez había menos producción de petróleo y gas,
-
cada vez el dólar estaba más atrasado y
-
cada vez los subsidios eran mayores.
Era obvio
que no se podía seguir eternamente con esos desequilibrios en aumento.
Para
colmo, la mentira en los índices de precios limitaba las
posibilidades de financiamiento externo para sostener la ficción
con deuda.
Durante
unos cuantos años se pudo financiar ese esquema por
-
el aumento de los precios de las commodities agropecuarias.
Para que
el "modelo" hubiese podido seguir hasta el infinito, esos precios debieron haber
continuado subiendo hasta el infinito.
Cuando ese aumento se
interrumpió y se empezó a hacer sentir la cuenta energética,
-
el cepo y las restricciones a la importación no fueron más que
-
mecanismos para sostener el pie apretando la mina.
-
Pero la bomba siguió creciendo y ya se hizo insoportable:
-
las caídas en la producción de petróleo y gas pesan sobre las reservas
del Banco Central.
-
El atraso cambiario saca del mercado internacional a buena parte del
trabajo argentino.
-
A falta de importaciones, las empresas pueden aumentar los precios
sin
competencia externa, y
-
la emisión monetaria para pagar subsidios alimenta la misma inflación.
-
El empleo, que dejó de crecer, ya empieza a
caer.
Los
mecanismos descriptos fueron analizados hasta el consancio por economistas de
diversas tendencias. La novedad es que
-
el Gobierno está intentando, tímidamente, sacar el pie de la mina
antipersonal.
-
Está queriendo aumentar el dólar más que la inflación,
-
tarea difícil porque el aumento del dólar impacta en los
precios.
-
Está intentando reducir los subsidios,
-
tarea difícil porque el aumento de precios del transporte, el
agua y la energía
también es inflacionario. Y
- está intentando aumentar los
salarios por debajo de la inflación. Y
-
ésta es una tarea política más complicada aún, a menos que
- con humildad- se reconozcan los errores cometidos durante todos estos
años.
Durante
años se apostó a que
-
los salarios subieran más que el dólar y las tarifas;
- ahora se intenta aumentar el
dólar y las tarifas más que los salarios.
-
Antes se estimulaba el consumo, pero
-
ahora se intenta reducirlo, ya que
-
no existen niveles de producción y exportación que puedan sostener
ese consumo y
-
las importaciones que la economía demanda.
- El problema es económico y social,
- pero sobre todo, político:
¿Cómo explicar a la población
que sus salarios deberán aumentar un 18%, cuando el dólar va a crecer más del
30% y las tarifas otro tanto?
En
particular,
¿cómo hacerlo cuando todos saben que semejantes
aumentos del dólar y las tarifas provocarán aumentos de precios muy superiores a
la pauta salarial de ese 18%?.
-
La señal del Gobierno es de más inflación y menos
salarios.
Esa señal
descarga una ola salvaje de pujas distributivas.
El que
tiene poder negociador lo ejerce, como lo hacen los policías, con sus
circunstanciales aliados, los saqueadores.
La puja continuará con más
actores que van a defender sus ingresos.
Ninguno
puede percatarse que
-
estamos en un juego suicida:
- con la economía encerrada, con
- importaciones de energía en aumento,
- inflación creciente y
- reservas de divisas decrecientes,
-
somos más pobres de lo que creemos.
En el
conflicto distributivo no nos hacemos más ricos, simplemente
- distorsionamos, más aún, la
estructura de precios y remuneraciones.
-
La racionalidad individual del "sálvese quien pueda" supera a
-
la racionalidad colectiva, que escasea por falta de un gobierno con
autoridad
moral para llamar a la
cordura.
La mina antipersonal se
activó.
No produjo
un estallido fuerte y corto como el del 2001/2002.
Estamos
viviendo, en cambio,
-
una explosión menos aguda, pero
- más larga y más dolorosa.
Lamentablemente,
-
no hay nada que se pueda hacer,
-
ninguna medida económica puede evitar
- la explosión que ya está en curso.
-
No hay más remedio que convivir con la explosión.
Recién
cuando todo pase se podrá diseñar un plan económico
consistente.
Antes que
eso, como en 2001/2002,
-
la sociedad deberá devaluar sus expectativas,
-
reconocer que somos un país pobre e
-
intentar construir una nueva oportunidad
- con
humildad.
Ojalá
hayamos aprendido de esta década que
-
tener el precio de la soja circunstancialmente alto no es sinónimo de
riqueza
sustentable,
-
tanto como no lo fue el endeudamiento de los 90.
-
Y no lo será tampoco el petróleo y el gas de Vaca
Muerta.
-
Los dólares que entran en virtud del azar de la fortuna no constituyen
riqueza.
- La riqueza está en
- la educación,
- el trabajo,
- la tecnología,
- los emprendedores que ponen en el
mercado internacional
productos, servicios y procesos innovadores,
- el respeto a ley,
- un Estado profesional y
- dirigentes políticos que también cumplan con la ley y
- no mientan
ni roben.
Luis Rappoport - La Nación - Buenos Aires - 2-Ene-2014
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