Pero leer exige constancia. Y tiempo. Es un hábito trabajoso y, cada vez más, en desuso: cosa de otra era, reliquia arqueológica.
Y el señor Zapatero es un hombre muy moderno.
Haber leído a Marx, no obstante, le hubiera ahorrado un cruel ridículo. El que acaba de hacer ante la prensa económica inglesa.
Cuyos analistas tienen la mala costumbre de saber de qué cosa hablan, y la aún peor de haberse zampado todas las bibliotecas.
Porque -es asombroso, visto desde aquí- en Inglaterra aún queda alguna que otra Universidad magnífica.
Y haber leído a Marx en los lejanos años de estudiante sirve al menos para saber eso:
- que las oscilaciones económicas las rigen determinaciones materiales;
- que nada pintan en sus ciclos las malas o la buenas voluntades;
- que a uno no lo arruinan perversos conspiradores,
- que uno se arruina a sí mismo cuando hace un cálculo errado;
- que el enriquecimiento capitalista no es «el robo» perpetrado por una banda desalmada de empresarios y brokers;
- que es el resultado, por el contrario, del más estricto atenerse a las leyes del mercado, y
- que precisamente a eso -incremento de capital sin violación de ley- es a lo que Marx llama en alemán "Mehrwert",
- que solemos traducir por «plusvalía», mejor, «plusvalor».
De eso trata el Libro I del Capital, su obra maestra, a la cual dediqué mi tesis doctoral, hace ahora como varias eternidades.
No hay un solo izquierdista de entonces al cual no le hubiera dado un ataque letal de risa ante el necio pardillo que atribuyera una bancarrota a malévolos designios conspirativos.
Eso quedaba para "peronistas" y otros "fascismos locales".
Que un gobernante normal se hubiera atrevido a decir tal cosa nos hubiera sonado tan hilarante como lo de la «conspiración judeo-masónica» que atenazaba a nuestros padres.
Pero no hay paradoja: en lo hondo, no existe heredero más fiel del proteccionismo franquista que el PSOE.
Desde la transición. La única diferencia de los últimos seis años es que del PSOE se han hecho cargo sus más impecables nulidades. Siguiendo tal vez los aires del tiempo, que ya sólo permiten identificarse con lo necio:
- ya sea una petarda del corazón televisivo,
- ya un político;
- mercancías, al cabo, intercambiables.
Si estamos con un pie en la bancarrota es porque este Gobierno ha hecho exactamente lo contrario de lo que dicta la ciencia económica para tiempos de crisis.
Y no es conspiración. Es incompetencia.
Conspiración, dicen ellos.
Cuyos analistas tienen la mala costumbre de saber de qué cosa hablan, y la aún peor de haberse zampado todas las bibliotecas.
Porque -es asombroso, visto desde aquí- en Inglaterra aún queda alguna que otra Universidad magnífica.
Y haber leído a Marx en los lejanos años de estudiante sirve al menos para saber eso:
- que las oscilaciones económicas las rigen determinaciones materiales;
- que nada pintan en sus ciclos las malas o la buenas voluntades;
- que a uno no lo arruinan perversos conspiradores,
- que uno se arruina a sí mismo cuando hace un cálculo errado;
- que el enriquecimiento capitalista no es «el robo» perpetrado por una banda desalmada de empresarios y brokers;
- que es el resultado, por el contrario, del más estricto atenerse a las leyes del mercado, y
- que precisamente a eso -incremento de capital sin violación de ley- es a lo que Marx llama en alemán "Mehrwert",
- que solemos traducir por «plusvalía», mejor, «plusvalor».
De eso trata el Libro I del Capital, su obra maestra, a la cual dediqué mi tesis doctoral, hace ahora como varias eternidades.
No hay un solo izquierdista de entonces al cual no le hubiera dado un ataque letal de risa ante el necio pardillo que atribuyera una bancarrota a malévolos designios conspirativos.
Eso quedaba para "peronistas" y otros "fascismos locales".
Que un gobernante normal se hubiera atrevido a decir tal cosa nos hubiera sonado tan hilarante como lo de la «conspiración judeo-masónica» que atenazaba a nuestros padres.
Pero no hay paradoja: en lo hondo, no existe heredero más fiel del proteccionismo franquista que el PSOE.
Desde la transición. La única diferencia de los últimos seis años es que del PSOE se han hecho cargo sus más impecables nulidades. Siguiendo tal vez los aires del tiempo, que ya sólo permiten identificarse con lo necio:
- ya sea una petarda del corazón televisivo,
- ya un político;
- mercancías, al cabo, intercambiables.
Si estamos con un pie en la bancarrota es porque este Gobierno ha hecho exactamente lo contrario de lo que dicta la ciencia económica para tiempos de crisis.
Y no es conspiración. Es incompetencia.
Conspiración, dicen ellos.
Para arruinar a España. Lo cual, como todo el mundo sabe, es el placer más alto de los degenerados hijos de Albión. ¡Manda narices!
Mi niñez está hecha de las mismas proclamas. Por lo menos, entonces se ponían la camisa azul para largarlas. Y daba aún más risa. Ahora lo hacen con ropita de diseño y sonrisa de oreja a oreja.
- ¡Para morirse de la depre!
Conspiración, dicen ellos.
Con la tierna ingenuidad del infante que sueña someter la inexorable determinación material a sus joviales caprichos.
Con la perversa ingenuidad del infante que maldice como maquinación diabólica todo cuanto se rebela a sus letanías.
Y la buena voluntad que de sí mismos proclaman, los exime de todo.
Pero la buena voluntad es el pésimo modo de arrojarse sonriendo al precipicio. O de arrojarnos. Ignorándolo.
Pero los precipicios nunca nos ignoran a nosotros. Y no es conspiración, es ruina.
Marx tenía muy mala leche.
- Nada podía encolerizarlo más que un infantil utópico;
- que un idiota que confunde economía y robo.
Eso aprendimos algunos. Leyéndolo.
Pero leer es rito antiguo. Zapatero es moderno.
Mi niñez está hecha de las mismas proclamas. Por lo menos, entonces se ponían la camisa azul para largarlas. Y daba aún más risa. Ahora lo hacen con ropita de diseño y sonrisa de oreja a oreja.
- ¡Para morirse de la depre!
Conspiración, dicen ellos.
Con la tierna ingenuidad del infante que sueña someter la inexorable determinación material a sus joviales caprichos.
Con la perversa ingenuidad del infante que maldice como maquinación diabólica todo cuanto se rebela a sus letanías.
Y la buena voluntad que de sí mismos proclaman, los exime de todo.
Pero la buena voluntad es el pésimo modo de arrojarse sonriendo al precipicio. O de arrojarnos. Ignorándolo.
Pero los precipicios nunca nos ignoran a nosotros. Y no es conspiración, es ruina.
Marx tenía muy mala leche.
- Nada podía encolerizarlo más que un infantil utópico;
- que un idiota que confunde economía y robo.
Eso aprendimos algunos. Leyéndolo.
Pero leer es rito antiguo. Zapatero es moderno.
GABRIEL ALBIAC - "ABC" - Madrid - 10-Feb-2010
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