domingo, 28 de febrero de 2010

Enfrentando un nuevo terremoto

Hasta el cierre de esta edición, el balance de los efectos del terremoto que afectó ayer desde la V a la IX Región, incluyendo a la Metropolitana -esto es, la zona más densamente poblada del territorio y la que concentra una proporción fundamental de las actividades del país-, indicaba
- más de 300 muertos,
- cerca de 2 millones de damnificados,
- 1,5 millón de viviendas con daños y
- 500 mil de ellas con niveles de destrucción severos.
Se temía que estas cifras pudieran empeorar, a medida que se reuniera mejor información sobre múltiples zonas y casos. "Esto fue un cataclismo", resumió el ministro del Interior.
Geográficamente, este desastroso sismo tuvo alcances nacionales, a diferencia de los de
- Valparaíso (1906),
- Chillán (1939),
- Concepción a Valdivia (1960),
- Santiago (1985) y
- Tocopilla (2005),
que golpearon zonas menos extensas.
Su costo en dolor humano y en pérdidas materiales es muy cuantioso y, sin duda,
- tendrá efectos perjudiciales en el proceso de recuperación
- que Chile esperaba poder consolidar tras la crisis financiera mundial.
Con todo, cabe observar que, comparativamente, nuestro país resistió este golpe en mejor pie que en ocasiones anteriores si se consideran, por ejemplo, los 28 mil muertos de 1939, ante una magnitud sísmica de 8,3.
Chile ha ido aprendiendo de las duras experiencias acumuladas a este respecto desde su fundación, y las prevenciones incorporadas a sus normas constructivas parecen impedir hoy una aniquilación como la de ciudades enteras en la época monárquica, o como la de Haití en enero pasado, cuando un sismo de grado 7 produjo devastación total y un número de muertes estimado en 300 mil.
Sin embargo, tenemos precedentes de "terremotos hipócritas", de modo que el juicio definitivo a este respecto debe permanecer en suspenso por ahora.

Hay edificaciones e infraestructuras recientes que no resistieron como cabía esperar, y es probable que haya más víctimas y daños en numerosas localidades menores campesinas y costeras, muy vulnerables por su pobreza y aislamiento.
Pero las comparaciones referidas no bastan para concluir que la preparación de nuestro país frente a estos eventos siempre previsibles sea satisfactoria.
Este terremoto ha dejado en evidencia varias fallas gruesas. Desde luego,
- El sistema de información oficial mostró fallas ostensibles: hasta muy avanzado el día, las autoridades no contaban con una recopilación de datos completa y fidedigna, e ignoraban el estado de cosas en múltiples localidades.
Podría entenderse que los sistemas privados de comunicaciones colapsaran por largas horas, pero sorprendió que las redes oficiales no exhibieran un plan de contingencia eficaz.
- Asimismo, resalta la necesidad de que se apresure cuanto antes el logro de la plena conectividad longitudinal del país.
Hoy tenemos -aunque con las fragilidades que se vieron ayer- casi dos tercios del territorio unidos por doble vía paralela. Urge extender esa unión paralela, para que el país no quede nuevamente interrumpido, como ocurrió en no escasa medida en este caso.
- Lo más flagrante, sin embargo, es que Santiago no puede contar con un solo aeropuerto, y el colapso de Pudahuel y el consiguiente aislamiento interno y externo durante por lo menos 72 horas -aún en curso- ratifican el enorme error de haber suprimido la alternativa de Cerrillos, como este diario y tantas voces técnicas lo advirtieron una y otra vez en su hora.
Ése es otro flanco que exige la más pronta corrección, pese a un costo de tiempo y recursos que habría podido evitarse con mejor juicio.
Ahora, cabe esperar que la enorme tarea de reconstrucción se lleve adelante, en contraste con las muchas deficiencias registradas en 1939,
con
- el ánimo unitario y
- la eficacia
- que se observaron tras los terremotos de 1960.
En este último caso, la clave de los logros estuvo principalmente en la coordinación encomendada con claridad y energía al Ministerio de Economía, Fomento y Reconstrucción -modelo que merece considerarse, con los ajustes obvios que demanda el medio siglo de experiencia adicional recolectada desde entonces-.
De hecho, tras el terremoto de Tocopilla, la segunda etapa de la actuación gubernamental -después de una lamentable descoordinación inicial, particularmente en el sector vivienda- parece mostrar que esa lección fue aprendida.
Las cifras de vivienda adelantadas por la ministra del ramo gravitarán pesadamente sobre el futuro inmediato de un sector que recién vislumbraba la superación del problema de los campamentos.
Ello se suma a otros múltiples requerimientos de reconstrucción en infraestructura y de recuperación de pérdidas en el sector privado, aún no cuantificados.
Chile está en condiciones de abordar estas necesidades sobrevinientes, lo que demandará
- Un "esfuerzo racionalizador" que toda la población deberá asumir con "espíritu solidario".
Éste debe prevalecer frente a las urgencias presentes,
ante las cuales la ciudadanía espera que las diferencias partidistas sean generosamente dejadas a un lado.
Editorial - "El Mercurio" - Sgo. de Chile - 28-Feb-2010

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