- Incapaz de imponer medidas correctoras a sus socios
- que permitan mantener la estabilidad y armonía económica del conjunto.
Era sabido que Grecia caminaba directamente hacia el precipicio:
- Hace un lustro que su deuda pública se mueve por encima del 100% del PIB.
- Sin embargo, a esa gestión suicida las autoridades europeas sólo han respondido con amonestaciones retóricas,
- aunque es cierto que los Estados miembros de la UE son naciones soberanas e independientes y
- por tanto la capacidad de presión sobre ellos es limitada.
La perversidad de la actual situación es que los países que cumplen con los planes de estabilidad y mantienen una política económica rigurosa se ven obligados a salir al rescate de aquellos otros que por la mala gestión de sus gobiernos crean zozobra en el sistema.
Se trata de una realidad manifiestamente injusta, que fomenta además que haya gobiernos manirrotos, dado que pueden confiar en que siempre habrá quien llegue en su auxilio.
No es de extrañar, por ello, que líderes como Sarkozy vengan reivindicando la necesidad de crear un gobierno económico de la UE.
Zapatero dio un paso inspirado en esa filosofía cuando, coincidiendo con la inauguración oficial del semestre de la Presidencia española, reclamó que pudieran concretarse unos objetivos económicos obligatorios para todos los países de la UE, cuyo cumplimiento fuera exigible bajo la amenaza de sanciones.
La propuesta de Zapatero fue recibida con críticas de algunos Gobiernos europeos, como el alemán, pero seguramente más por una cuestión de forma y de matices que de fondo:
- la medida no se había pactado previamente,
- olvida que la UE es incapaz de imponer ahora ese tipo de decisiones y
- obvia la poca legitimidad de España para levantar la mano y pedir multas,
- dado que, llegado el caso, seríamos de los primeros en tener que rascarnos el bolsillo.
Aunque las críticas recibidas llevaron entonces a miembros del Gobierno español a asegurar que Zapatero nunca habló de sanciones, la verdad es que, cada día más, se abre paso la idea de que hay que cambiar la situación actual.
En la opinión pública alemana o francesa, por ejemplo, empieza a cundir el hartazgo por el agravio que supone que,
- mientras unos gobiernos europeos se aprietan el cinturón,
- otros insisten en políticas insostenibles de gasto público,
- incapaces de asumir la impopularidad de las necesarias medidas de ajuste.
La ayuda que la UE va a prestar a Grecia puede marcar un punto de inflexión en la manera en la que ha venido dirigiéndose la política económica en el continente.
Por primera vez, los técnicos de la Comisión europea van a ejercer un control detallado sobre las cuentas de un país miembro. Las cosas han ido demasiado lejos y,
- a cambio del salvamento financiero,
- se va a exigir austeridad y seriedad en la gestión.
Y es que, puesto que Europa ha dado el paso de tener una moneda única, lo razonable sería que
- hubiera un único gobierno económico para toda la eurozona.
De esa forma se acabaría con la asimetría actual que generan las distintas políticas financieras y laborales, y también con el libertinaje que en esta materia exhiben algunos Ejecutivos, especialmente sangrante en épocas de vacas flacas.
No es de recibo, por ejemplo, que el plan de austeridad del presidente Zapatero se haya quedado este año en
- el 8,5% de lo prometido a Bruselas,
- cuando España tiene un déficit público del 11,4% del PIB.
Por eso, sólo imaginar a una Merkel o a un Sarkozy liderando la política económica de Europa
- Sería un alivio y un acicate para muchos países y para millones de ciudadanos.
Editorial - "El Mundo" - Madrid - 14-Feb-2010
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