domingo, 25 de noviembre de 2012

"Pavos reales" disminuirían decersión escolar y pobreza


Pocas cosas molestaban más a Charles Darwin, padre de la idea de que las especies evolucionan por selección natural, que la exuberante cola de los pavos reales.


Para el famoso naturalista inglés, cada característica morfológica de un ser vivo no había sido producto de ningún diseño inteligente de ser superior alguno, sino por el contrario, la consecuencia de circunstancias particulares del medio ambiente que, en un momento del tiempo, le habían conferido una ventaja al poseedor de la misma.
Pero la vistosa cola de los “Pavos Cristatus” no servía como un arma, ni como un escudo, sino que exponía a esos pobres animales como si fueran un letrero de neón promocionando el almuerzo seguro de los depredadores.
- ¿Cómo podría haber sido tan estúpida la naturaleza?
- ¿Estaba equivocada la teoría de la evolución?

Cuestión sexual
Doce años tuvieron que pasar desde que “El Origen de las Especies” viera los anaqueles, para que el brillante científico le encontrara una explicación al dilema y postulara su teoría de la selección sexual.
En efecto, tener una larga y pesada cola insumía recursos energéticos, aumentaba la exposición y hacía más torpe la huida, pero, y es un pero muy grande, aumentaba las chances de ser elegido por las hembras de la especie subiendo notablemente las probabilidades de reproducción.
Dado que la cola significaba en realidad una desventaja en términos de supervivencia, la hipótesis fue que era una especie de “lujo” que solo los animales de excelente salud y estado físico podían darse, para demostrar sus buenos genes.
Durante 123 años la conjetura perteneció al dominio de lo plausible, pero en 1994 Marion Petrie, una astuta zoóloga de la Universidad de Oxford, decidió probar experimentalmente si Darwin estaba en lo correcto, para lo cual junto con un colega le cortaron varias plumas de la cola a un conjunto de pavos que habían estado muy “activos”, sexualmente hablando, en la última temporada de apareamientos y se los injertaron, cual extensiones, a los pavos que habían tenido menos suerte.
El resultado fue notable; los implantes aumentaron sistemáticamente las chances de que los animales trasplantados fueran elegidos por las hembras cuando la temporada de celo retornó.

El pavo y el consumo
No pasó mucho tiempo para que los economistas utilizaran el “efecto pavo real” para
- explicar comportamientos de consumo cuyo fin
- no era satisfacer ninguna necesidad particular de
  los sujetos
- sino tan solo aparentar ante los demás.
Jill Sundie, de la Universidad de Texas, por ejemplo, llegó a la conclusión de que
- los autos más caros, como un Porsche Carrera GT,
- no son los que tienen las mejores prestaciones y
- sin embargo terminan siendo muy demandados,
- mayoritariamente por hombres,
del mismo modo que los celulares de alta gama también se venden en una proporción muy superior en el mercado masculino.
Este consumo presuntuoso, busca así señalizar
- la capacidad de altos ingresos de quien lo ostenta,
  incluso
- cuando ello sea al costo de un seguro carísimo o
- una mayor probabilidad de sufrir un delito violento.
Pero pronto aparecería otra investigación que forzaría a que los economistas reexaminaran el fenómeno. La experta en Ecología comportamental de la Universidad Canadiense de Queens, Roslyn Dakin, dio un paso más y publicó un artículo el año pasado en la prestigiosa Animal Behaviour, demostrando que en realidad
- no siempre el pavo con la cola más larga y vistosa
- es el que conquista más hembras de la especie, sino
- que la cuestión del tamaño penaliza en realidad a
- los que poseen colas excesivamente pequeñas (por
  debajo de la media).
Este último descubrimiento podría dar cuenta de los resultados de una reciente investigación del profesor Omer Moav, de la Universidad de Tel Aviv, quien encontró que
- las familias pobres de algunas regiones de la India
- invertían solo un 3% de sus ingresos en la educación
  de los niños,
- pero dilapidaban hasta 15% en festividades varias.
Otras investigaciones en el Congo por ejemplo, detectaron
- familias que no tenían mosquiteros (fundamentales
  para evitar la malaria) porque
- aducían que no disponían de los 2,50 dólares que
  costaban, aún cuando
- gastaban 10 dólares por mes en celulares y unos
  12 dólares en bebidas fuera del hogar.

Circulo vicioso
La conclusión de estos economistas es que
- si la gente no gasta en bienes por la satisfacción
  que les proporciona el consumo, sino
- para señalizar sus aspiraciones sociales y demostrar
  a sus vecinos y conocidos
- “que no son el pavo de la cola corta”, pues
- se perpetuará la pobreza en un círculo vicioso sin fin.
Si realmente existe
- un “efecto pavo real” por el que las clases más bajan
- dilapidan sus oportunidades en zapatillas y celulares
  de alta gama,
- entoces se podría aprovechar esa avidez, no ya por
  ostentar superioridad sino
- para demostrar pertenencia, simplemente haciendo qu
- que las inversiones que pueden sacarlos de la pobreza
  (como las hechas en educación)
- resulten más “visibles” para los otros.
Así, por ejemplo,
- las universidades podrían imprimir buzos y remeras
  con sus logos
- para que los alumnos señalicen orgullosos su
  pertenencia a la institución y ello
- los incentive a estudiar más para mantenerse en
  el sistema,
del mismo modo que el Ministerio de Educación podría
- subsidiar uniformes para todas las escuelas públicas,
- lo que sin dudas, bajaría
- las tasas de abandono escolar,
- porque que los padres podrían “ostentar” orgullosos
- la condición de estudiantes de sus hijos.
Martín Tetaz - El Día - La Plata - 25-Nov-2012

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