Argentina termina una campaña electoral de tres meses y entra en
otra que durará hasta las presidenciales de 2015.
Arranca la era del vacío, con un Gobierno acéfalo y
errático, y un modelo económico que hace agua
Hubo elecciones. Los unos dicen que ganaron; los otros dicen que ganaron.
Los unos dicen que perdieron los otros; los otros, que los unos. La matemática
electoral no es la rama más exacta de esa ciencia exacta pero, en general,
permite definir quién gana y quién pierde unos comicios.
En la Argentina actual no alcanza: es metáfora fuerte de un país dividido,
dos mundos que no se hablan; se gritan, a lo sumo.
El Gobierno dice que, con el 33%,
sigue siendo el partido más votado. Y es verdad, solo que había tenido el
54% hace dos años: perdió más de cuatro
millones de votos.
Las oposiciones dicen que dos tercios de los ciudadanos votaron contra el
oficialismo. Y es verdad, solo que se repartieron entre cinco o seis opciones
—incluidas varias peronistas—.
Así que el resultado se discute, y nadie dice que perdió, y
nadie cree del todo que ganó.
La Argentina real, mientras tanto, sigue dando vueltas, tiovivo
desbocado.
El pasado 30 de octubre se cumplieron 30 años de un día en que parecía que
empezaba un país nuevo. Aquel domingo votábamos tras siete años de brutal
dictadura; aquella noche, la sorpresa ocupaba las calles:
- el peronismo perdía por
primera vez en unas elecciones libres.
- Parecía que, muerto su
líder, empezaba a acabarse. Era otro espejismo: este domingo,
- 30 años después, los
varios “peronismos” en disputa sacaron el 60% de los votos.
Este domingo, en la Argentina, terminó una campaña electoral que duró tres
meses largos y empezó otra, que va a durar dos años.
- Empezó la era del
vacío.
Un vacío muy claro de poder. Estos días el Gobierno está
acéfalo:
- la presidenta reposa y
nadie sabe quién conduce.
El vicepresidente Boudou es tan impopular que su partido lo esconde y
ningunea: hace unos días le preguntaron al ministro del Interior qué haría si
Boudou le diera una orden y contestó: “Bueno, lo más probable es que eso no
ocurra…”.
Mientras, la presidenta lleva semanas encerrada en su enfermedad y nadie
sabe qué hace, qué dice, qué piensa. Sus próximos dicen que la mantienen
perfectamente desinformada por prescripción médica; para una mujer acostumbrada
a la actividad sin pausa,
- tantas horas de no tener en
qué pensar deben dar mucho que pensar.
En unas semanas tendría que volver a su trabajo; nadie sabe en
qué condiciones y, en cambio, todos saben que —tras estas
elecciones—
- ya no tiene ninguna chance de reelegirse en las presidenciales
de 2015.
- Tampoco tiene un
heredero fiable —
porque su herencia ahora es una carga y porque
- la tradición
peronista dice que ningún heredero es fiable:
- que todos deben,
una vez llegados al poder, traicionar al que se lo ha entregado
- para no dejar vivo a
un enemigo peligroso—.
Así que, vacía de cualquier continuidad,
Cristina Fernández tiene que
- seguir dos
años más tras el fracaso de su plan.
Tiene a su favor el Parlamento: son las pequeñas delicias de la
delegación democrática, que hace que
- un partido
mayoritariamente rechazado por los electores tenga
- la representación
mayoritaria de esos electores.
Alguien podría suponer que querrá aprovecharlo para cumplir sus metas más
deseadas, si se pudiera saber cuáles son esas metas.
Su política reciente ha sido más que
errática, vacía por acción y reacción:
- pagar bonos de deuda
después de decir que nunca los pagaría,
- firmar contratos con la
norteamericana Chevron después de echar a Repsol so pretexto
de nacionalismo petrolero,
- nombrar a un general
represor al frente del Ejército para conseguir que ese Ejército
se vuelva más “nacional y
popular”,
- abrazar al Papa que atacaba
como cardenal, y tantas otras.
Alguien podría suponer entonces que
- su única meta es
mantener el poder como sea y que, impedida de conseguirlo,
- ya no le quedan otras y
quiere abandonar.
Alguien podría suponer, en cambio, que
- su natural luchador lo
llevará a pelear hasta las últimas, aún sin futuro,
-
imaginando futuros más mediatos, retornos,
operaciones medio mágicas.
Alguien podría suponer que
- la ayudará a imaginarlos
su triunfo más reciente:
- acaba de ganar la lucha
leguleya contra su antiguo aliado, el Grupo Clarín, que
- sus tropas habían
convertido en una suerte de guerra santa inverosímil,
- la Tía de todas las batallas.
Alguien podría suponer tantas otras opciones:
- no es bueno tener
que suponer a un presidente.
- Por ahora, su
ventaja es que se enfrenta a poco.
- El rechazo de su
retórica de falsa izquierda populista abrió las puertas para
- la restauración de
un discurso de orden y mercado.
El hartazgo de su idea de
- la política como pelea
permanente puede convertirse
- en hartazgo de la
política a secas.
Si la elección presidencial fuera mañana, se decidiría entre tres señores
con aspecto de jóvenes dinámicos sonrientes eficientes inocentes de cualquier
idea, que parecen dibujados por el mismo creativo publicitario:
- el alcalde de la ciudad de
Buenos Aires, Mauricio Macri;
- el gobernador de la
provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli;
- el alcalde del Tigre y gran
esperanza blanca del mes, Sergio Massa.
Scioli y Massa son peronistas; Macri dice que es o que no es según los
días.
Scioli es parte del aparato kirchnerista, Massa lo fue, Macri no.
Los tres son variaciones sobre
- el tema del cuarentón o
cincuentón juvenilista buen mozo bien humorado que
- no va a aburrir al público
hablándole de programas o de ideologías sino que
- lo tranquilizará
repitiendo una y mil veces que lo entiende, que sabe que
- lo que “la
gente” quiere es
-
vivir en paz,
- que no
haya inflación,
- que no
haya corrupción,
- que no
haya delincuentes,
- que los
dejen tranquilos.
Un discurso por reacción, muy cerca del vacío:
- la canción
habitual de la derecha latinoamericana en estos días.
Pero faltan dos años para esas elecciones. Mientras tanto, en
la era del vacío,
- lo que amenaza es un
modelo económico que hace agua por demasiados lados.
Largos errores del Gobierno:
- los subsidios a los
servicios públicos,
que empezaron con
- unos 4.000 millones de
pesos en 2003, van a llegar este año
- a los 140.000 millones;
los reciben corporaciones de energía, transportes,
comunicaciones que, pese a esas dádivas, funcionan cada vez peor:
- las redes de gas y agua y
electricidad no dan abasto,
- los trenes chocan,
- los caminos colapsan.
Por otro lado las importaciones de petróleo y gas
—en un país que hace 15 años se autoabastecía— andan
por
- los 7.000 millones de
dólares anuales.
Y el sector industrial tiene un déficit de
- 20.000
millones.
Así que
- las exportaciones de
granos y otras materias primas cubren cada vez menos y
- el Gobierno, para
paliar el déficit, imprime pesos y
- el ciclo inflacionario
se dispara y todos los fantasmas argentinos se disparan.
Y las realidades:
- los sueldos otra vez no
alcanzan,
- la cantidad de pobres y
desocupados y desnutridos crece,
- la criminalidad aumenta,
- la falta de futuro.
- El ciclo corre hacia un
final más o menos brutal, tan argentino.
Cristina Fernández
- hará todo lo
posible para que no le suceda: no a ella.
Imagino estos dos años que faltan para las presidenciales de 2015 como una
lucha en el barro en que el kirchnerismo intentará por todos los medios
postergar ese final hasta después de entregar el poder y los que aspiran a
recibirlo querrán, inconfesable, que
-
el estallido se produzca antes, para no tener que hacerse
cargo.
No es un panorama alentador y en el medio,
- bajo el fuego cruzado, hay
40 millones de personas y
- más años perdidos de
antemano, vacíos de proyectos.
Pero por suerte hablamos de Argentina,
- un país donde
todo puede pasar;
- un país donde,
si algo se puede prever, es que
- nunca
puede preverse nada.
Martín Caparrós - El País - Madrid - 2-Nov-2013
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