jueves, 14 de noviembre de 2013

Jueces comprometidos


"... si los jueces no acatan la ley, se distorsiona todo el sistema institucional y caemos de modo irremediable en la dictadura judicial. En Chile comenzamos a vivir los primeros síntomas de este fenómeno ..."
 
La evidencia parece irrefutable. Una fracción minoritaria de nuestros jueces, en especial los que integran la justicia penal,
- están comprometidos con una concepción ideológica que 
- los enfrenta, en forma constante,
- con las leyes que deben aplicar.
Para que un fallo judicial
- tenga poder vinculante (valor), debe fundarse en lo preceptuado en la ley.
Del contenido de esta última se extraerán los elementos normativos que, incorporados a la sentencia, permiten dotarla de validez y hacerla cumplir coercitivamente.
Por consiguiente, los conflictos intersubjetivos se resuelven de acuerdo a los principios consagrados en la ley (norma), que es una manifestación de voluntad de los otros poderes del Estado —colegisladores— democráticamente elegidos de acuerdo a la institucionalidad vigente.
El sistema judicial, desde esta perspectiva,
- solo funciona adecuadamente en la medida en que
- los jueces sean leales al mandato legal
- sus resoluciones no busquen la forma de eludirlo para
- fallar según sus personales preferencias.Para demostrar las virtudes de este sistema, debe tenerse en consideración que
- la ley que invoca el sentenciador ha debido existir y hallarse en vigencia
- antes de generarse el conflicto que se trata de dirimir y que, por lo tanto,
- no respetar las “reglas del juego” acarrea 
- la peor injusticia que puede cometerse.
- Asumir lo ordenado en la ley, en consecuencia, es una manera de
- honrar la voluntad de la mayoría ciudadana democráticamente manifestada.Es curioso observar cómo protesta el público cuando en un espectáculo deportivo el árbitro (juez) no respeta el reglamento (ley) y cobra las faltas según sus simpatías e inclinaciones.
Sin embargo, no se formula la misma protesta cuando un juez se aparta de lo que ordena la ley.
Es probable que ello ocurra porque estos últimos
- justifican hábilmente sus determinaciones con 
- argumentos aparentes y casi siempre especiosos.
Pero lo cierto es que, en uno y otro caso, la situación es la misma.
- Si los jueces no acatan la ley, 
- se distorsiona todo el sistema institucional y
- caemos de modo irremediable en la dictadura judicial.
En Chile comenzamos a vivir los primeros síntomas de este fenómeno.
Las políticas públicas, en cuestiones tan sensibles como la generación eléctrica, los sistemas de salud y la lucha contra la delincuencia,
- chocan frontalmente contra la voluntad de algunos magistrados que, 
- al parecer, tienen una visión distinta de la manera en que 
- deben enfrentarse estos problemas.
Como resulta inevitable, las relaciones entre los Poderes del Estado, en este contexto, se deterioran en forma progresiva, provocando un distanciamiento que impide una acción eficiente y mancomunada.
Lo ocurrido con el proyecto de Observatorio Judicial es elocuente a este respecto.
Lo que señalamos queda de manifiesto en lo relativo a los planes sobre seguridad pública, política que debería comprometer a toda la población, y que ha redundado en un creciente desprestigio del Poder Judicial.
- No existe un estímulo más potente para el delincuente que la impunidad.
En la medida en que se aprecie que
- la mayor parte de los delitos quedan sin sanción, la criminalidad seguirá creciendo.Se ha sostenido, con insistencia, que no corresponde a la judicatura prevenir el delito y que ello es tarea de otras reparticiones del Estado.
Pero la realidad demuestra que
- la incapacidad de las instituciones para combatir el delito, 
- deriva, en gran parte, de la sensación de impunidad que 
- domina en el submundo criminal.
El “garantismo”, concepción que privilegia el tratamiento que se brinda al hechor en desmedro del ofendido, y al que adhiere un sector de nuestros jueces penales,
- no puede fundarse en el respeto a los derechos humanos, porque
- el infractor atenta precisamente contra ellos y 
- casi siempre con una perversidad inhumana.Mucho menos pueden los jueces
- asumir compromisos ideológicos y 
- dejar que los mismos orienten sus decisiones.
Si se estimara que
- el que infringe la ley es una víctima de la sociedad y, 
- por lo mismo, debe ser amparadoincluso 
- vulnerando el mandato de la norma legal,
- el juez se transformaría en un censor de la función legislativa
- sobrepasando, en lo que le corresponde,
- el ejercicio de la soberanía e invadiendo el ámbito de otras potestades.No quisiéramos que la desconfianza que don Andrés Bello manifestó sobre la tarea de los jueces siga siendo un escollo insuperable para nuestra institucionalidad, pero
- todo demuestra que es un peligro que nos será difícil superar.
Pablo Rodríguez Gues - El Mercurio - Santiago de Chile - 14-Nov-2013

 

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