miércoles, 19 de noviembre de 2008

Capitanes del terror y el lujo


- Los piratas actúan en grupos hasta de 60 hombres y 10 lanchas
- Eyl se ha convertido en la capital del delito y el centro de operaciones.


Los pescadores de Puntland, al norte de Somalia, solían trabajar de sol a sol y malvivían sin apenas nada que echarse a la boca. Ahora algunos duermen en palacios, conducen cochazos último modelo, mantienen a varias esposas y hablan permanentemente por móviles que serían la envidia del ejecutivo de Manhattan. Aunque les gusta llamarse "guardacostas", han cambiado de profesión: son piratas.
La piratería es el gran negocio -sólo compite quizá con el tráfico de armas- en ese rincón olvidado del mundo. Somalia es un Estado fallido desde 1991, una tierra sin ley donde sólo las armas garantizan alguna posibilidad de sobrevivir. El Gobierno prooccidental apenas controla la capital, Mogadiscio -y ya es mucho decir-, mientras que las milicias islamistas ganan terreno día tras día.
Dentro de este caos, la región autónoma de Puntland, tan descoyuntada como el resto, goza de una ubicación privilegiada para el negocio, cerca del golfo de Adén. "Los piratas tienen dinero, poder y cada día son más fuertes", explica a la BBC Abdi Farah Juha, que vive en la capital regional, Garowe. Y añade: "Logran las mujeres más guapas, están construyendo grandes casas, tienen coches nuevos y armas modernas". "La piratería se ve como algo socialmente respetable. Se ha convertido en una moda y en una forma de estar a la última", concluye.
El negocio empezó a desarrollarse en la década de 1990 y sólo fue liquidado brevemente en un semestre de 2006, cuando los islamistas radicales se hicieron con el control de la mayoría del país y levantaron algo parecido a un poder central. Luego fueron derrocados por los soldados etíopes que invadieron el país con la connivencia de Occidente, asustado ante la posibilidad de que el nuevo régimen albergara a terroristas, y las viejas prácticas se convirtieron en una auténtica industria en la que confluyen muchos actores:
- antiguos pescadores que conocen como nadie los recovecos del mar,
- ex señores de la guerra que aportan el músculo tras décadas de experiencia como guerrilleros, y
- técnicos que dominan la tecnología imprescindible para planificar las acciones.
No se trata de ataques improvisados: detectan a sus presas con GPS, predicen su ruta y lanzan su emboscada. Normalmente, participan hasta tres lanchas, que suman entre 30 y 60 piratas armados hasta los dientes con Kaláshnikov, granadas y pistolas. En los golpes más arriesgados pueden participar hasta nueve lanchas rápidas.
Atrapado el botín, los delincuentes exigen rescates cada vez más astronómicos. Según estimaciones del centro británico Chatham House, en lo que va de 2008 los piratas han cobrado en rescates 30 millones de dólares (23,6 millones de euros).
Hace años, los piratas se conformaban con calderilla. Ahora exigen una millonada y van subiendo el precio a medida que se atreven con acciones más espectaculares. Por el barco ucraniano cargado de tanques empezaron exigiendo 22 millones de dólares, aunque ahora se conformarían con 8 millones, según las agencias internacionales.
El puerto de Eyl se ha convertido en la guarida más importante de los piratas. Es la capital del delito. De esta ciudad del noreste de Somalia salen muchos de los atacantes y allí se dirige a menudo a los rehenes y un séquito de agentes de todo pelaje dispuestos a hacer el negocio de su vida. Según los enviados de la BBC, unos sacan el portátil y se presentan como "contables" de los piratas. Otros se presentan como jefes del equipo negociador. Todos exhiben cargos rimbombantes.
Eyl parece inspirarse en una versión surrealista de las ciudades del Far West atestadas de canallas. Toda la economía de la zona está relacionada con la piratería, directa o indirectamente, lo que incluye el sector del catering: se han creado restaurantes especializados en preparar la comida de los rehenes y de los secuestradores.
La industria da riadas de dinero, pero se concentra en muy pocas manos. Las condiciones del resto se han deteriorado, pese a que ya partían de posiciones dramáticas. "Ha aumentado la circulación de droga y alcohol y llegan a las ciudades centenares de hombres armados atraídos por la piratería", explica a la BBC Mohamed Hasan. Todos los precios han subido de forma desorbitada, pero nadie se atreve a quejarse.
Los piratas están dispuestos a morir y matar. Pero no a perder su chollo.
Información - "El País" - Madrid - 19-Nov-2008

Obstáculos legales para combatir el fenómeno

La reacción de la comunidad internacional a la escalada de actos de piratería frente a las costas de Somalia se enfrenta, antes que a los piratas, a una notable serie de dificultades de facto y de derecho. Por un lado se yergue el obstáculo que representa Somalia en sí, por sus características de Estado fallido y con el que la colaboración judicial y policial es ineficaz, si no imposible. Por el otro, las limitaciones establecidas por el derecho internacional, que disciplina estrictamente las operaciones contra los piratas.
Los expertos coinciden en que el caos en las aguas es un reflejo de la desastrosa situación que aflige a Somalia, un país en el que el Estado no logra ejercer su autoridad y que constituye un refugio seguro para los piratas. "Por eso las iniciativas de la comunidad internacional son totalmente insuficientes", comenta Daniela Kroslak, analista del International Crisis Group. "El envío de flotas militares podrá proteger algunos barcos, pero no ataca la raíz del problema: las desastrosas condiciones que alimentan la piratería".
En cuanto al marco internacional, la ONU ha tratado en los últimos meses de facilitar la labor con varias resoluciones del Consejo de Seguridad. La 1.816, de junio, autoriza a los barcos extranjeros a perseguir piratas en aguas somalíes, lo que es una excepción al derecho marítimo internacional; la 1.838, de octubre, insta a los países con barcos o aviones en la zona a utilizar los "medios necesarios para reprimir los actos de piratería".
Aun así, según la 1.838, la represión debe ejercerse en "conformidad con el derecho internacional". Éste atribuye a los barcos de guerra el derecho de apresar buques piratas y permite enjuiciar a los presos en los tribunales del Estado que los captura, pero no autoriza, según señala Julio López, abogado del gabinete Uría Menéndez experto en derecho marítimo, a disparar contra ellos si no es en autodefensa. Menos concebible todavía sería un ataque directo contra los puertos que amparan a los piratas, a no ser que una resolución de la ONU lo autorizara expresamente.
"Lo que se necesita es un esfuerzo político en Somalia", insiste Kroslak. Los expertos temen que el poder disuasorio de la presencia militar resulte limitado, como sugiere Roger Middleton, en un estudio publicado por el think tank Chatham House. Los últimos secuestros, ocurridos tras un aumento de la presión en la zona, parecen confirmar que el sueño de riqueza puede más que el temor a la cárcel.

ANDREA RIZZI - "El País" - Madrid - 19-Nov-2008

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