lunes, 17 de noviembre de 2008

La crisis según 3 Premios Nobeles

Justicia frente a los países en desarrollo
Una crisis financiera global requiere una solución global. Lo mismo es válido para las regulaciones.
Durante mucho tiempo hubo una especie de carrera por aflojar las regulaciones cada vez más, guiada por la concepción errónea de que la liberalización conduce a la innovación.
En realidad los mercados financieros no deberían ser más que
- un medio para posibilitar una economía próspera y estable y
- desarrollando una mejor gestión de los riesgos.
Pero los mercados financieros no gestionaron los riesgos, los crearon.
Las familias estadounidenses no estaban en condiciones de hacer frente a los impredecibles tipos de interés y millones de personas perdieron sus casas. Por otra parte, miles de millones de dólares se invirtieron mal, lo que acarreó pérdidas muy abultadas.
Si queremos garantizar en el futuro una liberalización de los mercados financieros a escala mundial, en donde los productos financieros traspasen fronteras, debemos procurar que
- esos productos sean seguros y
- que, a su vez, las entidades vendedoras sean seguras y sanas y respalden estos productos
.
Los órganos de control nacionales e internacionales han fracasado. Las nuevas normas acordadas en Basilea II para la regulación de los bancos se basan en gran parte en la autorregulación, lo que constituye en sí una contradicción. Los bancos han demostrado que no son capaces de gestionar sus propios riesgos.
La estructura financiera global actual
- no es sólo insuficiente,
- sino también injusta,
- en especial con los países en desarrollo.
Ellos forman parte de las víctimas inocentes de esta crisis mundial ocasionada por EE UU. Incluso los países que hicieron bien las cosas, que regularon mejor sus economías y obraron con prudencia macroeconómica se han visto arrastrados por los errores de EE UU.
Peor aún es que el Fondo Monetario Internacional (FMI) exigiera en el pasado medidas procíclicas (por ejemplo, la subida de tipos de interés y de impuestos y restricción de gastos en una recesión), mientras que Europa y EE UU actuaban de forma diametralmente opuesta, es decir, implantaban medidas anticíclicas. Esto conduce a que en una situación de crisis se produzca una fuga de capital de los países en desarrollo. Y aquí es donde empieza el círculo vicioso.
Se acumulan los indicios de que los países en desarrollo necesitarán mucho dinero. Sumas que exceden la capacidad del FMI. Las fuentes de liquidez se encuentran en Asia y en Oriente Próximo. Pero,
- ¿por qué habrían de ceder esos países el dinero ganado con esfuerzo a una institución con un balance de resultados miserable, cuya política de liberalización ha provocado el caos actual y que continúa practicando una política asimétrica que contribuye a la inestabilidad?
Necesitamos una nueva institución para los países en desarrollo cuya dirección refleje las realidades de nuestro tiempo. Habría que crear esta institución lo antes posible.
Esto tiene que venir seguido de otras reformas:
- el sistema de reserva monetaria dependiente del dólar está dando muestras de desgaste;
- el dólar no ha resultado ser un buen preservador del valor.
- Pero una transformación hacia un sistema dólar-euro o dólar-euro-yen acarrearía aún más inestabilidad.
- Un sistema financiero global requiere un sistema de reserva monetaria global.
Una estabilidad perfecta es inalcanzable. Los mercados no se corrigen por sí mismos.

Sin embargo, hay aspectos que podríamos mejorar. Sería de esperar que con la cumbre de Washington los jefes de Estado empiecen a crear una estructura financiera global para que el siglo XXI pueda ser sólido y exitoso en todo el mundo.
JOSEPH E. STIGLITZ - Premio Nobel de Economía 2001 - "El País" - Madrid - 16-Nov-2008

Todo lo que ha salido mal hasta ahora
Es absurdo hablar del “final del capitalismo” como hacen algunos europeos. Llevar una buena vida presupone
- un trabajo remunerado,
- interesante y
- que plantee desafíos.
Para ello es necesario un capitalismo que funcione
.
Nadie duda que el sector bancario estadounidense ha fracasado. Los bancos compraban hipotecas y las empaquetaban como valores con garantía que luego se exportaban al extranjero en grandes cantidades y eran sobrevaloradas por las entidades que los adquirían.
Las agencias de calificación de riesgos fueron en gran parte cómplices de esa sobrevaloración. Los bancos comercializaban productos financieros tan complejos que un buen número de inversores no llegaba a comprenderlos.
Los propios bancos se causaron graves daños a sí mismos. La cuantía de sus préstamos y los créditos que habían contraído para conceder esos préstamos eran tan elevados en relación con su capital, que cualquier desajuste importante en el precio de los activos podía tener consecuencias devastadoras para la supervivencia de un banco.
El hecho de que los bancos estuvieran dispuestos a asumir riesgos cada vez mayores hasta llegar a la quiebra es una consecuencia de la remuneración de sus trabajadores:
- por cada día que el banco pudiera continuar haciendo negocios, aumentaba su riqueza.
- No existían reglas sobre la devolución de incentivos.

¿Es necesaria una regulación en este punto?
No hay duda de que en ciertas cuestiones son necesarias nuevas normativas. No obstante, muchos observadores argumentan que la ausencia de trabas a la actividad de los bancos debe atribuirse no tanto a que faltaran órganos de control, sino más bien a que éstos no acertaron a utilizar su poder. En cualquiera de los casos, es necesaria una nueva forma de pensar.
Un problema que debe resolverse es qué función debe ejercer el sector de la banca en la sociedad. En las últimas dos décadas los bancos han intentado cada vez más ganar dinero con hipotecas para viviendas o industrias. Como esto resultó difícil, en el futuro deberán
- bien reducir su volumen de crédito o
- bien desviar una parte de éstos hacia las empresas
.
La mayoría de los bancos parece haber perdido su pericia para los créditos a empresas o las inversiones.

¿Podrían los grandes bancos estadounidenses recuperar esa pericia?
La fuente natural para las jóvenes empresas de nueva creación son los "business angels", que entienden más de empresas nuevas que cualquier banquero.
Otro inversor natural son las entidades de capital de riesgo. También algunos fondos de cobertura son creativos a la hora de financiar nuevos proyectos.
No es beneficioso para una sociedad regular a
- inversores acaudalados,
- inversores de capital de riesgo y
- fondos de cobertura que inviertan en pequeñas o nuevas empresas o les presten dinero
.
Si la sociedad comete ese error, se resentirán tanto

- la fuerza innovadora
- como los salarios, el trabajo y la oferta de empleo
EDMUND S. PHELPS - Premio Nobel de Economía 2006 - "El País" - Madrid - 16-Nov-2008

El problema más acuciante, la recesión
En una crisis financiera las cosas suceden muy deprisa. La expansión del mercado inmobiliario y la crisis hipotecaria de las subprime ya son historia.
En esta situación, el Banco Central estadounidense, la Reserva Federal, debe poner a disposición más reservas de dinero en efectivo, y está cumpliendo con su misión.
- El 10 de septiembre las reservas ascendían a 47.000 millones de dólares;
- el 8 de octubre, a 180.000 millones de dólares; y
- el 22 de octubre ya llegaban a 329.000 millones.
Ésa es una buena política de un banco central.
- ¿Deberíamos preocuparnos de que la gente sencillamente se quede con las nuevas reservas y continúe reduciendo los gastos?
Es seguro que esto sucede en parte, pero, de todos modos, se pueden añadir nuevas reservas en cualquier momento.

¿Deberíamos preocuparnos por la inflación?
Por supuesto, siempre. Pero el problema acuciante en este momento es la recesión. Si la inflación continuara aumentando, las reservas se pueden volver a retirar con la misma rapidez con que se aportaron. En mi opinión, estas reflexiones son las más importantes en la actual política estadounidense.
Creo que tenemos posibilidades de evitar una recesión más profunda que la de 1982 si la actual política de crédito de la Reserva Federal se mantiene agresiva.
Creo que esto es lo más favorable que podemos esperar hoy en día. Y esto sigue siendo mucho mejor que una reedición de los años treinta.
La estructura de regulación que ha permitido estos acontecimientos debe reorganizarse. Esto no puede suceder en una semana, pero tampoco se va a lograr en un período en que aún sea posible influir positivamente en la crisis.
Los problemas de regulación que hay que solucionar se pueden resumir del siguiente modo:
- se necesitan instrumentos de pago de los que se pueda disponer con facilidad,
- que no entrañen riesgos de impago y
- que, por tanto, no puedan desencadenar tormentas en los bancos
.
La mejor vía para alcanzarlo sería un sistema bancario competitivo cuyos depósitos estén asegurados por el Estado. Pero esto sólo puede funcionar si existe una estricta regulación de los activos de esos bancos.
Si se lograra dicho equilibrio, una entidad que se encontrara fuera de este sistema regulado podría ofrecer depósitos con un riesgo algo mayor. Éstas podrían ofrecer réditos más elevados que los depósitos en bancos sujetos a un control más estricto.
Algunos consumidores y empresas considerarían esta oferta más ventajosa y colocarían allí sus depósitos. No obstante, si todos lo hicieran, la regulación ya no estaría protegiendo a nadie.
La estructura de regulación originaria de los años treinta parece haber dado solución a este problema durante 60 años. Sin embargo, para los próximos 60 años necesitaremos algo diferente

ROBERT E. LUCAS - Premio Nobel de Economía 1995 - "El País" - Madrid - 16-Nov-2008

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