miércoles, 12 de noviembre de 2008

La revolución quedó pendiente

Tantos de los que hasta hace una semana se desgañitaban contra Estados Unidos carecen ahora de adjetivos suficientes con los que ensalzar
- el «momento histórico»,
- el «cambio revolucionario»,
- el «salto sin parangón»
dado por la república norteamericana al instalar por primera vez a un ciudadano negro en la Casa Blanca.
Ayer se clausuraba en Rotterdam una conferencia sobre «Medios de Comunicación y Diversidad Cultural». A lo largo de los últimos meses ha congregado a periodistas y académicos de Alemania, Holanda, Turquía, Marruecos y España en sesiones celebradas en Berlín, Toledo y ahora Rotterdam.
También ahí la victoria de Barack Obama ha sido recibida como «revolucionaria».

¿Revolucionaria?
Muchos de los que jalean con delectación la victoria de Obama parecen querer ignorar que los padres fundadores norteamericanos eran cristianos que huían de la persecución de regímenes autoritarios y buscaban libertad para practicar su culto según su libre elección. De ahí que las raíces de la democracia norteamericana, que tan gran lección nos acaba de dar, sean raíces plenamente europeas. Esa sociedad de la que tan distanciados han estado los europeos a lo largo de estos años está fundada sobre valores casi idénticos a los nuestros.
La mayoría de los europeos cree colmada la democracia porque al fin ha ganado la Presidencia un hombre del que interesa destacar el elemento cultural diferenciador. Lo importante en él es su padre kenyata. Su madre blanca no cuenta.
Dejemos para el psicoanalista el análisis de por qué es tendencia mayoritaria la de atribuir la bondad y superioridad al que más se diferencia de nosotros. Lo que, bien pensado, nadie podrá negar es que este triunfo ha sido todo menos revolucionario.
Ha sido el resultado de la larga sedimentación de la democracia norteamericana, que sobre las bases constitucionales que se dio en 1776 y 143 años después de terminar su única guerra civil ha conseguido llegar a elegir un presidente negro sin que el color de su raza fuese motivo mayor de debate.
Y eso no es una revolución. Es exactamente lo contrario. Es madurez.

RAMÓN PÉREZ - MAURA - "ABC" - Madrid - 12-Nov-2008

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