En nuestro imaginario colectivo hace mucho tiempo que Citroën dejó de ser una multinacional francesa, hábilmente deslocalizada, para convertirse en el buque insignia de las exportaciones gallegas.
Más allá de lo que digan los protocolos notariales y la composición del consejo de administración, hemos decidido que la gran fábrica viguesa es tan nuestra como la catedral de Santiago, y estamos dispuestos a hacer lo que sea para defenderla.
En el extremo contrario están Endesa y Fenosa, que, tocadas en su capital por otros grupos empresariales, operan en nuestro imaginario como verdaderas expoliaciones perpetradas por los catalanes de Roger de Lauria o los italianos de Garibaldi.
En el fondo de ambas actitudes subyace una mentalidad anclada en el pasado, que, incapaz de entender el mercado mundializado, trata de seguir operando con la ley del embudo:
- si soy yo el que se expande, el que controla Aerolíneas Argentinas o YPF, y el que crea los más grandes grupos de telefonía, textiles y banca, ¡viva el mercado!
- Pero si es otro el que compra, o el que acude a la bolsa para aprovecharse de operaciones imprudentes, ¡mano al sable y defensa numantina!, y que nadie nos toque lo que algunos yuppies siguen llamando «sectores estratégicos».
Lo curioso es que en este tipo de marcos y negocios, la España de hoy ha ganado mucho, ya que, frente a la insignificancia que nos caracterizaba en los tiempos del proteccionismo y de la economía de Estado, hemos alcanzado un nivel más que respetable en el juego de las economías abiertas.
Pero es igual, porque la opinión pública, Montoro, el PP y el ministro Sebastián siguen ahí, erre que erre, añorando los tiempos de Pegaso y la Seat, y criticando el espacio económico en el que nacieron Repsol, el Banco de Santander, Telefónica y Zara.
El problema no está en que Enel controle Endesa, o en que Lukoil compre las acciones de Repsol YPF en manos de Sacyr y La Caixa.
El problema es que nuestro sistema bancario no se reestructuró al ritmo de nuestro crecimiento empresarial, y que no tenemos dimensiones financieras para defender lo mismo que hemos creado.
Las estrategias de ahora se hacen con grandes bancos y sumas fabulosas de dinero, y nosotros seguimos empeñados en mantener chiringuitos financieros que se marean cada vez que Lukoil, Sacyr, Repsol o Endesa ponen sus números encima de la mesa.
Vista la historia, es evidente que el futuro de España está en la economía abierta. Pero cada vez hay más gente que, por cobardía o por falta de mentalidad adecuada, quiere defender las empresas con las fronteras y el patriotismo, en vez de hacerlo con bancos y financieras.
Y mucho me temo que, además de fracasar, nos van a pitar penalti.
Xosé Luis Barreiro Rivas - "La Voz de Galicia" - Santiago de Compostela - 22-Nov-2008
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