Ahora se ha visto que el verdadero "poder negro" tenía poco que ver con aquellas panteras de Harlem, conducidas por Malcom X, quien fue abatido a tiros en 1965. Ni tampoco con el gesto de los atletas Tommie Smith y John Carlos, que levantaron el puño enfundado en un guante negro en lo alto del podio durante los Juegos Olímpicos de México.
Puede que el sueño de Martin Luther King, baleado igualmente en Memphis en 1968, haya servido de sedimento moral al triunfo de Barack Obama, pero los peldaños que lo han conducido hasta la Casa Blanca han sido construidos por una larga seducción estética de la gente de esa raza, que al margen de la rebeldía, ha aflorado ahora políticamente desde el inconsciente de la sociedad norteamericana.
Los blancos de Estados Unidos ya habían entregado su alma al jazz desde el inicio del siglo pasado. Louis Armstrong, Billie Holliday, Duke Ellington, Ella Fitzgerald, Ray Charles, Charlie Parker y muchos más, pese a vivir machacados, fueron héroes y su música aceptada como expresión de la libertad acompañó a los marines hasta Europa en la II Guerra Mundial.
El swing está asociado al desembarco de Normandía. El mítico atleta negro Jesse Owens, nacido en Alabama, ya conquistó cuatro medallas de oro en los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936 y obligó a Hitler a abandonar la tribuna.
Cassius Clay pasó del boxeo a la mística sufí, Magic Johnson y Michael Jordan han demostrado que el cuerpo puede volar, Carl Lewis batió todos los récords de velocidad, las hermanas Venus y Serena Williams han sido imbatibles en tenis, Tigre Woods es el número uno en golf.
La admiración que los deportistas de esa raza han despertado entre sus conciudadanos blancos ha terminado por pasar desde la musculatura al cerebro. Barack Obama se ha elevado en el último peldaño del podio político como un atleta más, en sus mítines ha sido aclamado como lo fueron los grandes del jazz después de un concierto memorable.
La música negra es el alma de Norteamérica. No ha sido la rebeldía social sino un estilo el que ha triunfado. Puede que el mundo se hunda, pero en la fiesta del 20 de enero, cuando entre Obama en la Casa Blanca, sonará el leve milagro del swing y va a parecer que todo se ha salvado.
MANUEL VICENT - "El País" - Madrid - 9-11-2008
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