Con 264 votos electorales seguros en el bolsillo de Obama frente a los 123 conseguidos por McCain -a 1 de octubre-, The Economist otorga su portada al candidato demócrata, junto con un titular -It's time: es el momento- tan elocuente como el editorial en el que con un voto «de todo corazón» (wholeheartedly) reconoce que
- la inexperiencia de Obama,
- la falta de claridad en cuanto a algunas de sus creencias y
- la perspectiva de un Congreso dominado por una abrumadora mayoría demócrata
son los ingredientes de un «riesgo que América debe asumir».
Así de claras y de crudas se han puesto las cosas al cabo de una campaña que se previó como la primera entre auténticos caballeros después de unas cuantas bastante llenas de pillerías y charranadas. No ha sido así.
Se suponía que la competición entre Obama y McCain iba a desarrollarse sin aquel resentimiento entre izquierdas y derechas, entre progresistas y reaccionarios, demócratas y republicanos, que tan buenos resultados ofreció a estos últimos desde que Richard M. Nixon descubrió que se trataba de un sentimiento que podía funcionar sobre la izquierda tanto como sobre la derecha.
Es decir, que la derecha podía entenderse tan resentida contra el elitismo -Harvard, Ivy League- de la izquierda como la izquierda contra el populismo moralizante de la derecha. Esa simetría no solo no ha desaparecido, sino que, reverdecida, ha sentado sus reales en esta campaña entre un veterano y prisionero de guerra, un ex director de la revista de leyes de Harvard, una enemiga del aborto y partidaria de la caza con avioneta y un cuarto caballero experto en brillar por su ausencia.
Un campaña donde la edad del candidato republicano requirió la enmienda de una candidata a la vicepresidencia capaz de poner los pelos de punta a quienes se plantearan la posibilidad de una sustitución por incapacidad o muerte, y en la que el candidato a la vicepresidencia demócrata se escamoteó siempre que hizo falta subrayar la muy notable desenvoltura y el riguroso dominio de las tablas de su candidato a la presidencia.
Si a eso se añade la evidencia de que McCain se ha visto obligado en demasiadas ocasiones a hablar con la opinión de la derecha republicana más que con la propia, casi puede darse por concluido el retrato de esta peripecia electoral en la que los demócratas no solo se han recreado en la contemplación del crecimiento propio, sino también en la merma acelerada de lo ajeno.
Así que puede que esta sea la oportunidad para una América libre de unos cuantos de sus fantasmas gracias a un negro que apenas lo es -o lo es muy poco, de hecho, para gente tan de izquierdas como Noam Chomsky- y que no desciende de esclavos, sino de una estirpe de aventureros.
Y una aventura es lo que se le echa encima.
Eduardo Chamorro - "La Voz de Galicia" - Santiago de Compostela - 4-Nov-2008
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