Una condición necesaria para generar crecimiento y prosperidad en una economía de mercado es la creación de dinero, más allá del producido por el Banco Central. Es la actividad financiera la que permite generar dinero en el sistema. Empero, la puesta en marcha del crédito bancario está unida a la confianza. Sin confianza, el crédito desaparece (algo a lo que estamos asistiendo en la actualidad). Y sin crédito, la actividad económica se resiente.
¿Por qué ha desaparecido el interbancario? Porque probablemente estemos bordeando lo que se conoce como «trampa de la liquidez», es decir, una situación en la que los tipos de interés oficiales son bajos y el efecto en la economía de una nueva bajada de tipos es nulo. La autoridad monetaria es incapaz, pues, de estimular la economía bajando los tipos de interés.
Las medidas de adquirir «activos tóxicos» de los bancos como en EE.UU., activos «sanos» como en España o acciones «preferentes» como en el Reino Unido y otros países europeos se pueden interpretar como dar liquidez a quienes no piensan utilizarla. Porque la prudencia y el miedo les llevan a atesorar a la espera de suculentas ganancias que siempre aparecen en épocas de recesión.
Y es que si la inflación fuese alta, el dinero circularía; de lo contrario, perdería valor. Pero cuando la economía para, la inflación baja y atesorar dinero líquido es ventajoso porque permite acudir a la compra de gangas.
Por lo tanto, el dinero no se presta y tiende a acumularse. En efecto, cuando la expectativa es que los tipos de interés ya no pueden bajar mucho más, los precios de los bonos son tan altos que nadie espera que aumenten más y todo el mundo prefiere atesorar dinero ocioso. La compra de bonos del Tesoro por parte de la autoridad monetaria puede reducir los tipos de interés, pero el efecto sobre la actividad económica es tan débil que, para que se notase, quizá habría que adquirir todos los bonos en manos privadas a cambio de efectivo. A menos que la autoridad monetaria quiera ser el único tenedor de deuda y por tanto el único prestamista de la economía, una política de dinero barato no podrá animar la recuperación.
La transferencia de fondos públicos a la banca para que esta vuelva a abrir el crédito a las familias y empresas es, por tanto, una operación de dudosa eficacia con al menos dos efectos perversos.
- Uno, no resuelve por sí misma la trampa de la liquidez, ya que algunos bancos acumulan dinero simplemente para resistir la crisis y otros lo atesoran a la espera de poder depredar; pero ni unos ni otros prestan. Y al no prestar, la caída del consumo y la inversión se agudiza y con ella la recesión.
- Otro, recorta la capacidad financiera del sector público hasta el punto de que, con el tiempo, podría tener que privatizar servicios públicos por falta de recursos para mantenerlos.
Y por si esto fuera poco, las cosas pueden ir a peor si los tipos de interés se aproximan a cero, hay deflación y no podemos salir del círculo vicioso. En ese caso, no queda mucho más que recurrir a políticas fiscales de gasto público y devolución de impuestos para estimular la economía. Y ni siquiera ello es garantía de nada. Lo sucedido en Japón desde principios de los noventa así lo atestigua.
Manuel Antelo - "La Voz de Galicia" - Santiago de Compostela - 19-Nov-2008
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