Un negro en la Casa Blanca.
La tesis que he mantenido estos días no se enuncia diciendo que Obama traerá el cambio, sino con la afirmación de que el cambio de la sociedad americana ha traído a Obama.
La mayoría de los politólogos saben que cuando las elecciones se realizan en clave de cambio, con dos concepciones del país luchando por imponerse, la alta participación electoral es el signo más evidente de que los nuevos tiempos se están abriendo camino.
Y esa era la sensación que se percibía en Nueva York a lo largo de la jornada electoral, que arrojó porcentajes de participación comparativamente elevados y muy poco frecuentes. El senador Obama había cerrado la campaña electoral con unas palabras («One day away from changing the United States of America») que resumían a la perfección la apuesta electoral de los demócratas. Y ahora ya es evidente que todos los retos del cambio empiezan a acumularse en la mesa de trabajo del primer negro que va a ocupar la Casa Blanca.
Confirmando el reconocido principio de que la alta participación siempre favorece los cambios, la noche electoral de Estados Unidos, con cuatro husos horarios en el continente, fue de las más breves de los últimos años, ya que sobre las once de la noche, hora local, ya se habían obtenido los datos necesarios para proyectar con certeza la histórica victoria de Obama en las presidenciales y un importante avance de los demócratas en las elecciones al Congreso y al Senado.
Por si algo faltaba, los primeros análisis del voto nos obligan a pensar que en la ola electoral que llevó a Obama a la Presidencia han pesado decisivamente el voto negro, el voto hispano y emigrante en general, el voto de las mujeres y el de los menores de 30 años.
Y por eso no nos engañábamos al afirmar que, más allá de la lógica contienda entre dos partidos y dos líderes diferentes, lo que emerge en EE.UU. es una nueva sociedad, mezcla de razas, lenguas y culturas, que ya no quiere ver e interpretar el resto del mundo a través del ombligo y de los puros intereses de la poderosa nación americana.
Garantía del cambio
Obama ha ganado por dos motivos principales:
- porque su imagen y su discurso conectaban claramente con esa sociedad emergente, y
- porque los ocho años de mandato de Bush se cierran con una sensación de decadencia y desorientación que muchos norteamericanos, republicanos y demócratas, querían frenar en seco y cuanto antes.
Y esa doble argumentación de la victoria demócrata será, sin duda alguna, la garantía del cambio. Porque Obama se juega toda su fuerza y su credibilidad en el envite, y porque si los demócratas no son capaces de conservar la ilusión que han generado, tardarán mucho tiempo en disponer de una nueva oportunidad.
Para hablar de las dificultades del nuevo presidente basta con recordar que su triunfo se produce en medio de una grave crisis económica
- que afecta al bienestar y a la credibilidad financiera de Estados Unidos;
- que tiene en marcha dos guerras -Irak y Afganistán-
- que no se pueden ganar;
- que tiene que recomponer la política y las relaciones internacionales sobre los supuestos de cooperación y multilateralismo que Bush despreció hasta el extremo, y
- que tiene un país sediento de reformas sociales, económicas, sanitarias, laborales y educativas que, al tiempo de lograrse con extrema dificultad, pueden meter en una grave crisis todo el sistema productivo americano.
Claro que el nuevo presidente no está solo en este empeño. Porque, además de ser la esperanza política de la nueva sociedad americana, también era la apuesta -si tiene sentido hablar así-
- de la opulenta Unión Europea,
- de la vecina América del Sur,
- de los pueblos sumidos en inexplicables conflictos y
- de los que piensan que la paz es algo más que el silencio de las armas.
Y por eso estamos todos obligados a actuar con responsabilidad y conforme a los nuevos tiempos, para que todos los retos que se abren con esta elección histórica puedan encauzarse por veredas de cooperación, de progreso y de paz.
Aunque pasé la jornada electoral en Nueva York, el indiscutible baluarte electoral de los demócratas, escribo estas líneas cuando ya estoy camino de Washington, con intención de pasar allí el día después y asimilar los resultados.
La tesis que he mantenido estos días no se enuncia diciendo que Obama traerá el cambio, sino con la contundente afirmación de que el cambio -que ya se hacía evidente en la sociedad- ha traído a Obama.
Y por eso se juntan en mí dos sentimientos que no les puedo ocultar: el de ser un privilegiado, que fue testigo del cambio y lo contó para ustedes, y el de haber formado parte de los que en medio de las corrientes maniqueas que asolaron la política internacional desde la caída de las Torres Gemelas siempre mantuve la condena de las posiciones imperialistas de la Casa Blanca, y siempre confié en que el pueblo americano sabría corregir ese exceso con la ejemplaridad con la que acaba de hacerlo.
Xosé Luis Barreiro Rivas - "La Voz de Galicia" - 6-Nov-2008
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