Expertos advierten del peligro de un nuevo "Titanic" en la Antártida
40.000 turistas acuden cada año en barcos no preparados
Cada año aumenta el riesgo de que una tragedia como la del Titanic tenga lugar en la Antártida casi un siglo después. Esta amenaza gravita en la reunión anual del Tratado Antártico, que hoy comienza con una ceremonia en Washington, en la que además se conmemora el 50 Aniversario de este acuerdo multilateral del que forma parte España junto a 45 naciones y que es el único fuera del ámbito de la ONU.
La amenaza se debe
- al creciente auge del turismo en el Continente Blanco y
- a la creciente probabilidad de que algun barco con visitantes choque con un iceberg o encalle en alguno de los muchos bajíos que hay sin cartografiar.
«Cualquier día hay un desastre de proporciones notables. Ahora llegan cruceros con más de 2.000 pasajeros, sin medidas de seguridad para la navegación polar, cuyos frágiles cascos al chocar contra un iceberg se abrirían como una lata de sardinas», señala a EL MUNDO Juan Antonio Martínez-Cattáneo, embajador de España en misión especial en el Tratado Antártico.
«Existe un gran riesgo. Los barcos navegan en la zona sin una cartografía completa, un poco a ciegas. Aunque hay sistemas de navegación que ayudan, hay riesgo», asegura el almirante Manuel Catalán, secretario técnico del Comité Polar Español, que ha capitaneado desde 1987 algunas de las expediciones antárticas de nuestro país al mando del remolcador Las Palmas y el Hespérides.
Regular el turismo
El peligro creciente se ve confirmado por la sucesión durante los últimos tres años de varios accidentes marítimos en los que hubo
- un naufragio sin víctimas, y
- que evacuar a los turistas.
Los tres casos se dieron en las proximidades de la Península Antártica, el lugar más visitado por los Tour Operadores.
«Existe una roca en medio de la angosta entrada a la bahía de la isla Decepción que supone un gran peligro para los barcos con mayor calado», señala Manuel Catalán. Esta isla, donde está instalada la base del Ejército español Gabriel de Castilla, es la más visitada del Sexto Continente. La bahía, de una gran belleza, es el cráter del único volcán en activo donde se puede fondear.
Entre los atractivos de la isla, además de sus grandes colonias de pingüinos y lobos marinos, están los enormes depósitos donde se almacenaba el aceite de ballena que los cazadores noruegos mataban por decenas de miles cada año la primera mitad del pasado siglo. Un cementerio "el único en la Antártida", almacenes e instalaciones son los únicos testimonios históricos.
«Es razonable que quien pueda pagárselo vaya a visitar la Antártida. Pero esta industria que genera un negocio, debe ser regulada para evitar otros daños hasta ahora no contemplados en el Tratado. Tarde o temprano nos pondremos de acuerdo todos sobre ello», augura Catalán, que esta semana representa a España en el Comité Científico del Tratado, en Baltimore.
Especies invasoras
Con la llegada del turismo fluyen otros males. Los barcos de crucero que fondean en la Antártida entre los meses de noviembre a febrero, han fondeado en meses precedentes en otros lugares del planeta, entre ellos en los fiordos noruegos. Las incrustaciones y moluscos que trasladan de un polo a otro del planeta empiezan a ser una vía de intercambio de especies invasoras nada deseables.
«Es muy llamativo. Las especies boreales son más resistentes que las antárticas y proliferan hasta el punto que ya se dan casos de que están reemplazando a las autóctonas», señala el veterano marino.
Las especies invasoras en forma de esporas o microorganismos no sólo viajan en los barcos, también lo hacen en la ropa y el calzado de quienes pisan suelo antártico, sean turistas o científicos.
El ejemplo más conocido es el de dos especies nativas de plantas de Sudamérica, Deschampsia antarctica y Colobanthus quitensisque que florecen en la Antártida costera. ¿Cómo llegaron las semillas? ¿Florecen a causa del cambio climático? Algo está pasando en el único continente del planeta sin árboles y que hasta ahora sólo tenía líquenes y musgos.
Por otra parte, la investigación de los seres vivos de los ecosistemas antárticos, con fines científicos y farmacéuticos, empieza a ser motivo de tensiones.
Entre junio de 2008 y febrero de 2009 el número de patentes comerciales basadas en organismos antárticos aumentó de 107 a 187; el 60% de las patentes marinas se basan en el krill, crustáceo que forma parte esencial de la cadena alimentaria.
«La estabilidad de los ecosistemas antárticos es extraordinariamente sensible a la destrucción y fragmentación de sus hábitats singulares, que pueden verse negativamente afectados por una posible bioprospección incontrolada», concluye un documento presentado por España en 2005, que ya demostraba su preocupación.
Gustavo Catalán Deus - "El Mundo" - Madrid -7-Abr-2009
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