En la reunión de los miembros de la OTAN durante el sexagésimo aniversario de esta organización se ha reconocido de manera inequívoca la importancia que tiene Afganistán para el equilibrio internacional.
Ha sido necesario un cambio de enfoque en la política externa de Estados Unidos, con el nuevo presidente Obama, para que las prioridades en seguridad se hayan reorganizado y hayan cobrado cierta sensatez.
La verdad sobre el renovado apoyo a la pacificación imprescindible de Afganistán descansa en el reconocimiento de la necesidad de
- eliminar la producción y tráfico de la amapola, no solo para combatir esta lacra social,
- sino, sobre todo, para acabar con la financiación a los terroristas asentados en el país.
Asimismo, se ha hecho evidente que es preciso
- cortar de raíz la renovada influencia de los fanáticos talibanes,
- imponer la fuerza de la ley y el orden sobre la violencia indiscriminada,
- erradicar los bastiones de entrenamiento y refugio de los terroristas fundamentalistas suspendiendo el trampolín hacia Pakistán y
- enviar un mensaje alto y claro de que la seguridad, el progreso, la educación y el respeto a los derechos humanos son los únicos factores que permitirán frenar la vuelta al Medievo del país asiático.
El proyecto es ambicioso, caro, de muy difícil ejecución pero absolutamente necesario.
Si Afganistán cae de manera definitiva en mano de los talibanes, el siguiente país en hacerlo será Pakistán. La radicalización islámica se extenderá como un cáncer por toda Asia y ello incrementará las agresiones hacia Occidente.
Puede que esta predicción suene catastrofista, pero, a la vista de la derechización del Gobierno de Israel y la más que previsible guerra con el mundo árabe, el extremismo islamista es más que una amenaza potencial. Para eliminarlo, no basta con utilizar las armas, es preciso
- fomentar el progreso y el desarrollo de los países donde se ha arraigado
- porque el fanatismo ignorante que permite apalear a una joven por haber mantenido, supuestamente, relaciones con un hombre que no era su marido,
- solamente puede combatirse con la educación.
Muchas infecciones pueden evitarse con algo tan simple como una buena higiene. Si eliminamos aquello que fomenta el radicalismo, este perderá su razón de ser.
Yashmina Shawki - Lic. en Derecho e Historia - "La Vos de Galicia" - Sgo. de Compostela - 7-Abr-2009
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