- Cae en suspensión de pagos la primera firma inmobiliaria de España,
- cae por primera vez en diez años el precio de la vivienda,
- caen las empresas auxiliares de la construcción y, como consecuencia de todo ello,
- caen los ingresos de los ciudadanos y
- cen las ventas de todo tipo de productos y servicios.
Esto se hunde y mucho es de temer que no haya a bordo del país chalecos salvavidas para todos.
No será por falta de avisos a navegantes, desde luego. Hace ya más de un año que algunos jefes de la Banca -representantes financieros del Altísimo en la Tierra- alertaron sobre el riesgo de que el entonces floreciente casino de la construcción se viniese abajo como un castillo de naipes; pero nadie quiso darse por enterado.
Ni siquiera los propios banqueros que, contra toda lógica, siguieron apostando por financiar a un gremio como el de la construcción que ya empezaba a lanzar inquietantes señales de naufragio. Aventuraba allá por marzo de 2007 el presidente de las Cajas de Ahorro españolas, José Ramón Quintás, que la escalada del coste de la vivienda podría frenarse e incluso dar marcha atrás durante este aciago 2008. Prudente como buen gallego, Quintás precisaba entonces que eso no supondría necesariamente la temida -y temible- explosión de la burbuja inmobiliaria, pero todo sugiere que se quedó corto en sus acertados pronósticos.
Las primeras y aún tímidas bajadas en el precio de los pisos parecen ser más bien el mero preludio de un derrumbe de la construcción que dejaría sepultados bajo sus escombros los ahorros -o peor todavía: las deudas bancarias- de cientos de miles de españoles. Para ser justos, el estallido del infladísimo globo de la vivienda en España ya había sido anunciado hace dos o tres años por el semanario británico "The Economist". Advertía en pleno auge del pelotazo esa autorizada publicación que el coste de las casas había alcanzado aquí "cotas insostenibles" tras duplicar su precio (que no su valor real) durante la década milagrosa del ladrillo. Partiendo de esa premisa, los analistas generalmente bien informados del "Economist" calculaban en un mínimo del 30 % la caída que sufriría el importe de los pisos cuando reventase -como acaba de ocurrir- la famosa burbuja inmobiliaria española.
Tan infausto pronóstico fue atribuido, naturalmente, a la malquerencia histórica que la pérfida Albión profesa a España; pero lo cierto es que también los expertos británicos pecaron de exceso de prudencia en su análisis de la situación. Al "boom" de la especulación inmobiliaria -que en efecto ha acabado por hacer "boom"- se suman ahora
- la crisis de falta de liquidez de los bancos,
- la imparable subida del coste del petróleo y
- la ascensión de los precios a los cielos: cada vez más lejos del alcance terrenal de los consumidores.
Vivienda, petróleo, crédito y precios han coincidido efectivamente en la peor de las encrucijadas posibles como los cuatro jinetes del Apocalipsis que cierran el círculo vicioso de la "desaceleración" de la economía y la caída del nivel de vida en España.
Y lo peor de todo es que galopan a tal velocidad que cuando el Gobierno comienza a admitir con la boca pequeña la posible existencia de una crisis, los datos sugieren ya la inminente llegada de la recesión.
O del "crecimiento negativo", por decirlo en la extraña jerga de los gobernantes que, traducida al lenguaje coloquial, viene a significar que el país va de culo y marcha atrás como los cangrejos.
Gripado no se sabe por cuántos años el motor de la construcción que hasta ahora mantenía en marcha los engranajes de la economía española, ya nadie se atreve a predecir la hondura de la crisis y mucho menos cuándo tocará fondo.
Se echa en falta, si acaso, a la orquesta del "Titanic" para amenizarnos el hundimiento en los océanos de la penuria.
Anxel Vence - "Faro de Vigo" - Vigo - 16-Jul-2008
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