sábado, 8 de diciembre de 2007

¿Cohesión frente a transformación social?

El debate de fondo sobre la cohesión social en la reciente Cumbre Iberoamericana ha quedado muy oscurecido por la polvareda planteada en torno a su incidente final. Sin embargo, en este punto radicaba la oposición frontal de Chávez, que proponía la transformación social como alternativa. Falso dilema, porque conseguir una mayor cohesión social supone en Latinoamérica un imprescindible esfuerzo transformador de mayor justicia social y bienestar.
La cuestión de fondo es cómo se construyen políticas sólidas y actuantes ante el fenómeno de la globalización, sin duda, el gran desafío de nuestra época.
Para entendernos conviene partir del concepto de cohesión, que según el Diccionario es "la acción y efecto de reunirse o adherirse las cosas entre sí", también las personas. La cohesión implica, pues, transformación, pero va más allá, incluye igualdad, solidaridad y justicia, y se consigue por el esfuerzo conjunto, no por gestos populistas de arrojar a voleo unos billetes.
En Europa, el Tratado de Lisboa propone reforzar democracia y eficacia, aumentando la cohesión, de la Unión Europea (UE), mientras que en América la situación es más magmática: aumentan las zonas de librecambio en forma de tratados de libre comercio:
- América del Norte (TLCAN),
- América Central (TLCAC) y
- los bilaterales de Estados Unidos con Chile, Perú y Colombia,
- además de intentos de integración subregionales como Mercosur o la Comunidad Andina.
En el trasfondo, el proyecto de crear un Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) frente a la que se agita una Alternativa Bolivariana de las Américas.

Tiene interés ver las diferencias entre ambos procesos:
- El Mercado Común, base de la Unión Europea, partió de la realización de las cuatro libertades
1- de establecimiento y desplazamiento de las personas,
2- de movimientos de bienes, y
3- de movimientos de servicios
4- de movimientos de capitales
mientras que una zona de librecambio se fundamenta en la libertad de movimientos de los tres últimos, pero no de las personas. Por esa razón, no es posible edificar muros entre los países de la Unión aunque se puedan establecer medidas transitorias de restricción a la libertad de movimiento de trabajadores.
- En la UE existen instituciones y políticas comunes. La Comisión tiene el monopolio de iniciativa y gestiona las competencias exclusivas más la defensa de la competencia, para evitar poderes económicos sin control democrático, y la política comercial exterior común, lo que lleva a que la UE hable con una sola voz en la OMC.
El Parlamento, elegido por sufragio universal, colegisla y aprueba el presupuesto con el Consejo de Ministros, representación de los Estados. En la UE se elaboran políticas comunes: así, la Política Agrícola Común es igual para todos, mientras que en el TLCAN conviven los desarmes arancelarios mexicanos con la armada subvencionada de la Farm Bill estadounidense. Y todo bajo el ojo vigilante del Tribunal de Justicia, garante de una Unión de Derecho.
- En la UE existen políticas regionales o sociales para conseguir una mayor cohesión económica, social y territorial, de cuya eficacia y capacidad transformadora son testigos España, Irlanda o Portugal.
- Los procesos de adhesión a uno y otro lado del Atlántico son muy distintos. Una cosa es firmar un tratado de libre comercio bilateralmente con EE UU, y otra negociar a partir de los criterios de Copenhague (democracia e instituciones, mercado interior, aceptación del acervo comunitario...), que se aplican a todos por igual.
- Por último, la existencia de la Unión Monetaria supone otra diferencia básica. Frente a la integración legal (Ecuador) o clandestina (Cuba) en el dólar, el euro es una moneda gestionada por un sistema monetario federal. También frente a la imposición unilateral de los criterios de Washington funciona una Unión Económica, todavía insatisfactoria, pero que establece grandes líneas de política conjunta para conseguir objetivos comunes (empleo, formación y desarrollo tecnológico, claves en la estrategia de Lisboa).
Cabe añadir una diferencia más: en el continente americano no se llegó históricamente al nivel de devastación por guerras intestinas que hizo a los europeos cambiar el rumbo de su propia historia. Es evidente que existe una clara diferencia entre el peso más repartido de los Estados europeos con la desproporción en el continente americano a favor de Estados Unidos.
La mayor potencia de la historia es una democracia cuyo destino manifiesto la convierte en un actor pretoriano que justifica a veces el título de Dangerous Nation dado por el neocon Robert Kagan, así como la alerta lanzada por David Walker, el responsable de la Government Accountability Office del Congreso estadounidense sobre la necesidad de aprender no sólo del apogeo de Roma, sino también de la caída.
El Imperio Romano fue, sin duda, una gran creación de Unión Política, Económica y Monetaria en torno a Roma, mientras que el Tratado de Lisboa mantiene el principio de la Constitución de 27 Estados iguales con sus ciudadanos también iguales.

Carlos Fuentes ha escrito que "para nosotros, los latinoamericanos, el éxito de un sistema federal europeo es esencial para el desarrollo democrático".
Por eso, la cohesión es un principio de progreso e igualdad con fuerza y futuro en el mundo

globalizado.
ENRIQUE BARÓN CRESPO - Ex Presidente del Parlamento Europeo - "El País" - Madrid- 8-Dic-2007

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