domingo, 16 de diciembre de 2007

Pobreza: no hay atajos

La ya larga polémica sobre un sueldo ético deseable para los trabajadores se ha tornado, por momentos, altamente beligerante, con el telón de fondo de una inquietante agitación laboral y acusaciones de supuesta falta de moral en que incurrirían los empresarios o dueños del capital al remunerar a sus trabajadores con sueldos demasiado bajos. En ese cuadro, la ciencia económica ha sido incluso tildada de inútil y falaz.
Más allá de las aristas políticas del debate -que parece por ahora algo apaciguado por la creación de una comisión presidencial-, esa descalificación del saber económico es preocupante: en el mundo contemporáneo, es un instrumento del que no prescinde ningún grupo político serio.
Si se ignora la economía, se priva al debate de los contenidos técnicos indispensables para lograr el objetivo de mejorar la situación de los más pobres -primera prioridad de las políticas públicas en Chile, y que no pertenece con exclusividad a ningún grupo político o social.
Al respecto, la economía ha arribado a conclusiones teórica y empíricamente sólidas respecto de los instrumentos o políticas que logran menores niveles de pobreza.
En condiciones de mercado libre y competitivo,
- los precios son el mejor instrumento para la asignación de recursos, pues reflejan la valoración y el costo de los bienes y servicios y,
- en el caso de los sueldos, la productividad de las personas.
El comportamiento individual, motivado por hacer máximo el bienestar, da lugar, a su vez, a asignaciones de recursos que permiten el mayor bienestar social posible, dado el "stock" de recursos físicos y humanos.
Además, en una economía abierta, como la nuestra, la competencia se intensifica, por lo que en la mayoría de los sectores se reducen los nichos con rentas -o pago del capital a su precio de mercado- en extremo altas. Pueden existir sectores en que la competencia es insuficiente, pero lo que se requiere en tales casos es eliminar las trabas a la competencia.
Es obvio que la preocupación por los más pobres debe traducirse en políticas sociales que garanticen ciertos umbrales mínimos de consumo e igualen, de verdad, las oportunidades educacionales y laborales, así como en acciones que aceleren el crecimiento económico y la productividad de las personas.
La creación de riqueza, más allá de ser el objetivo natural de las empresas, es un engranaje fundamental en el desarrollo de los países, con capitalismo privado o estatal por igual.

La solidaridad compete a las personas, cuyo interés por los demás forma parte de sus preferencias y valores, lo que en nada contradice a la economía.
Pero algunos polemistas parecen olvidar que no hay atajos para la reducción de la pobreza, que sólo se logra con trabajo arduo y políticas técnicamente sólidas.

Editorial - "El Mercurio" - Santiago de Chile - 16-Dic-2007

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