jueves, 27 de agosto de 2009

Galicia: Bares en crisis

Más de 5.000 bares cerrarán sus abrevaderos al público con la caída de la hoja del otoño, según los fúnebres cálculos difundidos ayer por una de las patronales del gremio.

- Abrumados por los impuestos,
- las nuevas y más duras leyes contra el tabaquismo,
- los controles de alcoholemia y –sobre todo-
- la crisis que agujerea los bolsillos de sus parroquianos,

muchos taberneros parecen estar a punto de tirar la toalla.

No hará falta advertir que se trata de una emergencia nacional. Una cosa es que la construcción se vaya a pique o que la industria entre en barrena y otra muy distinta que la recesión hunda también a los bares. Si tal ocurriese, los parados y demás víctimas de esta nueva Gran Depresión perderían el lugar de asilo en el que habitualmente se refugia el pueblo para ahogar sus penas.
Y de ahí a una revuelta social de impredecibles proporciones no hay más que un paso.
Institución muy anterior al Parlamento, el bar es en España –y no digamos ya en Galicia- la asamblea popular por antonomasia. A ella se acude para
- hablar mal del Gobierno,
- arreglar los problemas del mundo y
- urdir revolucionarias tácticas futbolísticas que jamás se le hubieran ocurrido al seleccionador nacional.
- Allí nacen inesperados oradores acaso más elocuentes que los del Congreso y
- alrededor de un surtido de vinos y tapas se forjan amistades para toda la vida o para un par de semanas (que en realidad viene a ser lo mismo).
La bancarrota de los bares sería –de confirmarse- una noticia especialmente grave para Galicia. No por casualidad este reino es tierra fértil en tabernas, bares, cafés y furanchos que duplican la media europea de centros expendedores de alcohol por kilómetro cuadrado. Mucho más que el marisco, el Apóstol o los vagarosos celtas, lo que de verdad representa la esencia de este país es la generalmente poco valorada "institución del bar".

Lejos de tener en cuenta esta peculiaridad, a la vez nacional y autonómica, el Gobierno no ha cejado durante los últimos años en una pertinaz labor de acoso a los cantineros.
- Primero fue la ley contra el tabaco,
- luego los proyectos de criminalizar el consumo de vino y
- ahora el anuncio de nuevas disposiciones para vedar la fumeta en los bares,
visto que sus propietarios –más del 85% en Galicia- decidieron acoger con liberal permisividad a los adictos al humo.

A falta de otras virtudes, el Gobierno ha optado por ser virtuoso con la salud de sus súbditos y probablemente no faltará quién encuentre atinada esta decisión. Salvo los taberneros, claro está.
Hasta el momento, los castigados hosteleros iban resistiendo, mal que bien, las acometidas del Estado y su irrefrenable afán de regularlo y controlarlo todo. Sobrellevaron incluso la competencia desleal del botellón, largo tiempo tolerado por las mismas autoridades que no dudan en ponerles el dogal al cuello. Pero todo tiene un límite.
Lo que el Gobierno no consiguió con sus leyes, su BOE y demás armas de destrucción masiva contra los bebedores, podría hacerlo sin embargo ahora una crisis que a partir del ya inminente otoño amenaza con mandar a las galeras del paro a varias decenas de miles de trabajadores más.
Excluida –por ruinosa- la posibilidad de volver a los viejos tiempos del fiado y el “apúntamelo en la cuenta”, la deserción de la parroquia por falta de efectivo provocará inevitablemente la sentencia de cierre para miles de bares.

Sería el síntoma definitivo de que la famosa “desaceleración acelerada” de la que hablaba el amortizado Solbes lleva al país cuesta abajo y sin frenos. Famoso por la originalidad –aunque no la eficacia- de sus medidas, al Gobierno le urge adoptar ya alguna que evite el desmoronamiento de los bares:
- la única industria realmente imprescindible en España.
- Aunque, vistos los precedentes, mejor que no tome ninguna.

Taberneros y parroquianos se lo agradecerán.
Anxel Vence - "Faro de Vigo" - Vigo - 27-Ago-2009

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