Padres y especialistas entregan sus fórmulas para impedir que los niños se transformen en unos "tiranos" del consumo.
Se pierde la paciencia, es cierto, por eso Soraya Madriaza y su marido, Rodrigo Aldea, optaron por evitar todos aquellos lugares que despiertan esas obsesivas ganas de sus hijos Mariana (4 años) y Joaquín (2) por pedir, pedir y pedir cosas. "¡Lo quieren todo!", dice Soraya y cuando esa petición viene acompañada de un categórico "no", la respuesta de su hija mayor es simplemente "una pataleta".
"Cuando comenzó el berrinche en el supermercado por un juguete que no quise echar al carro, simplemente dejé las compras botadas, la tomé y salí corriendo del lugar", cuenta Soraya. Para evitar malos ratos, ni hablar de llevar a los niños al mall, ni a otros lugares clásicos de consumo nacional. "Cuando vamos al supermercado se quedan con el papá jugando afuera o negociamos buen comportamiento con actividades recreativas después", cuenta.
Toda estrategia es válida, dicen los especialistas, "para luchar" por un comportamiento tan propio de "la época de consumo" en la que vivimos.
No es fácil enseñarles a los hijos a no querer ese último juguete que aparece en la interminable franja de publicidad que incluyen los canales "sólo para niños" o a comprar menos cosas de las que se necesitan, si los padres responden con entusiasmo a las ofertas de la temporada.
Estímulos materiales
En efecto, la sociedad capitalista hizo de los hijos niños más demandantes y muy buenos negociadores, afirma James McNeal, experto en marketing de la Universidad de Texas (EE.UU.) en su libro "The Kids Market: Myths and Realities". Los niños estadounidenses, asegura McNeal, molestan a sus padres para que les compren "algo", en promedio, 15 veces al día durante una salida familiar.
Además, un estudio realizado por la Escuela de Negocios de la Universidad de Chile arrojó que el 62% de los niños menores de 7 años pide regalos publicitados por la televisión.
Pero todo depende de la variedad de estímulos que reciban los niños, asegura la psicóloga Mónica Peña, coordinadora del Programa de Protagonismo Infantil y Juvenil de la Facultad de Psicología Universidad Diego Portales.
"Los hijos pueden ver televisión e ir a comprar con los papás. El problema es cuando estas actividades se transforman en los únicos espacios familiares que tienen los fines de semana.
Los niños necesitan otros estímulos:
- ir al parque,
- subir cerros,
- jugar con sus padres y
- no sólo recibir objetos para que estén felices",
dice la experta.
Por eso la fórmula que utiliza la psicóloga Carolina Giadalah y su marido, Felipe González, con su hija Florencia (4 años) es hablarle de otras cosas cuando comienza a decir ¡mamá, yo quiero; mamá, cómprame!
"Cuando quiere galletas u otra cosa para comer, le propongo cocinarlas, si el objetivo es lograr que le compre un juguete en especial, negociamos con salidas a andar en bicicleta, pero no cedemos a sus demandas", asegura.
Pedidos infantiles
Los papás hoy en día, comenta Carolina, tienen mucho temor de que sus hijos se frustren porque no le dan lo que quieren; pero
- es bueno que aprendan desde pequeños que "no todo lo que desean en la vida lo tendrán".
- "Es el primer aprendizaje para desarrollar la famosa "tolerancia a la frustración".
¡Imagínate que mi hija Florencia pidió de regalo de Navidad una princesa de verdad!", cuenta.
La clave para enfrentar las demandas de los hijos, dice Edmundo Campusano, psicólogo familiar de la Universidad Central, es
- hacerlo coordinados y así reaccionar juntos.
- "Los límites en el consumo se deben educar en los niños en un contexto de una afectiva autoridad".
En casa de Patricia Abarca las peticiones de compra son de Simón (9 años), Alfonsina (7) y del más chico, de 2 años, que imita a sus hermanos. Confiesa que frente a terceros es muy difícil imponer el ¡no te lo compraré!, pero ahora recurren al ¡escoge sólo uno! "Me ha tocado llegar a la caja del supermercado y encontrar un montón de productos en el carro que arrojan mis hijos sin que nos demos cuenta. Es agotador".
A futuro
James McNeal dice en su libro que las empresas intentan llegar a los niños porque son los clientes del futuro.
Cuenta que poner un aviso en el canal Cartoon Network es más caro que en varias señales para público adulto. Débora Gutiérrez - "El Mercurio" - Sgo. de Chile - 29-Nov-2009
Retrato del "niño consumidor" El consumidor no nace consumidor, se hace consumidor…
El primer maestro del consumidor es el televisor, un aparato cúbico, cada día más plano, invento del siglo XXI, el mejor comunicador del planeta. El niño consumidor consume comerciales y programación local y de cable. Las imágenes de la pantalla que impactan su cerebro son más veloces que su capacidad de criterio y análisis, el mensaje que queda tallado en sus sinapsis es claro: compra, compra, compra. El niño consumidor mira televisión para pasar el tiempo, para disfrutar el tiempo, para matar el tiempo. Mira televisión mientras está solo o acompañado, construye su identidad a través de los “Power Rangers” y las “Power Puff Girls”.
- El televisor le dice al niño consumidor como ser hombre,
- el televisor le dice a la niña consumidora como mujer. Los niños consumidores juegan lo que la televisión les enseña a jugar, reconstruyen la programación en sus juegos, hablan como sus héroes animados extranjeros.El niño consumidor
- calma su ansiedad con la televisión,
- la ansiedad del zoológico urbano,
- su ansiedad por la ausencia paternal, de pobreza de caricias, de exceso de violencia, de abuso, de falta de entendimiento.El niño consumidor un día se vuelve el adolescente consumidor. Pasa
- de consumir imágenes y juguetes
- a consumir ropa, maquillaje, marcas e iconos de la moda y de la música. El televisor sigue acompañandolo, crece con él. Le ofrece nuevos programas adecuados para su edad… Ahora consume novelas para proyectar sus relaciones y soñar a través de personajes ficticios e historias de supermercado; consume videos musicales y noticias de sus héroes y heroínas juveniles, del mundo de las imágenes. El mundo visto desde el consumo no es más que una serie de imágenes que se pueden vender y comprar, la pantalla del televisor las hace ver tan cerca que parece que cualquiera las pudiera tomar, sin mucha dificultad, sin mayores consecuencias…El niño-adolescente consumidor compra (o le compran) sin darse cuenta de la larga cadena de abusos y explotación que produce lo comprado. Sus compras no tienen historia, no tienen pasado, solo el futuro de uso, que cada día es más corto, por la calidad y vida útil que baja y la moda que exigue tener siempre lo último y nunca lo primero, garantía de que el eterno cíclo de la compra siga sinparar.. El consumidor alcanza la mayoría de edad, no por madurez y cronología, sino por sus capacidad de compra y viablidad económica. Es joven cuando logra su primer salario y se vuelve adulto con su primera deuda por crédito. El consumidor, si es hombre, compra rápido y sin pensar mucho, busca lo barato, proriza sus placeres. El consumidor, si es mujer, compra lento, escogiendo, seleccionando, busca la calidad y muchas veces prioriza a los demás… El consumidor adolescente, hijo de padres ricos, busca el exceso, lo exclusivo, lo que le reafirma a él y al resto de que es especial, la última moda, lo más caro, lo que lo diferencia… El consumidor adolescente, hijo de padres pobres, busca la marca de imitación, lo pirateado, mientras ahorra para comprar la marca original. Desde pequeño el televisor le dijo que tener éxito es poder comprar, mientras más compra más éxito, mientras más éxito mas compra; esta idea lo lleva al uso del crédito, de ahí rápidamente a la deuda impagable, que lo llevan a buscar más crédito para no dejar de comprar, y así continua la paradoja mortal de la búsqueda del éxito a través de la compra que mantiene la riqueza en los bancos y la pobreza en las masas obreras que sueña con salir de la deuda y ganar más para comprar más, y más, y más… El consumidor siempre está comprando, la cantidad de cosas que compre le garantizan incrementar su valor e importancia como persona en el mundo de las imágenes, la ecuación es simple: más compra más valor como persona, menos compra menos valor como persona. El consumidor compra servicios, de cocina, de limpieza, de lavandería, de transporte, compra bienes materiales e inmateriales, comprar honor y status, hasta puede comprar sexo e indulgencias por igual, porque en el mundo de las imágenes los prostíbulos y las Iglesias aceptan Visa y Master Card. El sueño del consumidor es poder comprarlo todo, todo el tiempo y en cualquier lugar; como los príncipes herederos, los ídolos del rock o los presidentes nacionales retirados. En el mundo de las imágenes, hacer las cosas uno mismo es de miserables, tener dinero para que otro lo haga es de gente exitosa, ese es el lema del consumidor. El consumidor se relaja ante las vitrinas de los centros comerciales… El consumidor rico se reúne en el centro comercial con la gente de su clan, ahí celebran su superioridad, lejos de los consumidores inferiores. El consumidor pobre también va a los centros comerciales, a veces va de paseo con su familia, consumen lo mínimo y se alegran un rato al sentirse alguien en el mundo de las imágenes.. El niño pobre, que no tiene nada, entra al mismo centro comercial, para pedir, para robar, para ver y sentirse alguien al ser visto también.. lo sacan rápido de ahí los hombres que guardan las puertas del templo del consumo, por no ser un consumidor real, porque es un desecho que no es estéticamente compatible con el resto de imágenes que se venden y compran… El consumidor ve al niño que sacan a la fuerza a la hora del almuerzo y
- se queja de los hombres que lo sacaron por su crueldad,
- se queja de los padres del niño que lo dejan y hasta lo fuerzan a pedir,
- se queja de la sociedad que hace que ese niño sea pobre… y luego sigue consumiendo y las sobras de la comida del centro comercial las tira a la basura… basura que luego comerán los que no tienen para consumir… El consumidor se hace consumidor, no nace consumidor… Alberto Sánchez Arguello - "El Santuario de las Ideas" - ofrendando.blogdpot.com - 18-Ago-2009