Así habrían vivido en las últimas décadas por encima de sus posibilidades reales.
Planteado así, el colapso del 2008 habría decantado el dilema sobre quién se derrumbaría antes:
- si la burbuja de consumo norteamericano o
- bien el dólar como divisa de reserva mundial. "hegemoneda".
La pérdida continuada de capacidad productiva (Ford, GM...) de la primera economía mundial se traduciría en un déficit comercial galopante, más un déficit presupuestario crónico, que solo encontrarían solución en la posibilidad de atraer préstamos ilimitados a un coste muy bajo.
Préstamos que, además, lejos de invertir se usarían para su consumo. Lo que hace muy improbable su solvencia futura para sostener indefinidamente tal dinámica.
Su prestamista mayor, con más de dos billones de dólares, sería la China comunista del yuan, que con
- la localización de miles de empresas occidentales y
- su gigantesco mercado
generaría pingües ganancias para inversores sobre la base de un superávit comercial galopante.
Empresas que alimentarían el imperio de los centros comerciales de Occidente.
Empresas que alimentarían el imperio de los centros comerciales de Occidente.
Con los recursos así obtenidos ellos serían los primeros interesados en no forzar la bancarrota de sus deudores;
- invertirían en la divisa dólar y en el Tesoro norteamericano.
- Evitarían así, de paso, la revalorización de su divisa y una inflación interna que laminase tal éxito comercial,
- además de protegerse con gigantescas reservas de divisas ante eventuales fugas de capitales como las de los noventa.
Así las cosas, el imperio de la hegemoneda está actuando como cabría esperar: devaluando su moneda. Con eso conseguiría
- estimular sus exportaciones,
- dificultar algo las importaciones y
- reducir el valor real de su gigantesca deuda externa.
No obstante, tal devaluación no parece que sea suficiente para levantar cabeza, y por ello analistas como P. Krugman reclaman forzar una revaluación del yuan respecto del dólar (como ya sucede con el euro) para que China no les «robe a los americanos sus puestos de trabajo».
- invertirían en la divisa dólar y en el Tesoro norteamericano.
- Evitarían así, de paso, la revalorización de su divisa y una inflación interna que laminase tal éxito comercial,
- además de protegerse con gigantescas reservas de divisas ante eventuales fugas de capitales como las de los noventa.
Así las cosas, el imperio de la hegemoneda está actuando como cabría esperar: devaluando su moneda. Con eso conseguiría
- estimular sus exportaciones,
- dificultar algo las importaciones y
- reducir el valor real de su gigantesca deuda externa.
No obstante, tal devaluación no parece que sea suficiente para levantar cabeza, y por ello analistas como P. Krugman reclaman forzar una revaluación del yuan respecto del dólar (como ya sucede con el euro) para que China no les «robe a los americanos sus puestos de trabajo».
Nada se dice de los negocios de las compañías americanas en Asia.
Frente a esta terapia, China, junto a Japón, la India o Brasil, plantean la creación de un nuevo activo internacional de reserva que sustituya a la vieja hegemoneda, el dólar.
Frente a esta terapia, China, junto a Japón, la India o Brasil, plantean la creación de un nuevo activo internacional de reserva que sustituya a la vieja hegemoneda, el dólar.
Y en esto trabaja otro premio Nobel de Economía por encargo de la ONU.
Creo que la "hegemoneda" es una disyuntiva de fondo para el mundo del siglo XXI.
Creo que la "hegemoneda" es una disyuntiva de fondo para el mundo del siglo XXI.
Albino Prada - "La Voz de Galicia" - Sgo. de Compostela - 20-Nov-2009
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