Hay coches oficiales con sus conductores y escoltas, periodistas dando los últimos canutazos junto a la verja, y un tropel de individuos de ambos sexos, encorbatados ellos y peripuestas ellas, saliendo del recinto con los aires que pueden ustedes imaginar. No identifico a casi ninguno, y apenas veo los telediarios; pero al pájaro se le conoce por la cagada.
Van pavoneándose graves, importantes, seguros de su papel en los destinos de España, camino del coche o del restaurante donde seguirán trazando líneas maestras de la política nacional y periférica.
No pocos salen arrogantes y sobrados como estrellas de la tele, con trajes a medida, zapatos caros y maneras afectadas de nuevos ricos.
No pocos salen arrogantes y sobrados como estrellas de la tele, con trajes a medida, zapatos caros y maneras afectadas de nuevos ricos.
Oportunistas advenedizos que cada mañana se miran al espejo para comprobar que están despiertos y celebrar su buena suerte. Diputados, nada menos.
- Sin tener, algunos, el bachillerato.
- Ni haber trabajado en su vida.
- Desconociendo lo que es madrugar para fichar a las nueve de la mañana, o
- buscar curro fuera de la protección del partido político al que se afiliaron sabiamente desde jovencitos.
- Sin miedo a la cola del paro.
- Sin escrúpulos y sin vergüenza.
Y en cada ocasión, cuando me cruzo con ese desfile insultante, con ese espectáculo de prepotencia absurda, experimento un intenso desagrado; un malestar íntimo, hecho de indignación y desprecio.
No es un acto reflexivo, como digo. Sólo visceral. Desprovisto de razón. Un estallido de cólera interior. Las ganas de acercarme a cualquiera de ellos y ciscarme en su puta madre.
- Sin tener, algunos, el bachillerato.
- Ni haber trabajado en su vida.
- Desconociendo lo que es madrugar para fichar a las nueve de la mañana, o
- buscar curro fuera de la protección del partido político al que se afiliaron sabiamente desde jovencitos.
- Sin miedo a la cola del paro.
- Sin escrúpulos y sin vergüenza.
Y en cada ocasión, cuando me cruzo con ese desfile insultante, con ese espectáculo de prepotencia absurda, experimento un intenso desagrado; un malestar íntimo, hecho de indignación y desprecio.
No es un acto reflexivo, como digo. Sólo visceral. Desprovisto de razón. Un estallido de cólera interior. Las ganas de acercarme a cualquiera de ellos y ciscarme en su puta madre.
Sé que esto es excesivo. Que siempre hay justos en Sodoma. Gente honrada. Políticos decentes cuya existencia es necesaria. No digo que no. Pero hablo hoy de sentimientos, no de razones. De impulsos. Yo no elijo cómo me siento. Cómo me salta el automático.
Algo debe de ocurrir, sin embargo, cuando a un ciudadano
- de 57 años y en uso correcto de sus facultades mentales,
- con la vida resuelta,
- cultura adecuada,
- inteligencia media y
- conocimiento amplio y razonable del mundo,
se le sube la pólvora al campanario mientras asiste al desfile de los diputados españoles saliendo de las Cortes.
Algo debe de ocurrir, sin embargo, cuando a un ciudadano
- de 57 años y en uso correcto de sus facultades mentales,
- con la vida resuelta,
- cultura adecuada,
- inteligencia media y
- conocimiento amplio y razonable del mundo,
se le sube la pólvora al campanario mientras asiste al desfile de los diputados españoles saliendo de las Cortes.
Cuando la náusea y la cólera son tan intensas. Eso me preocupa, por supuesto. Sigo caminando carrera de San Jerónimo abajo, y me pregunto qué está pasando. Hasta qué punto los años, la vida que llevé en otro tiempo, los libros que he leído, el panorama actual, me hacen ver las cosas de modo tan siniestro. Tan agresivo y pesimista.
Por qué creo ver sólo gentuza cuando los miro, pese a saber que entre ellos hay gente perfectamente honorable. Por qué, de admirar y respetar a quienes ocuparon esos mismos escaños hace veinte o treinta años, he pasado a despreciar de este modo a sus mediocres reyezuelos sucesores.
Por qué unas cuantas docenas de analfabetos irresponsables y pagados de sí mismos, sin distinción de partido ni ideología, pueden amargarme en un instante, de este modo, la tarde, el día, el país y la vida. Quizá porque los conozco, concluyo. No uno por uno, claro, sino a la tropa. La casta general. Los he visto durante años, aquí y afuera.
Estuve en los bosques de cruces de madera, en los callejones sin salida a donde llevan sus irresponsabilidades, sus corruptelas, sus ambiciones. Su incultura atroz y su falta de escrúpulos.
Por qué creo ver sólo gentuza cuando los miro, pese a saber que entre ellos hay gente perfectamente honorable. Por qué, de admirar y respetar a quienes ocuparon esos mismos escaños hace veinte o treinta años, he pasado a despreciar de este modo a sus mediocres reyezuelos sucesores.
Por qué unas cuantas docenas de analfabetos irresponsables y pagados de sí mismos, sin distinción de partido ni ideología, pueden amargarme en un instante, de este modo, la tarde, el día, el país y la vida. Quizá porque los conozco, concluyo. No uno por uno, claro, sino a la tropa. La casta general. Los he visto durante años, aquí y afuera.
Estuve en los bosques de cruces de madera, en los callejones sin salida a donde llevan sus irresponsabilidades, sus corruptelas, sus ambiciones. Su incultura atroz y su falta de escrúpulos.
Conozco las consecuencias. Y sé cómo lo hacen ahora, adaptándose a su tiempo y su momento. Lo sabe cualquiera que se fije. Que lea y mire.
Algún día, si tengo la cabeza lo bastante fría, les detallaré a ustedes cómo se lo montan.
- Cómo y dónde comen y a costa de quién.
- Cómo se reparten las dietas, los privilegios y los coches oficiales.
- Cómo organizan entre ellos, en comisiones y visitas institucionales que a nadie importan una mierda, descarados e inútiles viajes turísticos que pagan los contribuyentes.
- Cómo se han trajinado –ahí no hay discrepancias ideológicas– el privilegio de cobrar la máxima pensión pública de jubilación tras sólo 7 años en el escaño, frente a los 35 de trabajo honrado que necesita un ciudadano común.
- Cómo quienes llegan a ministros tendrán, al jubilarse, sólidas pensiones compatibles con cualquier trabajo público o privado, pensiones vitalicias cuando lleguen a la edad de jubilación forzosa, e indemnizaciones mensuales del 100% de su salario al cesar en el cargo, cobradas completas y sin hacer cola en ventanillas, desde el primer día.
Algún día, si tengo la cabeza lo bastante fría, les detallaré a ustedes cómo se lo montan.
- Cómo y dónde comen y a costa de quién.
- Cómo se reparten las dietas, los privilegios y los coches oficiales.
- Cómo organizan entre ellos, en comisiones y visitas institucionales que a nadie importan una mierda, descarados e inútiles viajes turísticos que pagan los contribuyentes.
- Cómo se han trajinado –ahí no hay discrepancias ideológicas– el privilegio de cobrar la máxima pensión pública de jubilación tras sólo 7 años en el escaño, frente a los 35 de trabajo honrado que necesita un ciudadano común.
- Cómo quienes llegan a ministros tendrán, al jubilarse, sólidas pensiones compatibles con cualquier trabajo público o privado, pensiones vitalicias cuando lleguen a la edad de jubilación forzosa, e indemnizaciones mensuales del 100% de su salario al cesar en el cargo, cobradas completas y sin hacer cola en ventanillas, desde el primer día.
De cualquier modo, por hoy es suficiente. Y se acaba la página. Tenía ganas de echar la pota, eso es todo. De desahogarme dándole a la tecla, y es lo que he hecho.
Otro día seré más coherente. Más razonable y objetivo. Quizás.
Ahora, por lo menos, mientras camino por la carrera de San Jerónimo, algunos sabrán lo que tengo en la cabeza cuando me cruzo con ellos.
Arturo Pérez Reverte - "XLSemanal" - 11-Julio-2009
Arturo Pérez-Reverte Gutiérrez - Wikipedia
Nació en Cartagena, el 25 de noviembre de 1951, es novelista y periodista español.
Desde el año 2003 es miembro de la Real Academia Española, elegido (T) el 23 de enero de 2003, tomó posesión el 12 de junio de 2003.
Desde el año 2003 es miembro de la Real Academia Española, elegido (T) el 23 de enero de 2003, tomó posesión el 12 de junio de 2003.
Licenciado en periodismo, durante los tres primeros años de esta carrera cursó a la vez estudios de Ciencias Políticas.
Ejerció como reportero de guerra durante 21 años (1973-1994), primero en el Diario Pueblo (donde permaneció 12 años) y luego en Televisión Española. En 1977, durante su estancia en el diario, y junto a su compañero Vicente Talón, fundó la revista Defensa, que vio la luz en los quioscos en abril de 1978, y de la que fue redactor jefe hasta que sus compromisos como corresponsal le obligaron a dejar la editorial.
Viajero, bibliófilo, navegante y estudioso de la legendaria tradición heroica española,
Ejerció como reportero de guerra durante 21 años (1973-1994), primero en el Diario Pueblo (donde permaneció 12 años) y luego en Televisión Española. En 1977, durante su estancia en el diario, y junto a su compañero Vicente Talón, fundó la revista Defensa, que vio la luz en los quioscos en abril de 1978, y de la que fue redactor jefe hasta que sus compromisos como corresponsal le obligaron a dejar la editorial.
Viajero, bibliófilo, navegante y estudioso de la legendaria tradición heroica española,
Pérez-Reverte empezó escribiendo éxitos de ventas culturalistas, como La tabla de Flandes y jugó con la novela histórica y el thriller en obras como El maestro de esgrima o El club Dumas, pero su amarga experiencia como reportero de guerra y amante de la acción se fue poco a poco reflejando en su obra a partir de Territorio comanche (El pintor de batallas también está claramente influenciado por su experiencia como reportero) y se expresó a través de temas como el cansancio del héroe, la aventura, la amistad, el viaje como peligro, la muerte como último viaje y la cultura y la memoria como única salvación que permite comprender la realidad, soportar el dolor, saber quién se es y qué es el mundo.
En Pérez-Reverte la violencia es un símbolo existencial del absurdo que nos obliga a definirnos moralmente en toda nuestra ambigüedad y adoptar una postura forzosamente pesimista en el mundo.
En Pérez-Reverte la violencia es un símbolo existencial del absurdo que nos obliga a definirnos moralmente en toda nuestra ambigüedad y adoptar una postura forzosamente pesimista en el mundo.
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