Si bien el dólar ha perdido protagonismo en las reservas internacionales, aún puede recuperarse, siempre y cuando en Estados Unidos haya un gobierno dispuesto a impulsar medidas impopulares.
El dólar sigue siendo la moneda dominante en el mundo, qué duda cabe, pero poco a poco ha ido perdiendo terreno, y este proceso se ha acelerado ahora último. La evidencia es clara al respecto. Y esto no sólo se refleja en la pérdida de valor de la divisa norteamericana frente a las principales monedas y a las de muchos países emergentes.
Consideremos también que hace unos pocos años, en 2000, más del 70% de las reservas mundiales estaban en dólares. Pero dicha proporción ha caído año a año, llegando a 65% en 2007.
¿Qué moneda ha ocupado el espacio que el dólar deja? Principalmente el euro, que ha pasado de ser poco más del 18% de las reservas mundiales en 2000 a casi el 26% en 2007. También la libra ha mostrado un ligero aumento.
En este sentido, debe considerarse el anuncio que varios países (entre ellos China y algunos árabes) han hecho respecto de diversificar sus reservas para disminuir la proporción de éstas que se mantienen en la moneda estadounidense.
La pregunta que sale al paso es si estamos frente a un punto de inflexión en el sistema monetario internacional.
- ¿Es este declive algo estructural e inexorable?
- ¿Puede el dólar llegar a perder su rol como moneda de reserva?
Esto es perfectamente posible, aunque evitable.Hacia fines de la Segunda Guerra Mundial, en julio de 1944, en un pequeño pueblo de New Hampshire, llamado Bretton Woods, ocurrió un hito de la historia económica. Representantes de 44 países, liderados por John Maynard Keynes (Inglaterra) y Harry Dexter White (EE.UU.), firmaron el acuerdo que estableció las bases del sistema monetario internacional de la posguerra.
El acuerdo de Bretton Woods estipulaba que los países firmantes debían fijar el valor de sus monedas en relación al dólar norteamericano, y el dólar sería convertible en oro a un precio fijo de 35 dólares la onza.
El acuerdo de Bretton Woods se mantuvo vigente hasta 1971, cuando el Presidente Richard Nixon suspendió la convertibilidad del dólar en oro y cambió unilateralmente su paridad respecto de las demás monedas internacionales.
Durante todo este período el dólar dominó sin contrapeso, pero 1971 marcó un hito de declinación de esa moneda.
- ¿Estamos hoy ante un momento similar al del fin de Bretton Woods?
Desde 1971 hasta 1999 (fecha en que once países adoptaron el euro), el dólar, el yen japonés, el marco alemán, la libra esterlina y las otras monedas europeas operaron en un esquema de "flotación sucia", que permitía a los tipos de cambio moverse de acuerdo a las fuerzas del mercado, aunque el banco central de cada país solía intervenir.
El marco alemán y el franco francés, por ejemplo, flotaron libremente con respecto al dólar, aunque entre ellos se mantuvieron dentro de una banda estrecha la mayor parte del tiempo, en virtud de un acuerdo conocido como el Sistema Monetario Europeo.
En enero de 1999, once países europeos adoptaron el euro, moneda emitida y administrada por el Banco Central Europeo, que se mantiene flotando respecto del dólar. Hoy ya son trece los países que han adoptado el euro y dos más lo harán en 2008.
La principal amenaza para el dólar es, definitivamente, el euro.
Dólar, ¿quo vadis?
El dólar puede perder su rol como moneda de reserva si EE.UU. no enfrenta decididamente su problema de exceso de gasto sobre su ingreso nacional, que se traduce en un déficit masivo en la cuenta corriente de la balanza de pagos, del orden de 6% del PIB, o algo por sobre los US$ 800 mil millones.
Hoy este déficit tiene su causa fundamental en el exceso de gasto (o falta de ahorro) del sector privado, puesto que el déficit fiscal es inferior a 2 puntos del PIB. Este es el problema fundamental de EE.UU.
En el corto plazo, esta debilidad se ve aumentada por la fase actual del ciclo:
- la economía de EE.UU. se ha desacelerado fuertemente y
- probablemente ha entrado en recesión.
Ello fuerza a la Reserva Federal a cortar las tasas de interés, lo que disminuye el atractivo de los activos financieros norteamericanos respecto de otros en el resto del mundo.
Pero los problemas puntuales pasarán. La economía norteamericana se recuperará y las tasas de interés se normalizarán, lo que aumentará el atractivo del dólar.
Para ello, EE.UU. cuenta con un mercado laboral especialmente dinámico y una de las economías más flexibles del mundo. Esto ya se está manifestando en las exportaciones norteamericanas, que crecen a tasas de dos dígitos, contribuyendo a sostener (e incluso paulatinamente a revertir) el déficit de cuenta corriente.
Sin embargo, el problema de fondo (el exceso de gasto) seguirá latente, porque no depende tanto del ciclo. Aquí se requieren reformas que estimulen el ahorro privado y promuevan la austeridad fiscal para afrontar los problemas presentes y también las consecuencias fiscales futuras de la jubilación de los baby-boomers (la numerosa generación de la posguerra que hoy sostiene buena parte del sistema de pensiones).Pero el actual gobierno de EE.UU. enfrenta el síndrome del "pato cojo" (su etapa final), una muy baja popularidad, y una fijación en la guerra en Irak.
Estas condiciones no permiten esperar que se efectúen las reformas necesarias. Deberá llegar una nueva administración, liderada por Barrack Obama, Hillary Clinton o John McCain, para que puedan esperarse reformas macroeconómicas de fondo como las que hizo Bill Clinton hacia mediados de los 90.
Hay esperanza, porque el problema de EE.UU. es la macro, y la micro funciona muy bien. De hecho, la economía estadounidense figura invariablemente en los rankings serios como una de las dos más competitivas del mundo (Paradoja: justo al revés de Chile, donde los problemas son fundamentalmente de orden microeconómico).
Los desafíos de la nueva administración norteamericana no son menores. Entre ellos,
- rescatar la imagen internacional del país y
- devolver la fuerza al dólar.
La debilidad que hoy enfrenta esta moneda es algo irreversible. Estados Unidos sigue siendo una de las economías más competitivas del mundo y no hay señales de que ello vaya a cambiar. El dólar no va a volver a jugar el rol que tuvo en la posguerra, pero puede fortalecerse considerablemente respecto de sus niveles actuales.
Sin embargo, para que ello ocurra debe haber un gobierno con capital político y claridad de objetivos, dispuesto a jugárselo en políticas que, invariablemente, serán impopulares en el corto plazo. O verá, como Nixon, otro fin de Bretton Woods.
Opinión - "El Mercurio" - Santiago - 19-Feb-2008
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