domingo, 24 de febrero de 2008

La sombra del modelo chino

El poderío de China ya va mucho más allá del ámbito económico. El desmesurado crecimiento económico ha otorgado poder político en la esfera internacional, y la voz del país de Mao suena ya con mucha más fuerza que la de Rusia. Pero su influencia no se limita al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.
El modelo chino es, al contrario del seguido por Rusia tras la caída de la Unión Soviética, el sistema que se está imponiendo en muchos otros países, la mayoría de fuera de la esfera comunista.

La sombra de China es cada vez más alargada, y bajo su peso se cuentan ya países como Nepal, Sudán o Tailandia. Todos ellos tratan de seguir los pasos del gigante asiático. Ahora, todo indica que Cuba se unirá a este selecto club de fans.
El fin de la era Castro abre un nuevo horizonte en el que las reformas económicas se perfilan como el primer paso de sus sucesores, independientemente de su nombre. Los cambios en el ámbito político, por mucho que Bush quiera lo contrario, no parecen estar a la vuelta de la esquina.
La presencia china en la isla no ha hecho sino aumentar en los últimos años, y todo apunta a que la revolución de Castro seguirá ahora un camino distinto, pero no más cercano a los valores de la democracia occidental.

¿Qué es exactamente lo que hace tan irresistible al modelo chino?
Obviamente, no la creación de una sociedad igualitaria. Lo más atractivo para Gobiernos autoritarios es la combinación de la dictadura política y la libertad económica, lo que se conoce como comunismo con características chinas, y cuyos resultados son evidentes en ambos campos.
Por un lado, las mejoras en la calidad de vida de la población hacen que ésta no cuestione el autoritarismo de sus dirigentes, o que lo haga de forma marginal, mientras que el crecimiento económico hace que todas las previsiones se queden cortas y los dos dígitos sean el objetivo prioritario en la pauta de crecimiento.
El patrón funciona en China, y también en Vietnam. Dos países en los que el amor al trabajo (y al dinero) son pilares fundamentales de la sociedad desde hace milenios. Ahora está por ver si se puede trasladar con éxito este modelo no ya a países capitalistas como los africanos o India, sino a otros Estados que, como Cuba, Laos o Corea del Norte, abrazan el comunismo pero tienen valores ciertamente diferentes.
Todo apunta a que India seguirá creciendo muy por encima de la media mundial en los próximos años. Afortunadamente para los hindúes, el Gobierno sólo ha tomado la parte económica del modelo chino, que parece compatible con un sistema democrático.
Sin embargo, algunos de los efectos secundarios del sistema ya son más que evidentes.
- Las diferencias sociales son cada vez mayores, en parte debido a la lacra de las castas y a los imparables índices de natalidad, que convertirán a India en el país más poblado del mundo en 2030, y
- la polución en los grandes centros urbanos se convierte en un problema cada vez más agudo.
Pero el elefante asiático ha sabido adaptar los pasos de China, y parece que será capaz de hacer frente a los gigantescos retos que se avecinan.
Sin embargo, cómo funcionarán Cuba o Corea del Norte es una incógnita. Estos dos países han vivido en un sistema mucho más cercano al ideal comunista que China, y sus habitantes no están acostumbrados a ligar productividad con beneficios económicos. Por ello, y por la presión internacional que se ejerce a través de embargos, es posible que una traducción literal del modelo chino resulte mucho más dolorosa.
Porque en China el concepto de comunismo va ligado al Partido, y no al día a día de la población. Ni la sanidad ni la educación son gratuitas, y el éxito está condicionado por condiciones laborales extremadamente duras. Sin embargo, es posible que veamos en breve cambios drásticos en ambos países. A pesar de su silencio (Castro no ha sido capaz siquiera de hacer titulares en portada), China estará muy presente en el proceso que ahora comienza en la isla.
En cuanto a Corea del Norte, la decisión de abandonar su programa nuclear ha convertido a Kim Jong-il en un ser menos malvado, y es muy posible que China vuelva a mostrarse amistosa y ofrezca ayuda para que comience el proceso de apertura económica que tan desesperadamente necesita la empobrecida población.
Porque hay que reconocer que, a pesar de la urticaria que nos producen los regímenes autoritarios, el ejemplo de China está consiguiendo que cientos de millones de personas abandonen la miseria y recuperen la esperanza en un futuro mejor. Luego ya llegarán las exigencias de cambios políticos.
Primero, el estómago lleno.

Zigor Aldama - DEIA - Bilbao - 23-Feb-2008

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