Resulta prematuro responsabilizar al mercado o a la mayor integración de las economías por las actuales turbulencias. Más bien no ha existido una identificación clara de los riesgos en créditos de alto riesgo, alimentado por la creencia de que la Reserva Federal llegará al rescate.
En los últimos meses, el comportamiento de los mercados financieros y bursátiles de un gran número de economías ha estado marcado por la inestabilidad, dentro de una tendencia declinante.
En términos generales, la causa de esta turbulencia sería la perspectiva de una recesión en los Estados Unidos, lo que en mayor o menor medida afectaría al resto del mundo.
Una primera mirada a la historia de las fluctuaciones en la actividad económica observada por las economías industrializadas -especialmente de los Estados Unidos- en el último siglo muestra que en la mayoría de los episodios se observó un menor nerviosismo en los mercados que el que se ha ido configurando en los últimos meses.
La explicación radica, a mi juicio, en ciertas particularidades del episodio actual, las que sólo se observan ocasionalmente. Así, en el pasado se registraron numerosos episodios en los que se detonó un proceso recesivo como resultado de la puesta en marcha de un programa dirigido a reducir la inflación, escenario donde -a pesar de las dificultades- existía una cierta claridad en cuanto a la naturaleza del problema a resolver, lo que en la actualidad no ocurre.
El cuadro de inestabilidad y declive que han observado los mercados financieros y bursátiles en las últimas semanas se origina en un deterioro significativo en la recuperación de créditos por parte de los bancos, lo que detona una cadena de ajustes en los precios de los activos -propiedades, acciones y bonos, entre otros- que conducen a una caída en el valor de la riqueza de las empresas y consumidores en los Estados Unidos y también fuera de este país.
Mirando este proceso en perspectiva, nos encontramos con que la aplicación de una política monetaria expansiva por parte de la Fed condujo a una fuerte expansión del crédito, lo que llevó -como ocurre a menudo en este tipo de situaciones- a un mayor riesgo en la cartera de los bancos.
Sin embargo, al cuadro expuesto cabe añadir una segunda etapa, cual fue la transformación de dichos créditos en sofisticados productos financieros, los que no sólo redistribuyeron el riesgo original de los mencionados créditos, sino que en definitiva han hecho muy difícil establecer cuál es la verdadera magnitud de las pérdidas asociadas a lo que se ha llamado "hipotecas de alto riesgo".
En esta perspectiva, entonces, una causa importante de las turbulencias bursátiles y financieras se origina en la incertidumbre existente respecto a la verdadera dimensión del problema financiero y patrimonial que se enfrenta actualmente.
Frente al cuadro gruesamente descrito, ya han aparecido voces que reclaman una mayor regulación de la actividad financiera y un papel más activo de la política económica en la estabilización de las fluctuaciones. Más o menos en los mismos términos se planteó el debate tras la Gran Depresión de los años 30 en las economías industrializadas y en países como Chile, tras la crisis financiera que tuvo lugar hace veinticinco años.
Sin desconocer que una tarea permanente de la política económica es la búsqueda de un marco institucional adecuado para el desarrollo de la actividad financiera, me parece prematuro responsabilizar al mercado o a la mayor integración de las economías, de episodios de turbulencia como las actuales. Ello sin un análisis detenido de las causas detrás de éstos.
Como ha ocurrido en otros episodios similares, lo que muestra una primera evaluación de la crisis actual, es que no ha existido una identificación clara y precisa de los riesgos asociados a operaciones de crédito de alto riesgo, lo que contribuyó a su expansión y posterior desplome. Éste es un elemento recurrente en la gestación de situaciones de crisis financiera, lo que en este caso se explica -en buena medida- por el explosivo desarrollo de instrumentos cuya valorización del riesgo asociado es algo tan novedoso como complejo.
No obstante, también ha estado presente en la gestación del auge crediticio y bursátil la sensación de que en los momentos de dificultades "llegará la caballería" al rescate (léase la Reserva Federal, en este caso). De hecho, cabe recordar que en los últimos veinte años dicha entidad ha reaccionado con presteza para atenuar los episodios de desplome bursátil, impidiendo o postergando ajustes que la economía norteamericana debía realizar, lo que en algún grado significativo parece estar en la memoria de los operadores.
Queda mucho por ver y analizar del actual episodio de turbulencia financiera mundial. No obstante, es importante reconocer que cualquier medida que una economía individual adopte con miras a potenciar sus perspectivas de crecimiento de mediano plazo ayudará a aminorar los costos que esta situación pudiera provocarle. En esta perspectiva, las tareas y prioridades de una buena política económica no han cambiado.
Opinión - "El Mercurio" - Santiago - 12-Feb-2007
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario