Por efecto de la acelerada dinámica de la política argentina, se ha reinstalado la polémica en torno a la existencia de la crisis energética. El detonante esta vez resultó ser una publicación en la que se afirmó que habría un déficit “sin precedentes” de gas y un desabastecimiento pronunciado aún en caso de contar con temperaturas benignas.Como es habitual, el informe fue rápidamente descalificado por los funcionarios del Gobierno. Pero de nada sirve debatir si se logrará reemplazar el faltante, porque lo fundamental es que se han creado todas las condiciones para que un desastre golpee a la puerta.Una “tormenta perfecta” es una situación en la que confluyen simultáneamente muchos factores y se encuentran a la misma hora en el mismo lugar. Estamos jugando tiempo de descuento y los próximos tres meses serán extremadamente críticos para el gobierno.Y lo más sorprendente es que este cuadro se ha construido laboriosamente. No es necesario llegar a los extremos mencionados en el informe con la falta de gas ya que la capacidad de transporte está limitada. Habrá muchos más cortes que el año pasado y hay simulaciones en CAMMESA que consideran la alternativa de “Gas Cero” para las centrales eléctricas. Pese a que hoy se diga lo contrario, el GNC sufrirá restricciones severas al igual que las industrias que consumen gas y electricidad.Y para los próximos 100 días de nada sirven las declaraciones agresivas y anuncios de obras que tardarán varios años en concretarse como las plantas y terminales de GNL y la supuesta adquisición de una Central Nuclear a Francia, cuando aún falta mucho para terminar Atucha II y no se ha iniciado la obra de la IV Central Nuclear.El futuro venturoso que prometía ENARSA nunca llegó y la mayor parte de los proyectos en los que fue introducida muestran demoras casi inconcebibles. Hubo serios errores de cálculo político al apostar al gas que proveería Evo Morales y a las soluciones “caribeñas” soñadas en el golfo de Maracaibo.Mientras los expertos escuchan atónitos estas improvisaciones saben que hay 6.000 MW constantemente indisponibles y que ningún empresario quiere llevar a cabo inversiones para reacondicionar esas usinas, debido a sus dudas sobre la sustentabilidad de sus negocios en el volátil contexto de las decisiones políticas que se toman en el país. Y 6000 MW “fuera de combate” son realmente muchos.
El uso indiscriminado y constante de “combustibles líquidos” –además de resultar ocho veces más caro que el gas- está dañando el equipamiento térmico que aún funciona, amenazando con ampliar el número de usinas paralizadas. También complica la logística arriesgando accidentes e incidentes de todo tipo.Todo el país –a excepción de ciertos funcionarios- sabe que hay declinación en la producción de petróleo e insuficiente capacidad de destilación. Por lo que se ha anunciado que este año faltarán combustibles líquidos, especialmente diésel. Hay muchas localidades que ya están padeciendo este desabastecimiento mientras que el Gobierno disputa con las petroleras sobre quién perderá dinero en importaciones.Y habrá muchas importaciones; porque pagamos más caro
- el gas que importamos de Bolivia,
- el GNL que traeremos de Venezuela
- junto con el fuel oil y el gasoil y
- también pagaremos más por la escasa electricidad brasilera.En total, con subsidios y otros subterfugios incluidos, se quemarán más de 6000 millones de dólares en esta hoguera, y cuando llegue la primavera haríamos el recuento de los destrozos sin haber solucionado nada.Estas son las condiciones “que supimos conseguir” durante los últimos 7 años. Y la posibilidad de escapar a esta “tormenta perfecta” son muy escasas, y no dependen de la tan mentada “calidad institucional”, sino de un milagro de San Pedro. Uno muy grande....
Carlos J. Aga - "Portal Energético Internacional" - Buenos Aires - Abr-2008
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