CARME Chacón es una señora que habla tres idiomas, dos más que muchos de los que han puesto en cuestión su capacidad para el cargo. Se han mofado de la ministra de Defensa por estar embarazada, ellos, que sólo llevan dentro los espumarajos que echan por la boca. Y lo que es peor, han tenido que oír a un militar afirmar que si hay un Ministerio en el que la autoridad no se discute es el de Defensa, opinión que ha ratificado en posición de firmes el contingente destacado en Afganistán.
Allí está, como en Líbano o Kosovo, el Ejército más democrático que ha tenido España, por cuyas filas no deambula ni el fantasma de los pronunciamientos liberales del XIX ni el de los golpes de Estado filofascistas del XX.
Ya quisieran otras instituciones tener la Constitución interiorizada como la tiene el Ejército, consecuencia, entre otras cosas, del pase a la reserva en los años 80 de muchos altos mandos cuyas declaraciones hacían dudar de sus convicciones democráticas.
A los soldados de hoy no se les cae el cetme por afirmar con voz marcial: «A sus órdenes, señora ministra»; abunda entre ellos la vocación de servicio y la claridad de ideas sobre su función social. El casco azul que ha costado la vida a muchos lo demuestra.
El nombramiento de Carme Chacón ha permitido ver que hay menos delirios ideológicos e intereses oligárquicos entre los militares que entre los periodistas. Algunos les quieren guardar a los militares un tarro de las esencias que ellos dan por enterrado.
Seguramente añoran un concepto viril de la milicia parecido al que expresó Primo de Rivera el día después de su golpe de Estado: «Este movimiento es de hombres. Quien no sienta la masculinidad plenamente caracterizada que espere en un rincón, sin perturbar los días buenos que para la patria preparamos». De lo que se deduce que Chacón será más cuestionada fuera del Ministerio que dentro.
Por mi parte, deseo larga vida a sus detractores, para que les dé tiempo a ver también una reina de España convertida en jefa de los tres ejércitos.
No basta nombrar a una ministra de Defensa para erradicar los prejuicios y la discriminación hacia las mujeres militares, pero intuyo que Chacón será especialmente sensible. No por ser mujer, sino por ser quien es.
Una señora que ha tardado en visitar a las tropas españolas en el exterior menos que sus dos predecesores. ¿Para demostrar algo? No, simplemente porque la agenda de una mujer embarazada de siete meses se organiza con arreglo a una pregunta: ¿antes o después del parto? Ella ha respondido que antes. Y ha marchado a Afganistán sabiendo que su hijo podía nacer en un Hércules de la Fuerza Aérea española. ¿Algún problema? Ninguno.
Sólo hace falta emprender viaje con ginecólogo, anestesista, pediatra y, por supuesto, con un par.
IRENE LOZANO - "ABC" - Madrid - 21-Abr-2008
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