ALLÁ en la Edad Media —la «oscura Edad Media», que diría un analfabeto—, la enseñanza universitaria se resumía en dos ejercicios escolares fundamentales:
- por la mañana, cuando la mente estaba más despejada, la «lectio» o lectura de algún pasaje bíblico o patrístico;
- por la tarde, cuando dicho pasaje ya había sido digerido, se sucedía la «disputatio», que hoy llamaríamos debate, en la que un alumno hacía de sostenedor, proponiendo con voz resonante una «quaestio disputata» a propósito de la «lectio» matutina.
Otros alumnos oponían entonces una serie de objeciones mejor o peor fundadas; y, una vez leído el resumen de tales objeciones, el sostenedor tenía que responder con la «probatio» o prueba de su tesis, en la que refutaba las objeciones previas.
Así, al final de cada jornada, cuando la muchachada abandonaba las aulas universitarias, la «cuestión disputada» había sido vuelta y revuelta como un calcetín, y el entendimiento había sido probado al máximo, como la destreza de los caballeros en un torneo.
Fue en estas «cuestiones disputadas» donde se hicieron famosos los limpios silogismos de un muchacho grueso y callado a quien sus compañeros apodaban «El Buey Mudo»; pero sus mugidos no tardarían en resonar en el mundo entero.
Nuestra época, mucho menos humilde que aquella otra en la que el Aquinate lanzó sus mugidos, ha inventado un método más expeditivo para el debate. Ahí tenemos como ejemplo a Esperanza Aguirre, que en el Foro de ABC pronunció un discurso cuyo propósito —en palabras de la oradora— no era postularse como lideresa de la derecha, sino estimular el «debate ideológico» al modo contemporáneo, esto es, saltándose la «lectio» matutina .
Aguirre no esgrimió ni un solo argumento de autoridad— y evitando refutar las objeciones que se podrían oponer a la «cuestión disputada» y malamente probada: ¿Es el liberalismo la panacea contra las trampas ideológicas que Zapatero tiende a la derecha?
Malamente probada porque, para evitar esas trampas ideológicas, Esperanza Aguirre propone asumir como propios los esquematismos ideológicos de la izquierda.
Así, al definir el franquismo como un «régimen antidemocrático, antiliberal y antinacional con el que el Partido Popular no tiene nada que ver», Aguirre no hace sino aceptar la caracterización sumaria del franquismo acuñada por la izquierda; caracterización a la que añade una coletilla a modo de anatema o exorcismo fácilmente refutable: pues, evidentemente, el Partido Popular algo sí tiene que ver con el franquismo, como por otra parte también tiene que ver el Partido Socialista (y bastaría bosquejar un rápido árbol genealógico de sus capitostes para demostrarlo).
Otro ejemplo de esa aceptación de los esquematismos ideológicos de la izquierda nos la ofreció Esperanza Aguirre cuando, unos pocos días después, para afear cierta humorada de Berlusconi, afirmó que «una de las mejores cosas que ha hecho Zapatero es nombrar a tantas mujeres en este Gobierno». Afirmación que presupone que «nombrar mujeres» es en sí misma una acción buena, prescindiendo de que tales mujeres puedan presentar avales de mérito o virtud ciceroniana que las hagan merecedoras de tales nombramientos; lo cual no es sino acatar el catecismo de lo políticamente correcto.
Hemos de entender, pues, que el debate ideológico propugnado por Aguirre consiste en allanarse ante el "nihil obstat" de la progresía, asumiendo como propias ciertas acuñaciones verbales y aspavientos cosméticos que permitan a la derecha sacudirse el baldón de antipatía y ranciedad que la izquierda ha arrojado sobre ella.
Pero el verdadero debate ideológico que la derecha debe acometer consiste precisamente en lograr que los esquematismos ideológicos de la izquierda, sus acuñaciones verbales y aspavientos cosméticos sean percibidos como lo que son: roña progre en estado de putrefacción.
Mientras la derecha se empeñe en rebozarse con la misma roña que sus adversarios postulan, el tan cacareado debate ideológico se quedará en agua de borrajas; y de la derecha española jamás nacerá ese buey mudo que llene el mundo con sus mugidos.
Por el momento, uno arrima el oído a la derecha española y sólo acierta a distinguir el aturdido barullo de una jaula de grillos.
JUAN MANUEL DE PRADA - "ABC" - Madrid - 21-Abr-2008
NR: "El Buey Mudo" era el apodo de Santo Tomás de Aquino, nacido en Roccasecca, cerca de Aquino, Nápoles. Hijo menor de 12 hijos del Conde Landulf de Aquino. Sus primeros estudios fueron con los benedictinos en Montecassino, cerca del castillo de sus padres.
Tomas fue enviado a Colonia, Alemania, donde estudió bajo el Padre Dominico San Alberto Magno.
Los compañeros al, ver a Tomás tan robusto y silencioso, lo tomaron por tonto, por lo que le pusieron como apodo: "El buey mudo". Pero un día, uno de sus compañeros leyó los apuntes de este joven estudiante y se los presentó a San Alberto. Al leerlos, este les dijo a los estudiantes: "Ustedes lo llaman el buey mudo. Pero este buey llenará un día con sus mugidos el mundo entero".
Recibió el doctorado de teología en la Universidad de París y a los 27 años es maestro en París (1252-1260).
En 1259 el Papa lo llama a Italia donde por siete años recorre el país predicando y enseñando.
En Orvieto (1261-1264), en Roma (1265-1267), en Viterbo (1268), en París (1269-1271) y en Nápoles (1272-1274).
Sus clases de teología y filosofía son las más concurridas de la Universidad. El rey San Luis lo estima tanto que lo consulta en todos los asuntos de importancia. En una ocasión, en la Universidad se traba una discusión acerca de la Eucaristía. Al no lograr ponerse de acuerdo, ambos bandos aceptan recurrir a Tomás para que diga la última palabra. Lo que él dice es aceptado por todos.
En 4 años escribe su obra más famosa: "La Suma Teológica", obra maestra de 14 tomos. Fundamentándose en la Sagrada Escritura, la filosofía, la teología y la doctrina de los santos, explica todas las enseñanzas católicas.
La importancia de esta obra es enorme. El Concilio de Trento contaba con tres libros de consulta principal:
- la Sagrada Biblia,
- los Decretos de los Papas, y
- la Suma Teológica de Santo Tomás.
Santo Tomás logró introducir la filosofía de Aristóteles en las universidades.
Murió en Fosanova el 7 de marzo de 1274 a la edad de 49 años. Sus restos fueron llevados solemnemente a la Catedral de Tolouse un 28 de enero, fecha en la que se celebra su fiesta.
Canonizado en 1323, declarado Doctor de la Iglesia en 1567 y Patrón de las universidades católicas y centros de estudio en 1880.
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