El título de este artículo puede parecer un reclamo para su lectura, pero no es sólo eso. Estamos asistiendo a una mutación del capitalismo. Se trata de analizar y aprender de las nuevas paradojas que nos trae la globalización en su primera recesión.
¿Quién se hubiera imaginado, hasta hace pocos años,
- que los republicanos se afanasen en la puesta en marcha de medidas intervencionistas; o
- que los chinos comunistas avanzasen cada vez más rápidamente hacía un nuevo modelo de capitalismo salvaje?
Si nos situamos en el paradigma actual —de claro declive de las ideologías del s. XX y predominio ideológico del «competir globalmente y ganar a corto plazo»—, entenderemos mejor las raíces de la recesión y vislumbraremos soluciones menos instrumentales.
Las recetas económicas clásicas, inspiradas en Keynes o en Friedman, están teñidas de prejuicios o tintes ideológicos que han generado sendos kits de herramientas ortodoxas. Sin embargo, llevamos más de doce meses asistiendo a la aplicación sucesiva de medidas para frenar la crisis de los mercados y evitar la recesión que no parece que funcionen y, en muchos casos, son tan contradictorias y/o improvisadas que la opinión pública tiene la impresión de que no hay ni líderes ni rumbo.
Cuando se habla de reinventar el capitalismo, no se está hablando ni de suprimirlo ni de transformarlo radicalmente, sino más bien de situarlo en la globalización para que funcione.
El capitalismo ha evolucionado desde un modelo nacional hasta un modelo de intensiva internacionalización, produciéndose una mutación que emerge con el cambio de siglo y ahora enseña su rostro.
Dicha mutación se llama mercados globales; mercados que funcionan las 24 horas del día en tiempo real, que están interconectados y han generado un nivel de sofisticación, transacciones y complejidad que han permitido que,
- ante la ausencia de reglas transparentes y
- el deseo de enriquecimiento a cortísimo plazo
- de un grupo de directivos corruptos vía incentivos indebidos,
- se configure un escenario desconocido. Un mutante.
Para enmarcar al mutante y ponerlo otra vez al servicio de una asignación racional de recursos imperfecta pero eficaz, resulta preciso poner rápida y contundentemente en marcha tres grandes y complejas transformaciones:
1. Dotar a los mercados globales de mínimas reglas de juego gestionadas con transparencia que devuelvan la confianza a los operadores y consumidores.
2. Disponer de empresas que no sean sólo un negocio y se acerquen al concepto de perdurabilidad que poseen las instituciones.
3. Profesionales de la dirección —sobre todo en los niveles altos—cuya competencia se exija, se mida y se compense en términos de conocimientos, liderazgo ejemplar y Responsabilidad Social.
No podemos seguir alimentando el cortoplacismo en los resultados sin prestar atención a la sostenibilidad de los mismos. No soy de los que piensan que mejor regulación y más ética en los negocios sean suficientes para hacer frente con eficacia a los retos del futuro, pero sí creo que son condición necesaria.
El llamado mutante (o situación radicalmente nueva por mor de la globalización) ha traído consigo una situación de desconfianza tal que, por no prestar, ya no se prestan ni los bancos. Recuperar la confianza requiere
- reglas que se cumplan y generen certezas,
- líderes con ética y responsabilidad social, y
- empresas e inversores que no confundan el negocio con el corto plazo.
La dificultad no radica en enunciar posibles soluciones sino, como siempre, en implantarlas.
En relación con las reglas y la transparencia, parece que existe consenso tanto en la comunidad Internacional como en España. Parece que ocurre lo mismo con los incentivos de la alta Dirección, si bien el consenso es menor, siendo además un tema incluido en todos los códigos de buen gobierno —desde hace diez años— y jamás cumplido.
Lo más difícil, por complejo y novedoso, es ser capaces de que las empresas institucionalizadas con inversores globales y con vocación de permanencia sean coherentes y exijan a los administradores dos cuentas de resultados: la del corto y la del medio plazo.
- La primera debe ser, como siempre, numérica.
- La segunda podríamos denominarla la cuenta de resultados reputacional y de responsabilidad social.
En desarrollar dicho modelo deberíamos empeñarnos durante los próximos años, pues no es sólo que resulte urgente, es que es la única forma de poner el mutante al servicio de la humanidad.
Moraleja: Sentemos en una mesa a chinos y republicanos frente al mutante. Si se ponen de acuerdo, tendremos la solución.
ENRIQUE MULDER - "ABC" - Madrid - 15-Dic-2008
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