LOS datos avalan que es habitualmente más eficiente la nación pequeña que la grande dentro de un mismo espacio económico. Veamos la clasificación de nivel de renta por habitante en los distintos países de Europa Occidental: 1º Noruega, 2º Irlanda, 3º Suiza, 4º Andorra, 5º Islandia, 6º Holanda, 7º Gibraltar, 8º Austria, 9º Dinamarca, 10º Suecia, 11º Bélgica, 12º Finlandia, 13º San Marino, 14º Reino Unido, 15º Alemania, 16º Francia, 17º Mónaco, 18º Italia, 19º España, 20º Grecia, 21º Chipre, 22º Portugal.
Se comprueba que copan los puestos de cabecera del ranking los países pequeños. Los cinco grandes países ocupan las posiciones 14º, 15º, 16º, 18º y 19º de un total de 22.
Ser grandes no parece ayudarles a ser mejores. Un país pequeño consigue excelentes resultados por su capacidad de ajustar mejor las decisiones al haber una mayor calidad de información y de sensibilidad al detalle. Cada nación tiene un Gobierno Central para el que un gran tamaño es una ventaja de masa crítica frente a una desventaja de calidad de gestión, al igual que ocurre en el mundo de la empresa.
Cuando se es un pequeño país en una gran unión económica se está en el mejor de los mundos. Cuando se está dentro de un Estado importante con gran autonomía se está en una buena situación como es nuestro caso, especialmente al añadirse
- nuestra posición de bisagra fronteriza,
- proximidad de puertos bien equipados,
- cultura industrial,
- calidad de servicios,
- sensibilidad industrial de las Instituciones y
- tenacidad característica de nuestra ciudadanía.
Ocupan la cola de la clasificación Grecia, Chipre y Portugal, lo que muy probablemente viene determinado por su lejanía al eje de desarrollo de la Europa Central. Es el mismo efecto que se comprueba al ver que las regiones próximas a Francia disfrutamos de mayor nivel de vida, con la excepción de Madrid que, por su ventaja de capitalidad, succiona riqueza de todo su ámbito de influencia, al igual que lo hacen Pamplona respecto de Navarra o Vitoria-Gasteiz en relación con Álava.
Por el contrario, las alejadas como Galicia, Portugal, Extremadura y Andalucía tienen menor dinamismo económico. En materia de economía la ubicación juega un importante papel. Afortunadamente las nuevas tecnologías están disminuyendo el handicap de la lejanía y creando una nueva línea de salida con oportunidad de enganche con el tren del progreso para aquellos países o regiones en desarrollo cuya cultura de confianza les permita asentar un proceso de desarrollo.
Un alto nivel de desarrollo es más fácil de alcanzar cuando se forma parte de una gran unión económica, se está geográficamente situado en la proximidad de su zona de máxima concentración de actividad económica, y se tiene un pequeño tamaño que facilite la calidad de la acción de Gobierno. La excelencia en esa situación de privilegio depende de factores como
- cultura de confianza,
- prestigio social de los emprendedores,
- educadores e investigadores, y
- propensión social a asumir como deber propio lo que conviene a la comunidad y
- especialmente los objetivos que la hacen mejorar a largo plazo.
Proponía Kant como norma de conducta personal aquella que podría convertirse en norma de toda la Sociedad y efectivamente esa parece ser la forma de conducta de los países del norte y centro de Europa, no sé si a raíz de la reflexión citada o, más probablemente, reflejó el filósofo lo que sus conciudadanos ya practicaban.
En cuanto a la capacidad de diseñar estrategias de largo plazo, la dificultad reside en que requiere una madurez y un consenso difíciles de lograr por la clase política, pero no por ello deja de ser su primera responsabilidad.
Una gran empresa como es la Sociedad en su conjunto no estará bien dirigida si no piensa y se prepara con una visión a largo plazo. Se deduce de todo lo anterior que para estar en cabeza del ranking de países por su desarrollo humano hay que:
- conectar intensamente con el eje europeo de desarrollo (Londres- París - Rhur- Milán),
- disfrutar de la mayor autonomía posible,
- promover cultura de confianza,
- exigir planteamientos básicos de largo plazo y
- potenciar la revalorización de lo común, tanto en lo que se refiere a bienes como a conductas.
Todo un programa.
Sixto Jimenez - Economista - "DEIA" - Bilbao - 15-Dic-2008
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