Los regímenes totalitarios se alimentan de
- los indiferentes,
- los conformistas, y
- los distraídos
ante la brutalidad.
Ya se ha recordado en estos días cómo la población paquistaní ha mostrado una insensible frialdad con los atentados de Bombay.
El mismo reproche puede extenderse a toda la población musulmana ante las carnicerías de Al Qaida.
Los musulmanes se han acomodado a su papel de víctima universal y permanecen ciegos ante una salvajina que amenaza en primer lugar a ellos mismos.
Tienen razón en reprochar a la civilizada sociedad occidental su indiferencia con los sufrimientos en los territorios palestinos ocupados, sus prejuicios con el islam o su complicidad con los corruptos sátrapas que les gobiernan y a quienes llamamos aliados con la esperanza de que nos hagan una rebaja en el precio del petróleo.
Pero viven en una ceguera suicida cuando se resisten a reconocer que el fanatismo integrista es a ellos a los que más amenaza. Y cuando actúan como cómplices con su silencio indiferente ante el terrorismo yihadista.
Cuánto convendría a esas sociedades -y otras que tenemos mucho más cerca- la lectura de Bertolt Brecht, en la que se nos advierte de que hoy nos encogemos de hombros porque van a por el vecino y mañana será demasiado tarde porque ya habrán venido contra nosotros.
Esa forma de asumir que el terrorismo es como una catástrofe natural ante la que nada se puede hacer excepto no obsesionarse demasiado con ella es la cobardía de los indiferentes sobre la que se sostienen los totalitarismos en su irresistible ascensión.
No vale hacer distinciones con el mal. Ni pensar que el terrorismo sólo amenaza a los que elige como víctimas. El terrorismo es un peligro letal en primer lugar para las sociedades en las que se gesta y desarrolla. Esos yihadistas sólo valen para sembrar el infierno, como saben muy bien los iraquíes que los invitaron a su tierra y que han terminado aliándose con los norteamericanos para echar a tiros a sus enloquecidos invitados.
- Los indiferentes,
- los conformistas,
- los cobardes
tampoco se librarán.
Hoy es el vecino, mañana será demasiado tarde.
Alberto Sotillo - "ABC" - Madrid - 8-Dic-2008
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