-Repitámoslo -dice el sabio Critilo-: la popularidad no es lo mismo que el prestigio.
Alguien puede ser popular por actitudes o conductas que concitan atención, pero no respeto.
Así, una vulgar exhibición de dinero es llamativa, pero no llama a respetar a quien la realiza.
Una actriz hollywoodense que afirma que no importa que hablen mal de ella, con tal de que hablen, señala que su popularidad nada tiene que ver con la admiración genuina o el respeto de la gente.
De este modo, una persona popular es alguien a quien todos conocen, pero nadie valora. Y el peso de ese estado suele ser penoso para quienes, habiendo buscado popularidad todo el tiempo, después se sienten agobiados por ella.
El prestigio es otra cosa. Consiste en ser respetado por personas que pueden juzgar méritos y virtudes.
Un profesional que aparece en la televisión puede, ocasionalmente, tener prestigio. Pero el prestigio no consiste en aparecer en la televisión, sino justamente en lo contrario: sin ser conocido del vulgo, tener el respeto y el aprecio de los pares.
No cabe sino concluir -dice el sabio-: al menos en lo que a los profesionales respecta, la popularidad es lo contrario del prestigio.
La pregunta que sigue es si para actuar en política se necesita una u otro.
Andrenio - "El Mercurio" - Santiago de Chile - 19-Dic-2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario