Llama la atención que algunos de los que negaron la crisis hasta hace poco se hayan apuntado ahora a que lo peor está por llegar. Demuestra muy probablemente lo que saben o entienden de ella. Quizá porque esta crisis tiene una personalidad propia que sorprende cada día.
Sin embargo, si uno echa mano de las hemerotecas se encuentra con muchos expertos y personas de sentido común que advirtieron del peligro a tiempo y que no fueron escuchados.
La pregunta es: ¿por qué no fueron escuchados?
El estallido de la burbuja inmobiliaria fue anunciado con más de tres años de antelación, y quizá fue ese retraso el que llevó a muchos a creer que nunca llegaría. Pero llegó. Como llegó la consiguiente crisis, también anunciada.
- ¿Qué impedía escuchar y actuar en consecuencia? Se lo he preguntado a un economista amigo y me ha dicho:
«No podían pararse a escuchar porque cabalgaban a lomos de tigre y los resultados favorables los cegaban. Entonces creían que quienes les llevaban la contraria eran solo unos agoreros amargados porque la realidad no les daba la razón».
¿Qué dicen ahora esos listos?
La realidad es que la crisis llegó y que quizá ya nos hallamos en su epicentro. Sin embargo, las voces de los que antes la negaban ahora claman que aún falta lo peor.
- ¿Saben de qué hablan?
- ¿Tienen ahora mejores datos?
- ¿Han aprendido a escuchar?
- ¿O solo se han apuntado a una nueva moda en la que parecer inteligente es mostrarse catastrofista?
Porque la crisis, con toda su gravedad, tampoco les da la razón en sus desconcertadas exageraciones.
La crisis ha llegado, rápida y profunda, pero también previsible e incluso esperada, por pura lógica. Repasen las hemerotecas. Sobraron avisos.
- ¿De qué se sorprenden ahora nuestros guías?
- ¿Quizá de no haber hecho nada para que nos cogiese prevenidos?
Es la crisis y toca afrontarla. Y por increíble que parezca, todavía podemos hacerlo con éxito.
Carlos Reigosa - "La Voz de Galicia" - Santiago de Compostela - 21-Sep-2008
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