La Reserva Federal recurre a la intervención estatal para recuperar la confianza inversora.
La decisión de las autoridades económicas estadounidenses de crear una agencia que adquiera los activos bancarios dañados por la crisis de las hipotecas basura implica un cambio de reglas en el sistema financiero norteamericano que bien puede calificarse de histórico.
Es evidente que esta operación de rescate instrumentada con dinero público es una intervención estatal y, como tal, desmiente la tesis fundamentalista de que el mercado es capaz de solucionar siempre todas sus crisis, sea cual sea su naturaleza.
El secretario del Tesoro, Henry Paulson, y la Reserva Federal han entendido que sin una decisión de salvamento de este calibre el sistema financiero corría un riesgo de colapso total, con consecuencias catastróficas para toda la economía mundial.
No es el único signo de cambio. El saneamiento público de pérdidas privadas empuja en la dirección de más y mejor supervisión de los agentes financieros, en principio, para contabilizar los costes enormes de este rescate titánico y, en consecuencia, para evitar que se produzcan nuevas conductas privadas que desprecien el riesgo para inversores y depositantes.
Paulson y la Fed actúan con el criterio de que la principal tarea de la autoridad monetaria es
- recuperar la confianza de los inversores y
- restablecer la credibilidad en los productos estructurados
de forma que la liquidez fluya de nuevo.
De momento, el plan de salvación ha conseguido resucitar las bolsas. Ayer registraron subidas eufóricas -casi el 9%, el Ibex y Londres, más del 3%, Wall Street a media sesión- que confirman la extrema dependencia bursátil de la confianza en las instituciones financieras mundiales.
Ése debería ser también el criterio del Gobierno español. Resulta paradójico que mientras se declara la limpieza y solvencia del sistema financiero, bancos y cajas sufran los rigores de una restricción de liquidez sin parangón en la democracia. El país con la supervisión más rigurosa de Europa corre el riesgo de caer en un periodo largo de recesión debido a esta asfixia monetaria.
El equipo económico tiene que tomar la iniciativa para atajar la palpable desconfianza de las instituciones financieras internacionales en las finanzas españolas. Por el momento prefiere la inacción, tal vez por un diagnóstico inicial autocomplaciente de esta crisis. Debería reaccionar, porque ya ha tenido tiempo de hacer el diagnóstico económico y político correcto.
Editorial - "El País" - Madrid - 20-Sep-2008
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