En los mil análisis que se escriben cada día sobre la crisis dominan de forma aplastante cuatro argumentos:
- la ambición sin límites de los banqueros;
- la desregulación del sistema financiero derivada de la mundialización y de la influencia neocon en la Administración Bush;
- el estallido de la burbuja inmobiliaria y su expansión a todo el mundo a través de la basura financiera; y
- la inercia de supeditación con la que el sistema europeo se vincula a las prácticas de riesgo americanas.
Para consumo interno los españoles podemos personalizar nuestro caso con otros dos argumentos que yo les transmito con arreglos orquestales del PP:
- que España soporta una deuda exterior que ahoga el crecimiento y dispara la inflación, y
- que Zapatero es un inútil al que le da miedo gobernar.
En todos estos análisis el pueblo llano solo comparece
- en calidad de inocente víctima de los malos, o
- como soporte de los remedios intervencionistas que socializan pérdidas a costa de «nuestros» impuestos.
Es como si
- nunca hubiésemos tomado ninguna decisión económica,
- ni hubiésemos impulsado una enorme especulación con nuestros créditos hipotecarios.
En términos generales estamos absueltos de toda responsabilidad en la crisis, y por eso seguimos sin entender casi nada de lo que está pasando.
La razón de este análisis tan parcial no está en que los economistas desconozcan las fabulosas cifras de la especulación privada y de los riesgos disparatados asumidos por las economías domésticas, sino en el dogma indiscutido de que todo eso lo hemos hecho engañados por el sistema, que, igual que Júpiter a Leda, nos hizo un hijo disfrazándose de cisne. Y eso no es cierto.
Cuando un señor cualquiera, o un obispo, se va a ganar el 16% a Gescartera, no lo hace con el convencimiento de que los demás españoles y los demás banqueros estamos en Babia, sino
- con la seguridad de que el Estado no va a dejar caer un negocio en el que hay tanto dinero del pueblo, y que,
- de una u otra forma, acudirá a garantizar el beneficio especulativo que se buscaba.
¿Y las hipotecas?
Pues lo mismo. Todos hemos oído hablar durante años de la burbuja inmobiliaria. Pero casi todos hemos contribuido a ella con crédito barato y abundante que, además de inflar dicha burbuja, sirvió para aumentar un consumo lujoso que incidió de forma notable en el desequilibrio del sistema.
Y por eso es tan problemática la ayuda prestada por Bush a los especuladores del Wall Street. Porque
- está haciendo lo que todos sabíamos que iba a hacer y exigíamos que hiciese, y
- sentando las bases para que, tan pronto nos den otra oportunidad, volvamos a Gescartera o a los fondos de Fannie Mae a invertir los excedentes del crédito hipotecario.
¡De libro!
Xosé Luis Barreiro Rivas - "La Voz de Galicia" - Santiago de Compostela - 22-Sep-2008
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