La época presente nos golpea a veces con sus extravagancias y delirios. Miramos en derredor y todo parece tener un sentido distinto del que debiera. Perplejos, momentos hay en los que ni siquiera entendemos lo que ocurre.
- Los viejos se resisten a morir y los niños ya no quieren jugar.
- Los estudiantes no estudian y los trabajadores no trabajan.
- Los santos, los artistas de verdad, los pobres, que saben ser felices, y los amantes —ese tesoro de la humanidad que debiese sostener cada rincón del mundo— han sido desplazados extramuros sin piedad por sus enemigos:
- el frenesí,
- la velocidad,
- la futilidad y
- la avaricia incontinente.
Nada ni nadie se detiene, todo simplemente avanza. O, lo que es peor, huye...
- Mueren las mariposas,
- nacen las lagartijas,
- se derrite la nieve y
- sopla el viento;
pero todo en silente soledad.
La naturaleza no está en verdad en peligro, sino sola, abandonada de sus habitantes.
Pasan la vida, las estaciones y los años, la música; pero nada ni nadie se detiene a verlo. Si ojalá siquiera se tratase de transcurrir... Moriremos, nos iremos algún día de aquí, y cargaremos con el infernal arrepentimiento de haber desperdiciado
- el simple hecho de respirar,
- la maravillosa locura de mirar,
- la inenarrable dicha de estar nada más que vivo.
Editorial - "El Mercurio" - Santiago de Chile -8-Sep-2008
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