Qué se descompuso en el sistema financiero, y la larga y dura labor para arreglarlo.
La construcción del hermoso edificio de las finanzas modernas demoró años. El mundo tuvo un fin de semana para salvarlo del derrumbe. El 16 de marzo, la Reserva Federal de EE.UU. (Fed), por naturaleza difícilmente impulsiva, redactó nuevamente su libro de reglas y rescató a Bear Stearns, el quinto banco de inversiones más grande del país, y aceptó prestar directamente a otros corredores.
Un par de días más tarde, la Fed redujo las tasas de interés a corto plazo de nuevo: a 2,25%, lo que marcó la liberalización más rápida de política monetaria en una generación. Fue un esfuerzo enorme e impidió la catástrofe total de una quiebra bancaria que había amenazado con partir en pedazos a Wall Street. Aun así, este acercamiento al desastre contenía dos mensajes inquietantes.
- Uno es analítico: el mundo necesita nuevas formas de pensar en las finanzas y los riesgos que éstas implican.
- El otro es una advertencia: la crisis abrió un nuevo y peligroso capítulo. A pesar de todos sus errores, vale la pena salvar las finanzas modernas; y la labor se ve como si estuviera a medio hacer.
Contaminación
El rescate de Bear Stearns de su propia locura puede que impresione a muchas personas como algo excesivamente caritativo. Durante años, Wall Street forjó miles de millones sin mostrar mucha compasión. Sin embargo, la Fed puso US$ 30 mil millones de fondos públicos en riesgo por la mejor razón de todas: el interés público.
Bear es la contraparte de cerca de US$ 10 billones de swaps no inscritos. Con el colapso del corredor, el temor a que éstos y otros contratos ya no se cumplieran habría contaminado los mercados derivativos del mundo.
Imagine esas dudas rugiendo en todos los valores que Bear negoció y de ahí propagándose por el sistema financiero; luego imagine qué le sucedería a la economía en el invierno nuclear financiero que vendría a continuación. Bear Stearns puede no haber tenido una falla demasiado grande, pero estaba demasiado enredado.
El enredo es una nueva doctrina en finanzas. Empezó en la década de 1980 con un histórico mercado en alza en acciones y bonos, impulsado por tasas de interés decrecientes, nueva tecnología de la información y reestructuración corporativa. Cuando el auge llegó a su fin, poco después del cambio de siglo, las entidades financieras que se habían enriquecido gracias a esto empezaron la búsqueda de nuevas ganancias.
Gracias al dinero barato, podían asumir más deudas; lo cual hace que las inversiones sean más provechosas y más riesgosas.
Gracias a la tecnología de la información, pudieron diseñar un sinnúmero de complejos derivativos, algunos de ellos vinculados con hipotecas.
Al combinar deuda y derivativos, los bancos crearon una nueva máquina que pudo dar origen y distribuir cantidades prodigiosas de riesgo a una desconcertante serie de contrapartes.
Este sistema funcionó; en realidad, todavía lo hace,
- propagando el riesgo,
- promoviendo la eficiencia económica y
- proporcionando capital barato.
(Al igual que los bonos especulativos, otro instrumento financiero que alguna vez se mal utilizó, varios de los nuevos derivativos volverán, por la única mejor razón, porque son útiles). Aun así, durante la última década este sistema enredado también se alimentó claramente de sí mismo.
A medida que los estados de cuenta crecían, podía pedir prestado más en contra de ellos, comprar más activos y admirar su buen sentido mientras el valor de ellos subía.
En 2007, los servicios financieros estaban obteniendo el 40% de las ganancias corporativas de EE.UU.; mientras empleaban sólo el 5% de sus trabajadores del sector privado.
Mientras tanto, la deuda del sector financiero, sólo una décima parte del tamaño de la deuda del sector no financiero en 1980, llega ahora a la mitad.
El sistema financiero, o una gran parte de éste, empezó a alejarse de su propósito:
- escribir,
- administrar y
- comerciar derechos a futuros flujos de fondos para el resto de la economía.
Llegó a ser cada vez más un juego para honorarios y especulación, y una medida preferida era derrotar al regulador.
Cuestión de prioridad
Para crédito suyo, la Fed ha aceptado que las nuevas finanzas requieren nuevos tipos de intervención. Ésa es la importancia de su decisión el 16 de marzo de prestar dinero directamente a los bancos de inversiones necesitados de efectivo y a los corredores y aceptar una serie más amplia de valores en garantía, los que incluyeron aquellos con garantía hipotecaria y otros del rango de inversión.
Si los bancos de inversión pueden superar el estigma de presentar una petición al Banco Central, esto los protegerá del tipo de demanda que los prestamistas negaron a Bear en los mercados de corto plazo.
En lo sucesivo, los corredores podrán obtener dinero de la Fed. Esta última es ahora el prestamista de último recurso no sólo para los bancos comerciales, sino para los grandes bancos de inversiones también (una concesión que seguramente con el tiempo exigirá una regulación más rigurosa). Aun cuando eso resuelva las preocupaciones inmediatas de Wall Street por la liquidez, todavía persiste el peligro de que la recesión conduzca a pérdidas tan grandes que los bancos se vean forzados a la insolvencia. Esto depende de todo, desde las hipotecas a la deuda de las tarjetas de crédito. Al prestar dinero a más bancos por más tiempo contra las peores garantías, la Fed espera contener el pánico. Quiere que los bancos de Wall Street estimen sus pérdidas y fortalezcan sus estados de cuenta sin la carga debilitante de los mercados disfuncionales. Y espera que el dinero más barato
- facilite esa recapitalización,
- inyecte confianza y
- suavice la economía más amplia.
Algo importante sucedió en Wall Street esta semana. Los financistas descubrieron que habían creado riesgos con los que el mercado no pudo salir adelante. Esto no es una razón para condenar a todo el sistema. Es una señal de que las reglas necesitan un cambio. Pero hay que detener la descomposición.
The Economist - "El Mercurio" - Santiago de Chile - 21-Mar-2008
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